All language subtitles for Fabiola (Blasetti, 1949) .MONTAJE. VHSRip ESP-25

Hace 1800 a�os, podemos estudiar la Roma
del siglo IV d. C. con un espejo.

A este lado podemos ver la efigie del dios
romano Jano, uno de los primeros

dioses paganos de Roma.

A este otro lado, el crism�n,
s�mbolo de la fe cristiana,

protegida por primera vez por
Constantino el Grande.

PRIMERA PARTE:
ESPEJISMO DE ROMA

Esta pel�cula est� dirigida a todas
las v�ctimas de la opresi�n.

A principios del siglo IV Roma ha alcanzado
- en el m�ximo de su dominaci�n-

la cumbre de su decadencia.

La miseria del pueblo
- devastada por tanta guerra-

contrasta con la riqueza de los
pocos que la han provocado.

Triunfa la corrupci�n
y el abuso de violencia.

Pero, desde hace tres siglos, se ha
alzado desde las clases humildes

una nueva palabra de justicia, fraternidad
y de paz: la palabra cristiana.

La sangre de siete persecuciones,
con las que se les quer�a oprimir,

los ha engrandecido.

El emperador Constantino - que domina la
Galia - tal vez ha sido tocado y la tolera.

Majencio - que gobierna en Roma-
la teme y se opone.

Nuestra historia comienza en un peque�o
puerto fluvial en el norte de la Galia

a la sombra del conflicto entre
los dos emperadores.

El tr�fico civil hacia Marsella y Roma
quedar� suspendido a las tres,

pasando a disposici�n del mando militar.

S�lo partir� la mercanc�a
de Fabio Severo.

Gracias, amigos.

�Lo llevas todo?

- Lo importante. Los regalos para mi hija.
- Hasta vernos en Roma.

Y di en Roma que pronto
ver�n soldados romanos.

Ten cuidado, que tambi�n son romanos
los soldados de Majencio.

- Majencio, todos africanos, todos b�rbaros.
- Los romanos est�n con Constantino.

- �Hasta la vista!
- �Hasta la vista, Quadrato!

- Todos apoyan a Constantino, menos t�.
- �Yo? �Uno de vosotros dos!

Se acab�. Despu�s de 20 a�os de servicio,
10 a�os de guerra y 3 heridas

ya he tenido bastante, �no?

T�, ven, lleva todo esto
a bordo y te llevo a Roma.

- �A qui�n llevas a Roma?
- A ese. A tu amigo que es m�s robusto.

Mejor no, espera. Ese no me va a entender y
vamos a ir arreglados. �T�, me entiendes?

- S�.
- �Qu� he dicho?

- Que lo llevas a Roma si te ayuda a cargar.
- Bravo. Coge esto, a Roma vienes t�.

�Rhual, no me dejes!

Esta embarcaci�n pertenece a Fabio Severo
Maximo, senador de transportes imperiales.

Toma.

Mira...

el r�o, luego el mar y despu�s Roma.

- Debe tener mucho dinero.
- �l.

En Roma, cuando se dice Fabio
es como decir "medio emperador".

�Eh, t�! �Qu� traes?

Grano de la Galia, para llenar
las panza de los Romanos.

As� los romanos llenar�n la panza de
los leones que he tra�do yo de �frica.

�Qu� romanos, cristianos!
Dicen que quieren matarlos a todos.

Me han dicho que el edicto
es cuesti�n de horas.

Salud.

�Eres el sustituto de Laviniano?

�Qui�n dio la orden de descargar?

- Yo, estabas bebiendo.
- Aqu� no se pierde ni un minuto.

- Regularidad.
- Muy bien.

- �Y la consigna?
- �Qu� consigna?

- �Abajo!
- �Qu� consigna?

- �Abajo!
- Mira, la l�nea del correo sale ahora.

Te he reservado un puesto.
En un par de horas comer�s en tu casa.

Gracias. Si he esperado 10 a�os puedo
esperar un d�a m�s. Regularidad.

Vosotros, coged los sacos
y llevadlos de nuevo a bordo.

Vosotros tambi�n, los sacos.
�A bordo!

�Esperad! �Dejad los sacos en tierra!

Decuri�n, �qu� significa todo esto?

�Rhual!

Eh, decuri�n. �Quieres ense�arnos
nuestro oficio? �Qu� pretendes?

Nada. Quiero contar los sacos, pesarlos
y con la tablilla en la mano,

- poner las contrase�as y hacer la entrega.
- �Y eso de qu� te sirve?

Me sirve para ver el grano que
va a los dep�sitos, el que va al pueblo.

- �Sabes qui�n habla tanto del pueblo?
- Los pobres.

Lo he sabido al momento, nada m�s verte.
�Sabes lo que eres t�?

- Un cristiano, un perro cristiano.
- Si me lo vuelves a decir, te mato.

A ti es al que mataremos pronto.

Los cristianos ten�is los
d�as contados en Roma.

- Como Constantino.
- �Cojo maldito!

- �Cerradle la boca!
- Llevadle al jefe del almac�n.

Al jefe del almac�n, al prefecto y al
emperador. �La boca no me la cierra nadie!

Calma, calma, aqu� se trabaja.

Aqu� la disciplina es necesaria como el pan.

- �Eres t� quien trajo el cargamento?
- S�, de la Galia.

�Y ahora no quieres entregar
el grano a Libio?

- �Qui�n lo ha dicho?
- Entonces a qu� viene este jaleo.

