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Desde hace dos d�as navegamos
a la vista de dos continentes:

Europa a babor

y Asia a estribor.

Tras nosotros han quedado las aguas
de nuestro Mediterr�neo,

y tambi�n las del mar de M�rmara.

Y lejos, muy lejos,
nuestros hogares patrios.

El Emperador de Constantinopla

ha solicitado la ayuda
de Tirante y sus hombres

para luchar contra el
peligro musulm�n,

que se cierne sobre
los territorios de Bizancio.

Cada d�a que pasa, el mundo se hace
m�s extra�o a nuestros ojos.

En unos pocos d�as m�s, este bajel
entrar� en el Cuerno de Oro

y poco despu�s llegaremos,
por fin, a Constantinopla.

En el d�a de hoy, 29 de marzo

del a�o 1401 de Nuestro Se�or,

hemos llegado
al puerto de Constantinopla.

Son pocos nuestros caballeros
y soldados de infanter�a,

aunque aguerridos

y muy instruidos en las astucias
de nuestro capit�n,

Tirante el Blanco.

No pod�amos esperar celebraciones
con motivo de nuestra llegada.

El lmperio llora al pr�ncipe Miguel,

muerto en batalla contra los turcos.

Como homenaje a Tirante

y en demostraci�n de la confianza
que tiene en nuestra fuerza,

el emperador en persona

ha salido excepcionalmente
para darnos la bienvenida.

Es mi deseo que os qued�is para dirigir
a toda la gente de armas,

pues para mi desventura ha ca�do
en batalla aquel mi hijo

que consolaba mi �nima.

Y no pudiendo yo llevar armas,

es a vos, y no a otro, Tirante,

a quien concedo el mando.

Se�ora, es nuestro capit�n,

que es venido
para rendir sus respetos.

Sea bienvenido.

Mi se�ora, por fe creer� que la voz
que oigo es la de la Emperatriz.

�Y qui�n eres, hijo?

Mi nombre es Hip�lito

y es de raz�n que declare que mi santa
madre era as� de hermosa que vos.

Mi se�or, aquel que tenga
la capitan�a del Imperio

tiene la potestad
de abrir las ventanas,

a toda persona a la cara mirar

y quitarles el luto y la pena.

Se�or.

S�, pod�is.

Majestad,

veo que el pueblo desta ciudad
est� muy triste y afligido

por la muerte del Pr�ncipe,
vuestro hijo.

Ese caballero insigne.

Refrenad vuestro dolor.

Bendito quien a la causa
de Dios sirve,

y por ella entrega
su alma y su fuerza.

Nosotros ahora debemos esforzarnos
contra los turcos

en su honor y sacrificio.

Cubr�os, Princesa.

�Qu� os pasa?

No creyera jam�s que esta tierra
albergara tales maravillas.

Los aires de esta tierra penetran
sutilmente en nuestras cabezas.

Pasad.

- �Dese�is algo m�s?
- No, gracias.

�Qu� le pasa?

Se ha traspuesto.

En Sicilia recibi�
un tremendo golpe de mangual.

Desde entonces
tiene ausencias como �sta.

Pero se recupera

dando un toque a un huesecillo
que despunta dentro de su o�do.

Yo amo...

�Y vuestro capit�n?

Est� algo indispuesto,

pero no es sino mudanza
de los aires indigestos.

Haremos que le receten algo
los f�sicos.

Moras de matojo y mosto de Corinto
alivian los malos humores.

A�n no conozco vuestros nombres.

Eliseo.

Agnes.

Placerdemivida.

Mi padre es un famoso poeta,
y le plugo darme este nombre.

Pod�is llamarme Placer a secas,
si os gusta.

Mi marido cay� en batalla al servicio
del falso papa Alexander Xlll,

conocido como "el zote".

Me apodan la Viuda Reposada.

Alteza,

guardad estas palabras
en lo m�s secreto del alma:

Tirante el Blanco,
el famoso caballero,

es venido a Constantinopla
tan s�lo por os ver

y servir.

�Oh, Dios!

�Podr� yo decir que sois venidos
todos por amor de m�

y no para da�o de los turcos?

No hay duda, dadlo por seguro.

�Dejadme que os abrace!

Dad parte a Tirante,
pero guardad para vos.

Mi se�ora.

�Santa Mar�a!

Placer.

Se�ora, se�ora...

Agnes.

Echad atr�s la cabeza.

Sangrar por la nariz
es signo de buena salud.

Es bien conocido que Tirante
permanece arrodillado

toda la misa.

Mar�a.

Mi se�ora.

Lleva mi coj�n a Tirante.

S�, mi se�ora.

Cuidado, est�is traspasando
los l�mites de la modestia.

Mi se�ora os env�a este coj�n
para que est�is mejor.

No tiene humano aspecto.

Es un �ngel.

�Qu� os sucede?

Otros har�an fiesta
si su se�ora les enviara su coj�n.

Se priv� de �l
s�lo para complaceros.

Yo amo, pero no s� si soy amado.

No tengo esperanza
de alcanzar lo que deseo.

La fortuna siempre es contraria
a los que aman con celo.

Confortad la voluntad

y no consint�is que nadie sepa
de vuestras angustias.

Pedid al Emperador licencia
para ir a ver el campo de los turcos.

Diafebus.

Entrega este libro de horas
a la Princesa.

Primero matas al caballo.
Luego, al turco.

As�.

Primero al caballo, as�.

En la yugular.
Con un golpe.

Luego le metes al turco
el venablo por el ojo.

- Saludos, Capit�n.
- Hola.

R�pido y le esquivas,
como un tigre.

Aprende a saltar.

Bien.