Roma tiene tanta necesidad
de... �c�mo te llamas?

- Quadrato.
- De Quadrato como de Libio.

Del que trae el grano como
del que lo distribuye.

Asado.

Daos la mano y volved al trabajo.

Pero yo tengo que pesar, contar
los sacos y poner los sellos.

Escucha, muchacho, te est�s
poniendo pesado. No lo ves,

nosotros los funcionarios, el estado
tenemos confianza en ti, y t�, pero...

�Con qui�n crees que est�s hablando?
�Qu� es lo que pretendes?

Quiero contar los sacos, averiguar
su peso y poner las contrase�as.

�Insin�as que todos somos ladrones?

- Quiero cumplir con mi deber.
- �Insultando a la autoridad imperial!

�Est�s loco!

�El prefecto!

- �Ladr�n, estafador!
- �Viva los cristianos!

�No me levantes la voz!

Y t� cierra la boca, o yo me
encargar� de cerr�rtela.

- �A m�?
- S�.

- �El prefecto!
- �Ahora del Mamertino no te salva nadie!

- �A qui�n van a encerrar en el Mamertino?
- A ti.

- A los explotadores del pueblo.
- El prefecto.

- �Eres t� el decuri�n llegado de la Galia?
- S�, yo soy.

- Muy bien. �Cu�ntos a�os de campa�a?
- 10.

- Bravo. �Impaciente por llegar a casa?
- Claro.

Pero antes de irte tienes que contar
los sacos, pesarlos y sellarlos.

- Es tambi�n un modo de servir a Roma.
- Pues eso es lo que quiero yo,

y me han tachado de cristiano.

Veo que eso est� llegando
a ser un t�tulo de honor.

Venga, a trabajar todos.

�Has visto? Rhual. �Qu� te dec�a yo?

Imb�ciles, por cuatro sacos de grano.

Nosotros sin harina, ni pan, ni nada
y encima nos lo restriegan por la cara.

Cuenta los sacos uno por uno. Sino esta
gente me va a robar hasta la nave. Ve.

- Basta ya con eso, decuri�n.
- �Basta?

Cuando pienso que me
hab�is tachado de cristiano.

�Cristiano por que? Tengo
cara de recibir bofetadas.

No entiendo.

�Ah, porque t� no sabes c�mo
se reconoce a un cristiano!

Quieto. Lo hago para explic�rtelo.

Est� claro que t� no eres cristiano.

Fig�rate que yo si lo fuese
y me dieses una bofetada. �Qu� har�a yo?

As�. Para que me puedas dar otra.

�No! Yo no soy cristiano y
entonces te la restituyo.

Una por otra. Comprendes,
es para que aprendas.

Vamos con los sacos. Vamos.

Esc�chame.
�Es cierto que vienes de las Galias?

S�, as� es, de las Galias.

- �Es cierto que...?
- Tarsicio, d�jale trabajar.

Es tuyo.

Quince.

No se te cay� hace poco.

No importa. Es un amuleto.
Me lo dio mi madre.

Ya conoces a las mujeres.
Dice que da suerte.

- Y t�, �ya no lo quieres?
- 16, 17, 18. No, lo he tirado.

- �Lo has tirado?
- �Supersticiones! Yo no las creo.

Creo s�lo en lo que se toca. Diecinueve.

Uno dec�a como t�. Dec�a que el arco iris
no existe porque no se puede tocar.

21...

Y cuando en su agon�a gritaba
que no quer�a morir,

le dijeron: "La muerte no existe,
no se puede tocar".

Di la verdad.
�Tienes miedo?

�Miedo yo? Lo que pasa
es que no soy cristiano.

Adem�s, un gladiador no
tiene miedo de nada.

- �Oye, peque�o! �D�nde llevan todo eso?
- A casa de Fabio.

- Esta noche da una gran fiesta.
- �El caballo tambi�n es para Fabio?

- �Tambi�n el caballo?
- Tambi�n el caballo. Es bonito, �eh?

23, 24... Lo ves, todo de Fabio.

Si me dijese: "quieres trabajar
para m�", esa ser�a mi fortuna.

�Nos vamos ya?

Es mi sobrino, se llama Tarsicio
y yo me llamo Luciano. �Y t�?

�Rhual, Rhual!
�Cu�ntos sacos van ya?

- 27.
- 26.

- 26.
- Perfecto.

Hasta pronto, Rhual.

�Luciano!

Fabio Severo Maximo a los hu�spedes
de su villa junto al mar. Salud.

- S�, Rhual, este es nuestro amo.
- �l no pod�a decirte "trabajar�s para m�".

�l es Fabio Severo y no es
m�s que una estatua.

Te lo ha dicho un siervo suyo,
pero te ha alegrado igualmente, �eh?

Adem�s, pronto combatir�s como gladiador
delante de �l, y de mucha gente ilustre

que te aplaudir�n.
Y ahora abre la puerta.

Te queda todav�a tiempo
antes de que te llamen,

para dar una vuelta con el caballo
que te gustaba tanto.

- �De veras?
- Ve.

- Ac�rcate a la fortuna... como la llamas.
- Gracias, Luciano.

- Ven, ven.
- �Y si llaman a los gladiadores?

No temas, empiezan a comer ahora. A los
gladiadores les llaman siempre al final.

La vida es bella, Tarsicio.

�Qu� haces t� aqu�?

�No me contestas?

Te miro.

- �No sabes que no se puede entrar?
- Mucho mejor.

- Quien no osa no llega jam�s.
- �D�nde?