Te agachas y a por otro caballo.

Bien.

Se�or, ten�is visita.

La Princesa ha venido
a despedirse de vos.

Esperad aqu� y yo har�
que ella venga a veros.

- Mas permitidme que os d� un consejo.
- Decid.

En su presencia sed tan firme

con una doncella sin armas
como lo sois en la batalla.

Lo har�.

Permitidle que os bese en la palma.

Besar la palma
es se�al de buen amor.

Tened mi mano.

Decidme, Tirante,
as� Dios os conceda lo que dese�is,

�qui�n es la se�ora
que tanto mal os hace pasar?

Mi se�ora,
la dama que aqu� ver�is

puede darme la muerte o la vida.

Jam�s o� decir
de tan graciosa declaraci�n.

No os comprendo, mi se�ora.

�l me ama.

�Ay, mi se�ora!

Por la senda con ortigas
os�is adentraros.

Decidme, se�ora,

�es propio que vuestra alteza
haga tanta fiesta

a un servidor de vuestro padre
que lleg�

con ropas de oro y seda prestadas?

Hacedme merced
del t�tulo que tenga,

sea de rey, de duque,
de conde o marqu�s.

�Y por hombre tal quer�is perder

la perpetua fama
de vuestra pudicia sin m�cula?

�Quer�is que os lo diga de una vez?
M�s os valdr�a morir

o no ser salida de vientre de madre

que caer en los brazos de hombre
que s�lo busca logros de fama.

�No es recia cosa
que aun sin causa

me haya reprendido la viuda
que me dio leche?

�Que har�a ella si me hubiese visto
hacer alguna cosa deshonesta?

Ni cuidado de due�a,
ni de padre, ni de madre

detendr�n el baile de mis pies.

Se debe amar si el elegido
es virtuoso y su amor honesto.

M�s cuando la doncella
ama por su placer

tal amor me parece
muy mejor que ning�n otro.

Dos maneras hay de amar:
virtuosa y viciosa.

Y no ser� yo quien diga
que una es la mala.

Toda mujer responde
a tres calidades.

Lo s� porque por mi mal
conozco el ajeno.

Primero, somos ambiciosas.
Segundo, somos golosas.

Y tercero, somos voluptuosas.

Yo soy todo ello.

�Y vos?

Aparent�is frialdad
de pensamiento.

Pues soy pura lujuria.

Tengo dos grillitos
que cantan toda la noche,

pero est�n bien escondidos,
aqu�.

Que una cosa es el parecer
y otra el ser.

- �Yque pueda ser yo, decidme?
- Sois placer de la carne.

Basta tocaros
para que os estremezc�is,

sea la mano de hombre o mujer.

Ah� viene el caballero
a despedirse del Emperador.

ld a verle y reprendedle,

pero que �l lo entienda bien.

�Qu� aderezo debo vestir?

El de ceremonias.

Prego yo al Dios de todo el mundo
que os d� victoria con honra

y os lleve al triunfo
a semejanza de Alejandro.

Os ruega que esper�is.

Yo pienso
que no ten�is seso natural

si requer�s de amores
a la que es del Emperador hija.

Tal audacia merece severo castigo.

El amor mueve los cielos.

Mas ya veo con qu� falta de piedad
me conden�is a total destrucci�n.

Y ya que mi coraz�n
ha cometido tan gran ofensa,

con mi propia mano lo partir� en dos
antes que el sol se oculte.

�Eso prometo!

Si mi lengua os ofendi�,

pido que no lo quer�is
tener en memoria.

Os ruego me perdon�is por ello.

Si alguna cosa
quer�is de m�, decidlo,

que yo os certifico
que os ser� al punto otorgada.

Mi se�ora, yo os suplico
que me hag�is una merced.

Si es de raz�n, soy presta.

Mi se�ora,

no quiero pedir otra cosa

sino que vuestra alteza me haga
merced de la camisa que trae,

porque es junta
a su preciosa carne,

y que yo la pueda desnudar

con mis manos.

�Santa Mar�a!
�Qu� est�is diciendo?

Soy contenta de daros la camisa

y joyas y ropa
y todo cuanto tengo,

mas no ser�a justo
que vuestras manos lleguen

donde ninguno jam�s ha llegado.

- Estefan�a.
- S�, Princesa.

- Di a Tirante que espere.
- Lo que orden�is, mi se�ora.

Os ruega que esper�is.

Un pa�uelo.
Un pa�uelo, por favor.

- �Otra vez?
- As� es.

Sangre de la Princesa.

Le pasa a menudo.

�C�mo caballero tan delicado

puede llevar
a tan sucios rufianes consigo?

Pido a Dios que esos rufianes
nos libren de los turcos.

Sabemos que no dorm�s.

Sabemos la raz�n
de vuestro desvelo.

- Vuestro padre es viejo.
- Vuestra madre est� chocha.

Se pasa el d�a
frot�ndose las partes.

Vuestro hermano se pudre
en la tierra hace tres meses.

- �Qui�n va a heredar el lmperio?
- El lmperio caer� sobre vos

mucho antes de que teng�is
uso de raz�n.

�lr�is a combatir a los turcos?

Ya podemos ir trocando la cruz
por la media luna del enemigo.

Nuestras mujeres ser�n pronto
violadas por esos perros.

Musulmanes.

Decidme qu� debo hacer.

No pertenece a casa noble.

El Emperador no lo aceptar� nunca,
y menos mi madre

la Emperatriz.

- Aceptar�n a Tirante.
- Haremos que ellos lo acepten.

�Est�is dormido?

No.

Los ancianos
cuentan las horas, hija m�a.