�Qui�n sabe, lejos!

- �M�s lejos!
- �Donde lleg� el emperador del caballo!

- �La estatua de la playa?
- �Qui�n sabe donde quiso llegar ese!

S�lo es un bloque de piedra.

�Pero entonces, hace poco me has visto?

La puerta, �la has abierto t�?

�Me quieres llevar en tu caballo negro?

- �Y si te digo que no?
- Te lo ordeno.

- Ven aqu�.
- No.

- �Eres siempre as�?
- �Por qu�?

- Ven aqu�.
- No. Ven t�, el lecho est� dispuesto.

Mu�vete.

Ahora le pediremos a la luna...
lo que queramos.

Cuando dos se encuentran por primera vez
al claro de luna, les sucede lo que desean.

�No lo crees?

No.

Lo sab�a.
T� crees solamente en lo que se toca.

- �Y t� qu� sabes?
- Lo veo.

�Puede ser?

�He conocido a uno como t�!

Uno que dec�a que el arco iris no
existe porque no se puede tocar.

Despu�s, en su lecho de muerte,
gritaba que no quer�a morir.

Y le dec�an. �Por qu� gritas? �De qu�
tienes miedo, de la muerte?

Si la muerte no existe, no se puede tocar.

Te ha hecho efecto esta historia... a m� no.

- �Qui�n te trajo aqu� esta noche?
- La fortuna.

�Pero t� no crees tampoco en ella?

Esta noche... quiz�.

- Buenas noches, Rhual.
- Buenas noches.

Es maravilloso estar as�,
mirando el cielo juntos.

- Es tan bonito.
- S�.

Qui�n sabe qu� habr� en el cielo.

El cielo es muy grande... me da miedo.

Entonces cierra los ojos,
y no tendr�s miedo.

�No!

�Fabiola!

�Fabiola!

�Fabiola!

�Por qu� nos escondemos?

�Fabiola!

F�jate en estas piedras tan raras.
�Qu� ser�n?

�Una estrella! Ha ca�do del cielo
para ti. �Buena se�al!

Antes, cuando cerr� los ojos, hab�a deseado
poder hacerte un regalo. Aqu� tienes.

- Fabiola.
- Es un bello nombre.

Es la hija de Fabio.

De veras. �Fabio tiene una hija?

�Es joven? �Bonita?

Bien. Se hace tarde, debo regresar.

�D�nde?

Con Fabio. Estoy invitado.

A lo mejor llego a ser su amigo.
Amigo de Fabio. �l tiene dinero y poder.

�Poder!

- �Y qu� m�s?
- Manda.

�Hasta en el arco iris y en la muerte?

Eso es una estupidez.

�Y por qu� la contaste entonces?

Bueno... v�monos que es tarde.

- Vete.
- �Y t�?

Vete.

Esc�chame. �Piensas que
no me gustar�a quedarme aqu�?

- Entonces qu�date.
- Cr�eme, no puedo.

Tampoco yo te lo pido.

No puedo, pero regresar�,
te lo aseguro. Y lo har� pronto.

�No lo crees?

Y si te digo que si me dejas esta noche...

- no te ver� mas.
- Escucha.

Trata de comprenderme. La vida empieza
esta noche para m�. Entiendes.

Y si yo sufriese tanto, que muriera.

Me lo dijo tambi�n mi madre,
y la abandon�.

Sue�o con Roma desde que era un ni�o.

La fortuna me trae a casa de Fabio.
Por fin me encuentro aqu�...

y t� quieres que renuncie. Pronto vendr�
a por ti y ser� con un carro lleno de oro,

y con cien caballos.

No te aburrir�s, ya ver�s.
Al�grate. Ven.

- D�jame.
- �Quieres que te deje aqu�?

- �Te ordeno que me dejes!
- �A�n me lo ordenas?

�Rhual, no me abandones!

�Regresar�!

�Fabiola!

Fabiola. Todos busc�ndote y t�...

Fabiola, �dime qui�n era?

No. �D�jame adivinarlo!
�D�jame adivinar!

Un hombre joven, moreno, esbelto...

Pero, Fabiola, �qu� llevas ah�?

�Sira!

Esta noche... no s� ni lo que hago.

T� puedes hacer lo que quieras,
yo soy tu esclava.

- Tu padre me compr� para servirte.
- No digas eso. Eres mi amiga, lo sabes.

Y el afecto que sientes por m�,
mi padre no lo ha comprado.

Dime que lo olvidar�s.
Sonr�eme.

A esto no est�s obligada.

S�, sonr�e.

Ven.

�Ay�dame a ser feliz! �Es tan dif�cil!

S�, a los cristianos.

Y ahora, os invito a todos a beber
a la salud de los cristianos.

�Vivan los cristianos!

�Por qu�?

No hemos llegado a un punto,
en que esto se grita en las calles.

�Qu� dice el anfitri�n?

Que los peces se hicieron para nadar,
y mis invitados para beber.

�A tu salud, Manlio Valerio,
y a la m�a, desde luego!

�Sabes qu� edad tiene este Palerno? 102
a�os. Un vino vive m�s que nosotros.

Aunque t� creas, Antoniano, que a
partir de un n�mero de millones

ya no nos morimos.

Pero, Fabio, Manlio Valerio tiene raz�n.

Alegraos, amigos, el d�a es
menos que un instante...

Es imposible que nadie lo pueda detener.

Te das la vuelta y te das cuenta
de que ya es medianoche?