Temerosas son las damas
oyendo decir guerra,

por lo cual demando una gracia
a vuestra majestad.

Dime, hija.

Aunque joven,
deseo ir al campo de batalla,

a fin de sentir
y saber de la guerra,

por si el futuro lo demandara.

Es cosa bien conocida

que el que primero viene al mundo,
primero baja a la tumba,

y ojal� que viv�is para siempre.

Mi hija,

puesto que tanto lo deseas,
yo me soy contento.

Pero antes pregunta a tu madre
qu� le placer� m�s:

quedar o ir.

Hija. Carmesina.

Tu madre dice que Tirante
es enamorado de ti.

�Lo est�s t� de �l?

Yo le amo dom�sticamente,
igual que a otros.

Mis sentidos
no est�n en otra cosa.

lremos todos.

Fuera.

Hemos conquistado las nueve y media
de diez partes del lmperio.

No nos queda
sino atacar ese castillo

y caminar veinticinco leguas
a Constantinopla,

prender al Emperador por la barba
y condenarlo a perpetua prisi�n.

Y su hija Carmesina,

que sea camarera mayor
de nuestra c�mara.

Y la Emperatriz
ser� cocinera de la hueste.

Sois descendiente del profeta Mahoma
y dec�s con su voz.

Conceded unos momentos a recordar
la moderaci�n que dio fama

a vuestro padre Mohamed lll.

Sed prudente.

Quiero que Bizancio perezca
y que Constantinopla sea m�a.

Quiero borrar su nombre
de la faz de la tierra,

quiero que se llame Estambul.

Bien est� que Tirante mate,
pero que no muera.

El m�s grande batallador
del entero mundo es Tirante.

Su espada es invencible.

Los hombres de Tirante son pocos,
aunque batalladores y astutos.

Pero el enemigo es fuerte

y poderoso.

El Gran Turco es arrogante y fiero.

Quiere doblegar
y violar a la cristiandad.

S�lo Tirante puede salvarnos.

No hag�is o�dos a vanas palabras.

El Gran Turco es joven y apuesto.

Hombre de grandes dotes.

Pod�is salvar el lmperio
y muchas vidas despos�ndolo.

�En situaci�n!

�Aguantad!

�De cara a la muerte!

�Atenci�n a los caballos!

�Aguantad!

�D�nde est� nuestro capit�n?

Se�or, Tirante es ido
a perseguir y matar turcos.

Yo custodio a los prisioneros.

- �Cu�ntas bajas?
- Esa herida deben verla los f�sicos.

Tirante merece hoy la corona
de laurel que impusieron a C�sar.

Es una gran victoria
en manos de Tirante.

Pido a San Jorge
y a nuestro Santo Padre

que os conceda las bendiciones
que merec�is.

Esta victoria es un emblema
de nuestra fe cristiana.

�A qu� aguard�is,
mezquina de se�ora?

Y mire vuestra alteza
no vayan a otorgarle

alg�n rey extranjero y viejo
que plazca a vuestro padre

u otro rey moro o turco

que os haga hijos
que sean devotos de Al�.

Tirante es de quien hab�is menester,

que os sepa guardar de mal
a vos y a todo el lmperio.

Venid a mis brazos.

Honor a Tirante,
victorioso contra los turcos.

La fuerza de la paz
reside en la victoria.

Si el Gran Turco
quiere ahora a Carmesina,

tendr� que pagar un alto precio.

Yo me uno a las palabras de
agradecimiento de nuestro Emperador.

Gracias.

Gozad para siempre de los favores
de Marte y de Venus.

�Qu� le pasa?

Lujuria.

Beso la mano que nos lleva
a la victoria sobre los infieles.

- Dadme guiaje para visitaros.
- Hablad a Estefan�a.

A ver, mis damas,

que hoy es d�a de partida
y el Emperador ya est� dispuesto.

�Santa Mar�a me valga!
�Qu� son estas ojeras?

Habr� que llamar
a los f�sicos de urgencia.

No. No cale.

Es que la brisa del r�o
me hizo mal anoche.

Mira que no te hagan mal
los talones.

Ya sabes lo que los f�sicos dicen,

que a las mujeres el primer dolor
les viene por las u�as,

despu�s pasa a los pies,

luego por las rodillas
y los muslos,

y a veces entra en lo secreto
y all� da gran tormento.

Buenos d�as, mi se�ora.

Si me muestras tu lengua,
yo te dir� lo que te pasa.

T� has perdido sangre esta noche.

No s� negarlo.

Oh, de la nariz me ha salido.

Yo no s� si del tobillo o de las
narices, pero t� sangre has perdido.

�Qu� es lo que tanto os divierte?

Venid.

No os dir� todo lo que he so�ado, como
no sea que me deis permiso para ello.

Tienes mi permiso
y est�s absuelta de toda culpa.

So�� que yo dorm�a en una c�mara

en compa��a de otras damas

y que de pronto apareci� Estefan�a
llevando a Tirante y D�afebus.

Dejadme, Tirante.

Tened piedad.

Suplico piedad al caballero Tirante.

Lo que pas� a seguido
no pude verlo,

pero s� pude o�rlo.

Por favor,
no me hagas da�o, mi se�or.

No quer�is vencerme, mi se�or.

No puedo, no puedo.

Perdonadme.

�Tened piedad!

�Tened piedad
y no me quer�is matar!

Tirante.

Yo te he dejado estar aqu�
por el mucho amor que te tengo

y por darte un resto de solaz.

Por ruegos de Estefan�a
has alcanzado esta amorosa entrega,

dej�ndome quemada
por verdadero amor.

Te pido que quieras gozar
del favor que has alcanzado.