- Bravo, Fabio. Siempre tienes raz�n.
- Claro, disfrutar el instante que pasa.

- �Eres grande, Fabio!
- Manlio Valerio.

T� que siempre has combatido como
"leones", de qu� tienes miedo ahora,

- �de las "hormigas"?
- �"Hormigas"?

�Qui�n tiene miedo de las "hormigas"?
Y mientras tanto roen.

�No! Bebe, Manlio Valerio.

Hace 300 a�os que trabajan las "hormigas"
cristianas. 300 a�os, recordadlo.

- Pero si est�bamos all� esta ma�ana.
- �En el puerto!

�Qu� ha sucedido?

- �Han incendiado las naves?
- �Han saqueado los almacenes?

Peor.

Peor. El prefecto, ministro de Majencio,
ha tenido que tratar de igual a igual.

- A un soldado cualquiera.
- �Porque era cristiano?

Porque es cristiano el aire que se respira.

Quiz�s en medio de nosotros haya
cristianos. Est�n por todos lados.

- �No lo sab�ais?
- �Aqu� hay un cristiano!

Los encontrar� a todos, uno por
uno, si me lo encarg�is a m�.

Los conozco por la cara.

�Fijaos qu� cara!

- �Es un cristiano!
- �Corvino! �Basta!

- Es tan s�lo un muchacho, amo.
- �Ven ac�! �Ven!

- �Qu� quieres de m�?
- Desear� tu carro.

�Pero si yo se lo doy, qu� voy a hacer?
�Puedo llevarme el tuyo?

�No, no es as�! Lo que hay
que hacer es repartirlo.

T� te llevas una rueda, �l la otra, yo
el resto y despu�s vamos a pie.

Imb�ciles, idiotas.

�Deja que lo vea. Nunca he
visto un cristiano de cerca!

�Lo hab�is notado?
�Lo reconozco por el olor!

�Callad! �Aqu� est�! Fijaos todos
lo que hace temblar al Imperio.

Y contra lo que exig�s una
sentencia de muerte.

D�jalos hablar, Luciano. Tal vez el de hoy
sea un gran d�a para ti. Ya ver�s.

�Armodio!

- �Todo dispuesto?
- S�, amo.

Entonces, vamos.

No hay en el mundo amos ni esclavos.

Muy bien, Fabio, somos todos
iguales, dicen los cristianos.

�Peor! Dicen que los amos son ladrones
o hijos de ladrones.

- Tienen raz�n.
- �Peor todav�a!

Dicen que los �ltimos ser�n los primeros.
Los siervos, sobre los amos.

As� que los esclavos se sentar�n
en tu mesa, dormir�n en tu lecho

- y te lo arrebatar�n todo.
- �Ser� divertid�simo!

Siempre de acuerdo con Fulvio, a no ser
que te rega�e m�s que �l.

�Toma! Te gusta, �eh?

- Te llaman.
- Amo, ha llegado el prefecto de Roma.

- �Tertulio Galba aqu�?
- S�, amo.

�Es tu padre!
�l te dar� el resto.

- �Qu� hago?
- �Sira!

Enc�rgate de que pueda
regresar a Roma pronto.

T�, te olvidas esto.

Se�ores, si hay alg�n cristiano entre
vosotros, traigo buenas noticias para �l.

El Emperador no ha firmado el Edicto.

Lo que ha sucedido esta ma�ana en
el puerto le hizo sopesar su firma.

�Lo de los almacenes?
�Pero necesita algo m�s para decidirse?

Un pretexto al menos.
Una provocaci�n.

�Un cad�ver! �El cad�ver de alguien
asesinado por los cristianos!

Por ejemplo, querido Fulvio.

Si esta ma�ana te hubieses dejado matar
en el puerto. �Un muerto de tu importancia!

�Qu� esc�ndalo!

�Qu� hermosa ocasi�n desperdiciada!

El Emperador hace bien. La sangre trae mala
suerte y los Edictos no sirven para nada.

Adem�s, hay que reconocer
que el mundo cambia.

Queridos amigos. Os invito a admirar en
Tertulio Galba, algo que nos falta a todos.

Una lealtad fuerte y pura.

Hace m�s de tres horas que me niego a
decir que ver� al Emperador ma�ana,

y hace tres horas que vosotros est�is
aqu� por esto, fingiendo ignorarlo.

Tertulio Galba, viene y me dice:
"S� que ver�s al emperador ma�ana,

consigue el edicto".
He aqu� mi respuesta, Galba.

�Armodio!

- Enorme.
- �A qui�n se parece?

Poderoso se�or. Mi respuesta est�
dentro del jabal�.

Tu perro, Fabio.

�Fuera los perros! Y acercaos vosotros,
que sois mis fieles y queridos amigos.

�Venid todos! T� tambi�n, t� tambi�n, Galba.

Veamos. "La tapadera tiembla porque
el agua hierve en el puchero".

Y quer�is comprimirla y eliminarla,
y el humo se esparcir� y desaparecer�.

Lo que vosotros tem�is es quedar
arruinados y sin poder,

porque el cristianismo le da la libertad
a los esclavos, �verdad?

Y t�, �t� no lo crees?

�Trincha!

�Armodio!

Armodio, �de d�nde cogiste las palomas?

- De tu palomar, amo.
- Y ahora que son libres,

�d�nde crees que ir�n?

Volver�n all�, amo.

Y si liberto a mis esclavos, �ad�nde ir�n?

Con Fabio. Porque en su casa podr�n
trabajar, comer y dormir.