Y puesto que yo me atreviese
a gozar de tal gracia,

no ser�a poco el da�o
que os causar�a,

que si la virginidad es ida,
es para siempre.

�Trist�n!

�Muero!

�Ay cama,

qui�n os vio y qui�n os ve,
vac�a y sola!

�Has so�ado m�s?

D�melo todo.

Por Santa Mar�a, os aseguro

que os lo contar� todo.

Vete, cruel verdugo
de ning�n amor.

No tienes piedad
ni compasi�n de las doncellas.

Vete, violador de mi castidad,

ladr�n del despojo de mi virginidad.

�Santa Mar�a me valga!

A mis bodas no es venida
mi madre ni mis parientes,

las bodas sordas han sido.

Esta es mi sangre
y fuerza es que la repare

el amor.

Quiera vuestra merced

aceptarme por vuestro futuro esposo.

Besadme en prueba de buena fe.

Lo que pas� a seguido, mejor
que yo lo ten�is vos en memoria.

No hace falta que os lo cuente.

�Ay de m�!

�Puedo cerrar mis ojos
y aceptar mi sino?

Otros aman y eso disturba
mis sentidos hasta la muerte

si alguien no me socorre.

Tal que a Estefan�a,
y tal que a vos.

Eso es falso. Mentira, mentira.

Tan completa estoy ahora
como ayer en la ma�ana.

Por delante entera est�is,
y es lo que cuenta.

Mucho celebro
que Tirante me respetase anoche.

Y prometo aqu� y ahora

no concederle nada
en bodas sordas.

Tomad un poco de agua, se�or.

La aplicaci�n del brebaje
escuece y quema sobre la piel,

pero tambi�n abre
las bocas de las venas.

Sirve para limpiar �lceras,

y es muy efectivo aplicado
sobre el m�sculo en salud,

al cual da vigor.

- �Se us� agua de la cisterna baja?
- S�, se�or.

- �Dos hervidos breves?
- Seg�n vuestras �rdenes.

Bien.

Y Holofernes quiso ofrecerle
de sus propios manjares

y darle a beber de su vino.

Y dijo Judith:
No comer� de tus manjares,

pues ello ser�a ofender a los m�os.

Yo lo har�.

"Comer� de lo que traigo conmigo.

Y Holofernes le contest�:

Y cuando se agote lo tuyo,
�de d�nde podremos traer m�s?

Pues no hay aqu�
nadie de tu naci�n.

Y le replic� Judith:

Tan verdad como ten�is alma,
mi se�or,

que esta tu sierva no consumir�
sus provisiones antes de que Dios,

por mi propia mano,
lleve a cabo sus designios".

�Cuidado!

La Emperatriz est� presente

y si se da cuenta
ser�s tenido por temerario.

S�, por temerario.

Y podr� reprenderte
que dejes estar a su hija.

Mi se�ora, deb�is desear
la muerte al enemigo,

y no a quien os ama
y desea serviros.

�Qu� est�is hablando?

Majestad, est�bamos hablando
de los embajadores

que dicen que vendr�n a demandar que
la Princesa sea esposa de un perro,

hijo de perro, que ha renegado
de su Dios y Se�or.

No son sino rumores.

Nadie es venido a pedir su mano.

Mas pueden hacerlo.

Eso no pasar�.

- Mi hija no casar� con moro.
- �Ni con turco?

El Emperador decidir�.

Se�ora.

�Permitir�is que entreguen
esa perla a un sucio perro?

Dejadlo de mi cuenta.

Yo hablar�
con ese pellejo de Emperador.

Dicen que el Gran Turco

es joven, fuerte y sabio.

Carmesina, sigue t�.

"Ycamin� hasta
la cabecera de la cama,

donde yac�a Holofernes,

y cogi� su espada
con ambas manos.

Se acerc� mucho a �l, junto a su
cabeza, la cogi� de los pelos y dijo:

Fortal�ceme, oh, Se�or de lsrael,
en esta hora.

Ycon toda su fuerza
le golpe� dos veces en el cuello,

cort�ndole la cabeza.

Ya decapitado,

envolvi� el cuerpo con las s�banas
que paraban la cama

y a seguido sali� de la tienda
y entreg� a su criada la cabeza,

quien la guard�
en la bolsa de la carne.

- Eliseo.
- Princesa.

�Se�ora? �Mi se�ora?

�Princesa?

- Tranquila.
- Aqu� est�n.

�Qu� ha pasado?

- La princesa se ha amortecido.
- �Ha tomado acaso agua fr�a?

- Una infusi�n de malvas caliente.
- Vamos a que le d� el aire de natura.

No deb�is abandonar la cama.

�Y la princesa?

Est� bien.
Su alteza se ha recuperado.

Os ruego me dig�is
si alguien est� dentro,

para poderme guardar.

No os dir�a una cosa por otra,
se�or. Pod�is entrar.

Entrad.

�Con qu� derecho
entr�is en mi c�mara?

Ven aqu�.

Besa mis pechos

por mi consolaci�n y tu reposo.

- No, eso no.
- Por favor.

- Que no puede ser.
- Por favor.

Dejadme.

El Emperador viene hacia aqu�.

�C�mo est� mi bella hija?

Las rosas han vuelto a tus cachetes.

Brillan tus ojos.

T� est�s completamente
curada de salud.

Yvos...

Los f�sicos han dicho
muy claro que deb�is reposar.

Y yo digo que deb�is reposar

para volver a ganar batallas
muy pronto. ldos.

Ten�is la color subida, mi se�or.

Mi se�or,

dadme remedio o dadme la muerte.
�Qu� he hecho yo para merecer

ser ausente
de aquel que hubo mi virginidad?