El tiempo corre, oh divino
Majencio. Le dir� ma�ana:

"Es tonto quien pretenda pararlo
por la fuerza.

Sabio quien le precede con el pensamiento".

Majencio. �Quieres que tu nombre resuene
a lo largo de los siglos?

�Protege a los cristianos!

- O se ha vuelto loco o es un traidor.
- Hace el juego de Constantino.

- �Fabio!
- �No, trato de salvar a Majencio!

Trato de impedir que Constantino
lo preceda.

Constantino no nos amenaza con
soldados, sino con ideas.

Nos traicionas a todos.
Est�s borracho.

�No, no es el vino el que
traiciona! �Es el miedo!

�Cu�ntas han sido las persecuciones
hasta hoy? Siete.

�Cu�ntos eran los cristianos
en la primera? 200.000,

�y cu�ntos son ahora? 20 veces m�s.

No te parece clara la cuenta.

Pero esta vez vamos a llegar
hasta la ra�z. Extirparlo todo. Todo.

Eso es, todo, hasta el �ltimo. Porque si
queda uno, uno s�lo, �ay de vosotros!

�Y ay tambi�n de m�!
Hay que matarlos a todos.

- �Todos?
- Y sus amigos.

Y los que los admiran o los compadecen.

Cuando hay�is matado a todos os
encontrar�is con que hay otra vez el doble.

�Porque sois est�pidos, porque no basta
con tener esto, hay que tener esto otro!

�Hay que comprender que la
sangre trae mala fortuna!

�Llegas a tiempo, Fabiola!
Tu padre ha perdido la cabeza.

Entre �l y vosotros, es siempre
�l quien ve m�s lejos.

Gracias, hija.
�Luciano! �Luciano!

En verdad, la belleza es siempre cruel.

�Venid todos!

Le has animado y es capaz
de hacer cualquier tonter�a.

No lo creo.

�Venid! T� tambi�n, todos.
Escuchad. �Escuchad todos!

Escucha, Luciano, lo que
te promete tu amo.

Vendr� el d�a en que t�, Luciano,
y todos mis siervos cristianos,

beber�is el agua de la libertad.
Vosotros los primeros, Luciano.

Porque vosotros se la dar�is a otros
hombres. Os la merec�is y yo os la dar�.

Armodio. Que venga un escriba.

Pero ese d�a, amigo m�o, ser�s feliz
y deber�s llorar.

Y todos tus compa�eros ser�n felices
y llorar�n contigo.

En �frica, en la Galia,
y en las m�s oscuras calles de Roma.

Porque cuando vosotros se�is libres...
yo habr� muerto.

Este es mi testamento.

- �Lo hab�is o�do?
- �Qu�?

En cualquiera de mis posesiones
donde vivan.

- �Qu� sucede?
- El amo est� hablando.

- �D�nde?
- Ah� fuera.

Cualquiera que sea su edad,
hombre o mujer...

- Silencio, yo tambi�n quiero o�rle.
- Nos est� liberando a todos.

- Silencio.
- �Qui�n est� hablando?

Todos mis esclavos cristianos...

tendr�n la suprema recompensa
de su fidelidad.

El mismo d�a de mi muerte,

ser�n libres.

T� que estabas arriba y lo has o�do bien,
�es verdad que nos va a liberar a todos?

�Cu�ndo? Luciano, habla.

�Eh? Vamos, trabajar, trabajar.

�Los gladiadores!

- Ha dicho que nosotros solos.
- �Ha dicho todos los esclavos cristianos?

Id vosotros a preparar el ba�o.

- Los gladiadores.
- Luciano, estoy contento.

No oyes. Nos est�n llamando.

Te toca a ti. Buena suerte.

Suerte, Rhual.

Y t�, estate dispuesto.
Apenas termine la fiesta vamos a Roma.

Lo siento, jovencito,
tendr� que hacerte da�o.

�Est�s borracho perdido!

- Estoy completamente l�cido.
- Si quieres hacer bufonadas.

Esta bufonada es el acto m�s sabio
que concibi� una mente romana

- en los �ltimos tres siglos.
- �En estos momentos?

�Un acto en favor de los cristianos!

�Natural! As� se har�n cristianos
tambi�n los que no lo son,

y todos cristianos, es igual
que ning�n cristiano.

- Yo me voy, Fabio.
- No, no, qu�date.

- �Por qu�?
- Me interesa.

Pero, amigos, �por qu�
tanto esc�ndalo? �Sira!

Este acto tan cuerdo de nuestro Fabio
no puede hacerlo, y no lo har�.

- �Quer�as esto?
- S�.

Demostrar�a que est� realmente envejecido.

�Viejo yo? Mira mis m�sculos.
�Os enterrar� a todos!

�Cuando despiertes no recordar�s
ni una palabra de esta comedia!

�Y eso qu� importa, todo est� escrito!

Pero lo que est� escrito se puede
borrar o destruir, �no?

A menos que no est� proclamado
y difundido por todas partes...

y esta misma noche.
�No te parece, Fulvio?

�Mirad, es igual que su padre!

�Armodio!

No. Los gladiadores todav�a no.
Ven ac� t�.

Que 5 jinetes de la decuria de mensajeros
partan inmediatamente

con las copias del testamento,
y las lleven a todas mis tierras.

�Ah! Deber�n ser los 5 cristianos.
Es m�s seguro.

Que vengan aqu�, al pie de esta
escalera con sus caballos.

Les entregar� las copias
yo mismo. Vamos.