Decidme, se�or capit�n.

�Ser� yo librada de este dolor
que tanto me atormenta?

- Haced por m�, que yo har� por vos.
- Estefan�a,

mi hermana de alma,
yo har� cuanto sea necesario.

lr� al campo de batalla

y har� que Diafebus
venga a cumplir lo que os debe.

Y vos,

Viuda Reposada,

�qu� quer�is de m�?

Tal vez esper�is
que os busque un marido

que sea duque, conde o marqu�s.

Yo hago infinitas gracias
a vuestra se�or�a,

pero no quiero ning�n marido,
por gran se�or que pueda ser,

sino uno

el cual, como a Dios amo
y como a Dios adoro,

y est� siempre en mi coraz�n.

Capit�n, se�or,
no perd�is la esperanza.

Roma no se hizo en un d�a.

No quiero decir sino que todas
ayudaremos porque vuestra se�or�a

sea contento.

�Todas?

�Por qu�?

Queremos un Emperador
para el lmperio.

Ya he consultado con los f�sicos,

pero ellos no tienen
m�s remedio que el de siempre:

dormir y comer,

comer y dormir...

Triste de m�, que cuando
quiero dormir no puedo.

La noche es m�s larga que querr�a.

Cosa que coma
me amarga como hiel.

Mi coraz�n
no tiene gozo ni reposo.

Mi se�ora,
yo s� bien lo que os pasa,

pero no s� si puedo hablaros
con franqueza de coraz�n.

Hablad.

Decidme.

Si vuestra alteza supiera
las cosas que Tirante dice,

las viles palabras con las que
declara lo poco que os ama...

Salid todas de aqu�.

Hablad presto.

�Lo que �l me ha dicho en secreto
haci�ndome jurar sobre la Biblia

- que no dir�a nada a ninguno?
- Hablad de inmediato.

Sea, mi se�ora,
por la fidelidad que os debo.

Tirante es hombre cruel
y gran d�spota.

En su demencia, �l piensa
que ve m�s que los otros,

cuando s�lo tiene
menos verg�enza y pudor.

�Oir�is lo que dice de vos?

Que no ama ni quiere bien
a mujer ninguna del mundo

sino por su fortuna.

Quiere el lmperio, a lo que cueste.

D�jome en confidencia

que si otra noche aconteciese
como la de Malvecino,

�l tomar� vuestra doncellez
por grado o por fuerza

y despu�s se burlar�a de vos.

Vuestra alteza huye de m�,

de m�, que os di mi leche,

y conf�a en Estefan�a
y Placer de mi vida.

Ellas os tienen vendida,

y as� logran ocultar
su gran equivocaci�n.

�No not�is c�mo Estefan�a
trae el vientre grueso?

Pido a vuestra alteza que
guarde mis palabras en secreto.

Si Tirante lo supiera,

no dudo que me hiciese matar.

Yo guardar� a vos de da�o,

y a m� de culpa.

�Qu� os pasa?

�Y esas l�grimas?

D�jame estar

y gu�rdate que todo este mal
no venga sobre ti.

Gracias, se�or, por haberme
permitido de me reponer

antes de partir
para el campo de batalla.

Soy presto para luchar
de nuevo contra los turcos.

Permitidme que pida vuestra venia
para el matrimonio

de la dama Estefan�a de Macedonia
con Diafebus de Sant Angel.

Parece razonable demanda.

Sin embargo...

A cuenta de la obediencia
que se me debe,

yo doy todo mi poder a mi hija

de forma que haga seg�n su deseo,

si su madre lo consiente.

�Por qu� dice "doy mi poder"?

Quiso decir que siendo conocedor
de que hubo bodas sordas,

se guarda de toda responsabilidad.

Sean sordas o ruidosas,

ten�is mi venia.

Y la m�a.

Encomendaos a Dios

y celebrad vuestras bodas.

�C�mo se celebrar�n,
si el Emperador muestra tal desd�n?

�No habr� fiestas ni gozos?

�Qu�?

�Qu� necesidad hay
de fiestas en las bodas?

Fiestas y gozos es bueno
que se oficien en la cama.

Se�or.

Antes de vuestra partida, preciso
ser� que nos esforcemos todos

en conseguir que la princesa
os d� muestras de su mucho amor,

aunque en ello pusiese
alg�n pedazo de su honra.

Yo s� bien que no haremos nada
si no se mezcla un poco de fuerza,

que as� como sois
valiente caballero en el campo,

es menester
que lo se�is en la cama.

No querr�a hacer cosa que fuese
en desagrado de mi se�ora.

Ya veo que os and�is
por las ramas

y quer�is pasar por la calle
que no tiene salida.

�C�mo pod�is ser tan duro batallador
y amante tan indolente?

Doncella.

Yo os pido que pensemos
entre todos y hagamos lo mejor.

�C�mo se os ocurre pensar que
una doncella no quiera ser amada?

El temor de quedar avergonzado

me quita de ganar
el para�so en este mundo.

�No sab�is lo que dice el salmista?

Si quer�is ganar due�a o doncella,

no teng�is temor ni verg�enza.
Amadla en otras cosas,

mas estando con ella en una cama,

no le guard�is las cortes�as
que ella no quiere.

Por favor,

yo os ruego que me llev�is
a la cama de mi se�ora.

Desnudaos.

�Que Dios me asista,
cu�n enojosa eres!

�No quieres dejarme dormir?

Acab�is del ba�o
y ten�is la piel tersa y gentil.

Da gusto tocaros.

Toca si quieres,

pero no tan abajo.

Dormid en paz y dejadme
que toque vuestro cuerpo,

que es m�o, pues estoy aqu�
representando a Tirante.

�Oh, falso Tirante!
�D�nde est�s ahora?

Si �sta fuese su mano

estar�a jubiloso y contento.

�Tienes el juicio malo que quieres
tentar lo que es contra natura?

Callad, callad.

Es Tirante, que por vos
se dejar�a ahorcar.

Por favor, no habl�is.

�Qu� pasa, mi se�ora?

Por la ventana, mi se�or.

Mi se�ora. Por favor, mi se�ora.

Es la princesa.

Que tiene un dolor la princesa.

�Mi se�or!

Mi se�or, por aqu�.

Bajad por aqu�.

Usad la puerta del refectorio
para volver a vuestra c�mara.

Vamos.

�Qu� ha sido?
�Un mal sue�o?

�Ha venido el ogro
a comerte las orejitas?

Aqu� est� mam�.

Que no ha sido nada, mi ni�a.

Tranquila, tranquila.

Una rata, una muy grande.

Subi� sobre la cama
y salt� por encima de mi cara.

No tan grande.

Ten�a las u�as grandes
y afiladas, cual tigre.

Gracias a Dios
que no toc� mis ojos.

�Qu� ha pasado?

Las locas de las damas,
que de nonada sufren.

Una rata que ha pasado
por encima de Carmesina.

Tornad a la cama todo el mundo.

Estefan�a.

Tirante necesita ayuda.

Todo va bien.

Debo retirar la cuerda.

- No llega al suelo.
- �C�mo?

La cuerda.

No alcanza hasta el suelo.

�D�nde est� esa rata?

Mi se�or.

Cuando la emperatriz muera,
me casar� contigo.

Dios.

No hay m�s remedio,
tengo que retirar la cuerda.

�Siento el dolor que jam�s sent�!

Los m�dicos son menester
y que no lo sepa nadie.

Vuestro mal es de tal condici�n
que no se puede esconder, mi Se�or.

Mayormente por el esc�ndalo
que hay en palacio.

Levantad el coraz�n
y haced como quien va a la batalla.

Luego diremos que el caballo
ha ca�do sobre vos.

- �Tiene heridas graves?
- Una pierna quebrada.

- Traer� un caballo.
- �Hacedlo!

Capit�n Tirante.
�Est� herido!

Le tienen que ver los m�dicos.

�Y c�mo ha podido romperse
las dos piernas?

Ganas ten�a yo de que partieseis
para el campo,

donde muchos turcos se�orean
en mis ciudades,

pero faltando Tirante,
tendr� que hacer de tripas coraz�n

y, anciano como soy,
dirigir las batallas por m� mismo.

Sed cierto, se�or,

que para el d�a convenido,

con o sin uso de mis piernas,

yo ser� presto para partir.

Yo creo que no tiene
riesgo de existir,

pero sin duda tiene mucho mal,

que el hueso f�mur se le sale por
fuera y se ve el tu�tano de adentro.

Jes�s.

Mi se�ora.

El caballero dijo que �l
no ten�a la intenci�n de devolver

lo robado, pero si el obispo
dispon�a de cien monedas de oro,

y se las prestaba...

con gusto devolver�a
el dinero a su vasallo.

Entrad.

�Qu� pecado es mayor,

el del caballero que no tiene
voluntad de devolver lo robado

o el del obispo que,
disponiendo de dinero,

no quiere prestarlo al caballero?"

�C�mo est� mi se�ora la princesa?

Mi se�or Tirante,
no conoc�is a las mujeres.

Una cosa es decir y otra es sentir.

Carmesina os ama tanto
como vos a ella

y ha tenido un desmayo
al o�r de vuestros males.

Decidle que siento la ofensa.

Decidle...

que encontrar� para m�
la pena que me corresponda.

�Qu� dec�s?

Lamentad no haber conseguido
lo que era vuestro deseo.

Ha llegado el momento
de que se cumpla.

Os juro que vais ser
nuestro Emperador.

Esperad aqu�.

No os mov�is.

Hip�lito.

Veo tu cara alterada
y p�lida y flaca.

Y no sin raz�n,

que si Tirante padece, ello en mucho
afecta a sus compa�eros.

Bien lo entiendo.

Yo misma
tengo las noches inquietas

como si �l me fuese
mi marido, hijo o hermano.

Y as� transcurren
mis horas en vela.

Porque vuestra alteza
duerme sola

y los placeres de
la cama son ignorados.

Parece que muy bien conoces t�
el penar de las que duermen solas.

S�, mi se�ora. Tambi�n sufro,

peno y velo por las noches.

- �Y qui�n te atormenta as�?
- Mi se�ora.

�Qui�n ser� aquel que confiese
su dolor a dama tan excelente?

Vamos, habla.

No te averg�ences de decir
la gloria de tus secretos.

Y menos a alguien como yo,

alguien que los sabe
guardar en su pecho.

Mi se�ora, ya que insist�s,

os digo que es amor
lo que me atormenta

y no camisa que me pueda mudar.

Ven, ac�rcate.

T� dices que amas

y yo te demando a qui�n.

Es vuestra majestad a quien
el cielo ha ordenado

que yo deba amar y servir
todos los d�as de mi vida.

Dime, Hip�lito,

�un caballero es afortunado si
una gran dama siente amor por �l?

Se�ora,

yo har� contento todo lo que
vuestra majestad me ordene.

Si t� juras que ni el Emperador
ni ning�n otro sabr�,

pide de m� lo que m�s
pueda complacerte.

Mi se�or, �no ser�a mejor
para vos una mujer

que fuese diestra en amar,
aunque no fuese doncella?

Apartad, por favor.

Yo s� con certeza que os quieren
quitar la lumbre de la vida.