Y ahora, queridos amigos, �divirt�monos!

Es listo el muchacho.

�Muy bien, Reciario!

�Con que dec�s que estoy viejo,
eh, que estoy borracho!

Bien, ahora lo vais a ver.
�Gladiador!

2 sestercios si me vences.
Y 50 si me dejas vencer.

Armodio, ay�dale.

Aqu� estoy. Ahora ver�is si soy viejo.

�Adelante! Un poco de valor,
jovencito. Vamos.

�Has comprendido? 100.

- Bravo, Fabio, no te dejes vencer.
- Armodio.

�Listo!

200.

1000, 1000 sestercios.

- �Es �l?
- S�, es �l.

- Bonita lecci�n.
- Fabio empieza a perder.

- Bravo, jovencito. Buen golpe.
- No, bravo, brav�simo el muchacho.

Pero el encuentro no ha acabado.

Lo que necesito es un buen ba�o.

- �Un ba�o de juventud, Fabio!
- �Y prolongado!

Lo veremos dentro de poco.
En el segundo asalto.

- Gladiador...
- Armodio,

llama a Luciano inmediatamente

Escucha un momento, muchacho.

- Aqu� necesitamos militares, no reciarios.
- �Prefieres el circo o el cuartel?

- El cuartel.
- �Infante o caballero?

Pretoriano.

- Corres demasiado, muchacho.
- Por eso llegar�.

- �Coronamos al vencedor?
- �No! Ac�rcate.

�Has o�do?

Este honor me pertenece a m�.

A la hija del vencido.
Ven.

Ac�rcate.

�Tienes miedo?

�C�mo te llamas?

No, no me lo digas.

Dame la mano.

Sira, l�esela.

Dame.

Es la mano del heroico vencedor.

La l�nea de la fortuna es profunda.
Tiene tambi�n el signo de la gloria.

Ser�s siempre afortunado.

Dame, no la has le�do bien.

La raya de la fortuna es profunda,
es verdad. Un gran destino.

Pero en tu camino cu�ntas l�grimas,
y cu�ntas has hecho ya verter.

Veo una mujer anciana.
�Qui�n es? �Tu madre?

Y una joven abandonada en
la playa, llorando sola.

Creo que te importa.

Quieres llegar muy lejos, �verdad?

El signo de la gloria es profundo.

�Amigos,
debo anunciaros una gran noticia!

�Escuchadme, venid todos!
�Lucilla, ven aqu�!

Una gran noticia.

Tenemos entre nosotros
a un futuro emperador.

Mira, es la corona de mi padre.
�Te basta por ahora?

Aqu� est�. �Ahora terminad!

Llevad al emperador a la
cocina para que coma.

Y nosotros, amigos, vamos al ba�o.

�Sira!

�Qu� haces aqu�?

Ve a prepararme el ba�o.

- Fabiola.
- �Quitadme todo eso de delante!

- Tu padre te llama.
- �No serv�s para nada!

- �Quitadme la t�nica!
- Que no se vaya ese gladiador.

�Vamos, r�pido!

Y t� env�ame aqu� a ese gladiador,
se lo har� pagar yo con mis propias manos.

Dir� en Roma: "He vencido a Fabio".

Ha vencido a Fabio, pero saldr�
negro de aqu� de golpes.

Fuera. Y vosotros, tambi�n.

�He dicho fuera!

Ven, hija m�a. Hoy te necesito.

Ten�a una antorcha encendida
en la cabeza y todos riendo.

�Canallas!

Nos odian porque somos fuertes, Fabiola.

- Habla, dime que tengo raz�n.
- S�, tienes raz�n.

- Y lo seremos todav�a m�s.
- Y estaremos m�s solos.

S�.

No lo comprenden esos
est�pidos sanguinarios.

Ninguno de ellos comprende
que estaremos solos.

No encontraremos un siervo para encender
el fuego sacro ante la estatua de J�piter.

- Tendremos que encenderlo nosotros.
- No, padre, no hables. Te fatigas.

Cada d�a entre nuestros siervos,
surgen cien cristianos m�s.

Incluso yo mismo.

Debo decirte que cuando pronuncio
el nombre de J�piter...

siento que pronuncio s�lo tres s�labas,
y nada m�s.

�En qu� est�s pensando? Dime.

Dame un beso.

�Sabes por qui�n trabaj� toda la vida?

Por Roma, por el emperador, dicen
ellos. Historias. He trabajado por ti,

y quiz� haya robado por ti. Quiz�s,
s�, es verdad. He robado...

pero todos roban ahora.

- �Qu� tienes? �Est�s disgustada conmigo?
- �Por qu�?

�No eres feliz?

�No eres feliz?

Nunca me lo hab�as dicho.

Ni yo misma lo sab�a.
Lo comprend� esta noche.

�Hay una sola cosa en el mundo
que yo te haya negado?

No.

Y tampoco existe cosa alguna
que yo no te pueda dar, lo sabes.

S�. Quiz�s sea por eso.

- �Por eso! �C�mo por eso?
- Est�s cansado. No te atormentes.

Pero si vivo para ti. He acumulado tesoros
para ti, y dices que eres infeliz por eso.

No, no te creo, no es verdad.
S� lo que tienes, s�.

Verme ca�do como un esclavo.
Me cogi� traidoramente el maldito.

Le han pagado. Le han dicho:
"Ti�ndele en tierra y te daremos el doble".

Le hice llamar.

Le har� escupir la verdad,
y si no habla, le arranco la lengua.