Est�is rodeado de malvados
que s�lo fingen lealtad.

Si ellos tuviesen seguridad de paz,

Carmesina ser�a
la primera en arrastraros

a la casa del eterno
y amargo penar.

ldos, se�ora.

Vuestras palabras, aun sin ser
verdaderas, duelen en mi alma.

Yo har� que pronto las cre�is.

�Acaso os apetecen m�s las fuentes
secas de una ni�a a medio hervir?

Creo que �ste
pueda serviros, se�ora.

Bien.

Me llevo este espejo.

T�. Ven aqu�.

- �Cu�ntos a�os tienes?
- 16, mi se�ora.

Te buscar� un vestido.

Mi se�ora no ha comido nada.

�Vuestra majestad se siente mal?

La cabeza me duele.

�Quiere vuestra majestad
que pida a los f�sicos

- que os preparen un remedio?
- No.

Los f�sicos lo ignoran todo.

Yo s� qu� necesito.

Pod�is iros.

T� tambi�n, Eliseo.

La gente murmurar�.

Estoy enamorada
de quien podr�a ser mi nieto.

Ven.

Con mi cuerpo

te doy mi coraz�n y mi esp�ritu.

La prueba que me demandasteis.

Carmesina.

�Qu� estar� leyendo?

Su imagen me place,
pero quisiera o�r su voz.

La princesa no lee para vos.

Est� leyendo para alguien
que est� muy cerca.

Juan�n, el jardinero,

es muy apreciado
por ciertas se�oras conocidas

por su libidinoso apetito.

Como pod�is ver,
la princesa sigue guardando

con ah�nco su virginidad.

�No!

�Quita!

Se�or Tirante.

Desechad a quien no os ama.

Rechazad a esa lasciva princesa
que os enga�a a vos, y a su madre,

y se somete a las ansias
de un negro moro.

Tomadme, mi se�or.

Mi cuerpo y mi alma son vuestros.

�Qu� grande gloria ser�a para vos
tenerme sirvi�ndoos

a todo mi poder,

de d�a y de noche,

en vuestra c�mara
o en vuestra tienda.

No os esforc�is m�s.

Tan dif�cil es que yo olvide
a la princesa,

como que las aguas del r�o
corran hacia arriba.

Tened piedad.

�Tened piedad!

Quiero hacerte un regalo, Hip�lito.

Lleva esto en mi honor

y que te sirva para recordar aquella
que te ama m�s que a su vida.

Hip�lito, pide a Dios
que yo te viva,

que no ser� maravilla que,
antes de mucho tiempo,

yo te imponga corona de oro.

�Cu�ntos d�as lleva ah�?

Tres d�as, se�or.
Pero no creo que est� doliente.

Da se�ales de buen apetito
con los alimentos que le pasamos.

Golpead la puerta.

- �Qui�n ha llamado?
- Abre enseguida.

D�jame en paz.

Abre la puerta o doy orden

de que la derriben.

Se�or. Yo tengo esto.

�Esc�ndete!

�Hip�lito!

�Y este mal olor?

Llevo dos d�as
sin abrir las ventanas.

�Por qu� est�is tan desnuda

como os pari� vuestra madre?

En mi sue�o he debido
despojarme de mi camis�n.

Que he so�ado
que estaba mi hijo vivo

y su graciosa boca
mamaba de mis pechos.

Tu hijo...

Siempre tu hijo.

Tambi�n era mi hijo.

Hablad. �Qu� noticias port�is?

Se�or,

perd�n os pido por el dolor que puedan
causaros las nuevas que os traigo.

Los turcos han entrado
en la ciudad de San Jorge

y lo mejor de nuestra caballer�a
debe darse por perdida.

�D�nde est� la Emperatriz?

Decid a Tirante
que ponga en sus brazos

la fuerza que no tiene

en las piernas.

�l comprender�.

Tal es el estado
de vuestro pobre padre.

Un d�a se nos rompe por la mitad.

Esperad.

Y algo peor...

Es que est� chocho.
Un d�a puede irse de lado

y entregaros al Gran Turco
con quien habr�is hijos her�ticos.

Cuatro horas tardaron
los f�sicos en recuperarlo

despu�s que se amorteci�.

Y si un d�a se amortece
y no vuelve a sus sentidos,

�qui�n ser� nuestro Emperador?

�Vuestra madre,

que tambi�n est� loca y ha regresado
a una segunda juventud?

�Vos,

con s�lo diecis�is a�os
y que aun jug�is con mu�ecas?

Entregad vuestra virginidad a Tirante,
que es como darle la llave del lmperio

a un fuerte caballero que nos salvar�
a todos de muchos males.

�A qu� esper�is?

Dios misericordioso,

�por qu� no puedo tener
una boda como las dem�s,

una boda con banquete?

�Y por qu� no podr� ofrecerme al
hombre que ame cuando sea mi marido?

�Por qu� cre�is?

Porque sois la princesa,

porque ten�is un padre chocho
y una madre demente,

y el lmperio depende de vos.

Oh, se�or Jesucristo,

Dios y hombre verdadero,
que plega a tu sant�sima persona

de querer dejar poseer esta corona
a mi se�or Tirante

con t�tulo y se�or�o
de todo el imperio de Grecia,

para despu�s de la muerte
de mi se�or padre.

La princesa es vuestra,
mi se�or.

Me ofrec�is el para�so

cuando tengo grandes losas
atadas a los pies y a las manos.

Yo os valer�.

�Es tu voluntad, princesa?

Lo dir� con tristeza de coraz�n.

Yo me he puesto tan adelante
que tornar atr�s ya no s�,

y si quieres que as� se haga,

no debo rehusar lo que tanto ans�as.
Sin embargo,

te demando que te plega
quererme conservar mi pudicia,

y que por ti no sea violada.

Es harto claro que mi se�or Tirante
est� a punto de reventar,

y que el cobijo que la princesa
tiene en la entrepierna

declara su apetito como cuando
la boca se hace agua ante un manjar.

Dejaos pues de tonter�as
y entrad en el placer

que ambos dese�is
y que os corresponde.

Aunque sospecho que mi deseo
nunca ser� cumplido,

yo jam�s lo pondr� delante
del ruego que la princesa me hace.

Ahora eres mi se�or,

y ser�s mi se�or tanto
como la vida me acompa�ar�.

�No quiero saber m�s
de vuestros amores!

Si viniste de virgen, te fuiste
de virgen, a mucha verg�enza

y confusi�n de los dos.

Esto se acab�.

Me env�a ante tu majestad

el se�or de los se�ores
de la mahom�tica secta,

el gran Sold�n de Babilonia,

Mohamed lV,
hijo del gran Mohamed lll.

Por voz de nuestro excelent�simo
sold�n, vengo a decirte, se�or,

que si tu majestad
desea armon�a y concordia,

el Sold�n te podr� tener
por padre y t� a �l por hijo,

si le querr�s dar como premio

a tu hija Carmesina por mujer,

con tal pacto y condici�n

que si ella pariese hijo,

�ste haya de tener la secta
de nuestro santo profeta Mahoma.

Y el Sold�n, en recompensa
de dicho matrimonio,

te devolver� todas las ciudades,
castillos y palacios

que ha tomado dentro de tu lmperio.

Embajador,

nuestro venerado Jesucristo

nos ordena comulgar
en su Santa fe cristiana.

Yo suplico al Gran Sold�n,
en su inmensa bondad,

que no me deje hacer cosas que sean
contra nuestra Santa fe cat�lica,

y que me libre

de dar a mi hija
por mujer a hombre que,

aunque merecedor
de nuestro respeto,

es de ley diferente de la nuestra.

No olvides que tu invencible capit�n

tiene las patas rotas.

Materia tan importante
requiere un tiempo de meditaci�n.

Volved ma�ana, se�or Embajador.

Sed prudente y aceptad

lo que vuestros padres decidan
en justicia y raz�n.

Se trata de la buena paz para todos.

Por fin, princesa, por fin.

Ahora gritad, decid y exclamad
lo propio de una doncella.

No quer�is vencerme, mi se�or.

Permitidme que os pueda resistir.

�Ay, se�or!

�Por qu� hac�is tanto da�o
a la cosa amada?

No sig�is, por piedad.

�Tened piedad
de esta pobre doncella!

Yo amo.

Oh, triste esperanza.

Aqu� ten�is a una princesa vencida.

Con el dolor
propio de quien ha nacido y crecido

en lo que entendemos y creemos
es la �nica y verdadera fe,

con el convencimiento

de que nuestra decisi�n es prudente
y trae la paz a los pueblos,

hemos decidido aceptar
las condiciones del Gran Sold�n

siempre que,
si lo que naciera fuese ni�a,

nos sea entregada
para ser educada en nuestra fe.

ld pues en busca del Gran Sold�n,

y decidle que en este punto

le entrego por esposa
a mi hija Carmesina.

No puede ser.

No puede ser.

No puede ser
porque desde hace unas horas

llevo la simiente de Tirante
dentro de mi cuerpo,

y prego a Dios
que prenda en mis carnes.

Tendremos guerra.

Atr�s.

�M�talo, m�talo!

�El turco ha muerto!

Tengo un dolor muy grande
en mi pecho.

Los f�sicos est�n en el campamento.
Pronto os aliviar�n.

Diafebus, amigo...

Me muero.

Quiero ver a Carmesina.

Ll�vame ante Carmesina

�El gran Turco ha muerto
a manos de Tirante!

�El gran Turco ha muerto
a manos de Tirante!

�Diafebus!

Tirante est� peor.
Se ha desvanecido.

Ha muerto.

En marcha.

Escribi� esta nota

unas horas antes de morir.

"Cruel fortuna no ha querido
que pudiera morir en vuestros brazos.

El fin de mi vida hubiese sido
as� menos amargo.

Guardad mi recuerdo
y encomendad mi alma al creador,

de quien la recib�, y a quien
ahora se la devuelvo con dolor.

Os besa pies y manos
vuestro Tirante."

�D�nde est� mi Tirante?

�Puedes o�rme?

�D�nde est�s?

�Puedes ver desde ah�
c�mo se ha roto mi coraz�n?

�S�lo quiero la muerte!

�Y prometo morir!

Porr�n de vuelta a casa.

Desde hace dos d�as navegamos
por el mar de M�rmara

con tierra a la vista
por ambos lados.

Solo que en esta ocasi�n,

Asia est� a babor
y Europa a estribor.

Europa a estribor.

La princesa Carmesina,

habiendo dejado voluntariamente
de comer y de beber,

muri� de inanici�n
dos meses m�s tarde.

El Emperador sucumbi�
poco despu�s a sus achaques

y al pesar de tan tristes
acontecimientos.

Hip�lito cas� con la Emperatr�z

y, poco despu�s, se convirt��
en el nuevo Emperador de Bizancio.

Placerdemiv�da es su asesora

y, seg�n dicen,
tambi�n su amante.

La Viuda Reposada encontr� alivio
en los brazos de un guerrero.

S�lo quedan cenizas.

Hemos sido expulsados del para�so.

Pero los turcos
nunca entraron en Constantinopla.

Hasta el momento.