- �No, no lo har�s!
- Le dar� 100 latigazos.

- Contra un muchacho inocente.
- Y ser�s t� qui�n los cuente.

�Ah, s�? Entonces no volver�s a verme.

- �Hasta ese punto le defiendes?
- Si no le hubiese encontrado esta noche,

quiz�s hubiese muerto.

�Fabiola, Fab...!

- Hab�is venido a ver a un hombre acabado.
- No, si despu�s de tu hija

- yo soy el que te quiere m�s.
- Y porque tememos por tu vida.

Lo que has hecho hoy es grave.
Has ofendido el prestigio de Majencio.

�T� tambi�n lo crees?
Galba, �callas para no mentir?

No, porque es in�til hablar. Te conozco.

Es Fulvio quien ha querido dejarte
reflexionar durante unos d�as.

Tu opini�n es lo que me importa.

Tu gesto ser� como un guijarro
arrojado al agua y llegar� lejos,

- A todos los puntos del imperio.
- Quiz�s ni t� sepas a d�nde llegar�.

S�, lo s�. Mi nombre es grande.

Sobre mi tumba se leer�:

"M�s rico que el emperador,
temido como el emperador

no ha hecho feliz a nadie,
ni tan siquiera a su hija".

- Pero ahora no se trata de nosotros.
- Se trata del imperio. Se trata de Roma.

�Roma? �Eres hip�crita como una esclava,
es vuestra bolsa y no Roma!

�Basta, Fabio!

�Qu�date! �Hay que tomar
una decisi�n inmediata!

�Marchaos! �Marchaos todos!
Quiero estar solo.

Quiero estar solo.
Solo como un perro. �Fuera, fuera!

Solo.

Solo.

Siempre he estado solo.
Solo como un perro.

Siempre he estado solo.

Fabiola.

�Fabiola!

Rhual.

Rhual.

�Rhual!

�Eh, vosotros!

- �Hab�is visto salir al gladiador?
- �Cu�l?

El que ha luchado con el amo.

No, y venimos de all�.
Le deber�amos haber visto.

- Luciano, �qu� har�s cuando seas libre?
- Yo ser� libre pronto.

Ya soy viejo, muchacho.

- �Saldremos pronto?
- En cuanto nos den las copias buenas,

no vaya a arrepentirse.

- Y t�, Claudio, �qu� har�s?
- �Yo?

Me tender� en un prado y comprar�
un esclavo para que me llame:

"Claudio, Claudio, Claudio", y yo callado.

- Todo el d�a tendido mirando el cielo.
- Rhual.

- Ese joven gladiador. �Qui�n le llamaba?
- Luciano.

- �Y se ha ido?
- Lo est� buscando.

�Luciano!

�Rhual!

�Qu� tiene ese animal?

�Qu� ha sucedido?

Quietos. Silencio.

Qu� p�rdida. Qu� gran vac�o
para nosotros y para el imperio.

- Era tan bueno, tan generoso.
- Grande.

- El hombre m�s grande de nuestro tiempo.
- Qu� dolor para Majencio.

�Qui�n pudo llegar hasta �l
despu�s de dejarle solo?

Los esclavos cristianos.
Los de la decuria de mensajeros.

- �Los has visto?
- Los encontr� en la terraza. Conspiraban.

- Prendedlos. Los interrogar� yo mismo.
- Prendedlos, arrestadlos a todos.

- �A qui�n?
- A los esclavos cristianos.

No hay nadie en esta casa
que no sea imputable.

- T� no puedes decir nada.
- Se separ� de su padre la primera.

- Mira, Galba. Mira con qu� le han matado.
- �Sacr�legos!

�Qui�n puede haber desafiado la ira
de los dioses con esta profanaci�n?

Los cristianos. Esta es su firma.

Baja.

Vamos, camina.

- Ahora grita cuanto quieras.
- Pero no saldr�s de aqu� sin hablar.

Te vas a tragar todo lo que has dicho.

Apartaos.

- Nos vas a decir el nombre del asesino.
- Porque t� lo sabes, �eh?

Est� Sebastian. Ya le he avisado.

- Esta es la que nos acusa.
- Es una v�bora.

- Nos odia.
- Nos odia.

Al entrar aqu� habr�s dirigido
tu pensamiento a Dios, Juan.

Qu� es lo que le has pedido al Se�or.

- No te lo puedo decir, Sebasti�n.
- �Y t�, Pedro?

Yo...

yo he pensado en esta y he dicho:
"Se�or, haz que confiese enseguida

la verdad y luego...
luego que pierda la lengua".

Y as� vuestras plegarias han atravesado
el cielo poblado de �nimas,

y han llegado a Dios.

�Y qu� hab�is pedido al Se�or? �Eh?

Vete, eres libre. Acomp��ala.
Perd�nalos.

Venid.

- Nosotros no hab�amos pensado matarla.
- Pero hay que defenderse,

si no ma�ana mismo saldr� el edicto.

El Se�or sabe que somos inocentes
y con eso basta.

Verdad que es doloroso que una calumnia
pese sobre nuestra comunidad,

pero es m�s doloroso
que se cometa un acto...

como el que hab�is hecho ahora.

Esta noche nos reuniremos todos aqu�
mismo, porque el momento es grave.

Despu�s de la ceremonia, todo el que pueda
dar luz sobre la verdad de este delito,

ser� escuchado.

El Se�or sea con vosotros.

�Se sale a la ciudad por aqu�?

S�, a la Nomentana. Ven

�No tienes miedo de que te denuncie?

Esa idea te espanta m�s a ti, que a m�.
Cuidado, desciende. Hay un escal�n.

�No tienes miedo?

�No has comprendido que he
sido yo la que os ha acusado?

S�. Pero tambi�n he comprendido que
no lo volver�s a hacer. �Verdad?

- �Qui�n mat� a Fabio?
- No lo s�.

�Por qu� no me miras?

M�rame a los ojos y repite: "No lo s�".

No lo s�.

Te creo.

�No preguntas? �No quieres saber
por qu� os he acusado?

No.

- �No preguntas tampoco qu� he visto?
- Si quieres dec�rmelo.

Yo tan s�lo deseo que puedas salvarte.

Escucha.

�Sebasti�n!

Esc�chame.

�Y en la villa viste s�lo a Manlio
Valerio y al gladiador?

- S�.
- �S�lo?

Solos.

�Y de una marcha tan precipitada
no se dio cuenta nadie?

S�lo Luciano y yo.

Por aqu� salimos a la Nomentana.

Gracias, Sira.

- �C�mo sabes mi nombre?
- Quien conoce a Fabiola, te conoce.

Y no te extra�a.

La vida es larga, Sira.

Mira, una antorcha no ha tenido tiempo
de quemarse, y ya est� cambiada.

�Cu�ntas antorchas pueden
consumirse en un d�a?

La vida es larga, Sira.
�Pero qu� tienes?

Quieren llevar a Fabio a Roma, y poner
al pueblo en contra de vosotros.

Mientras, los culpables estar�n entre
la gente, y la gente no los ver�.

Hay quien los ve.

Quien sigue cada paso de todos nosotros.

�Y qu� puedo hacer para ayudaros?

- Ya est�s cambiada. Vuelve junto a Fabiola.
- S�.

- Hasta pronto, Sira.
- Hasta pronto.

Sebasti�n, no hay nadie. Ya podemos salir.

�Fabio! �Por qu�, por qu�!

Las �ltimas palabras que mi padre oy�
de m�, fueron palabras amargas.

Jam�s podr� ya retirarlas.

�Por qu� no has arrestado ya a todos
los cristianos de la casa?

No los crees culpables...

- �Verdad?
- Demos tiempo al tiempo, Fabiola.

No me dices todo lo que piensas,
pero tengo fe en ti,

y te digo que quiz�s el asesino, hab�a
brindado un momento antes con mi padre.

Todos los que brindaron con �l,
estaban conmigo en el momento

en que se comet�a el delito.

Demos tiempo al tiempo, Fabiola.

�Vamos, habla! �Qui�n ha raptado a Sira?

- Pedro y Juan.
- Eso no basta al prefecto de justicia.

�Qui�nes son Pedro y Juan?
Habla claro. �Buenos romanos?

Llevan la cruz debajo de la t�nica.

- Han sido los cristianos los captores.
- Cierto.

Sira es un testigo muy importante
para los culpables.

- �Crees que est� en peligro?
- Todo es posible mientras tengan

las manos libres. Pero Galba
sigue buscando pruebas.

S�.

Vamos, Armodio. Comprendo
tu impaciencia,

t� amabas a Fabio y quisieras ver
a los culpables crucificados,

pero la rueda de la justicia es m�s
lenta que nuestro coraz�n,

m�s lenta... y m�s segura.

�D�nde ir� a buscar al culpable?
Vuela con la fantas�a lejos,

sobre todo lejos de los cristianos.

He llegado a sospechar de aquel
joven, el provinciano,

- el que t� coronaste en el banquete.
- �Por qu�?

- �Hay alguna raz�n?
- No, no hay ninguna, pero...

puedo inventarla. La justicia es
lenta, ha dicho, mas no ha dicho

que a veces es ciega y da pasos en
falso, cuando no se va en su ayuda.

Ah� est�.

Aunque en las persecuciones de Diocleciano
se llegaron a sacrificar m�s de 200.000...

cuando los cristianos se recontaron
por voluntad del Se�or,

su n�mero se hab�a duplicado.

A ti, Corvino quiz�s te lo
diga. �Comprendes?

Preg�ntale. Alguna cosa tiene que saber,
y esta noche se lo diremos a Sebastian.

�Crees que eso est� bien hecho?

�Corvino! �Tarsicio!

Cu�ndo vais a comprender que
no quiero veros pelear, �eh?

- �Lo hab�is comprendido?
- Ha sido �l.

No quiero veros pelear.

El prefecto.

S� que ayer estuviste en Ostia, en casa
de Fabio. Me lo ha dicho Armodio.

- �Qui�n te llev� all�? �Qui�n fue?
- Fulvio, pero sal� de all� cuando llegaste.

Lo s�. �Qu� tienes t� que
compartir con Fulvio?

�El lujo, el dinero, el vicio?
Recuerda que no eres rico.

�Reconocer�as al gladiador
que luch� ayer con Fabio?

- �Qu� lucha? Yo no estaba.
- �C�mo regresaste?

- En una carreta.
- No. A su edad con una bofetada basta,

y ya se la has dado. Otra se la he dado yo.

Desde hoy lo tendr�s encerrado
en la escuela hasta la noche.

S�.

- �Qu� te ha hecho?
- Nada.

- A ver.
- Nada.

�Y a�n sigues defendi�ndolo?
Corvino, �canalla!

- No es culpa suya.
- �Y de qui�n es?

Convendr�a tratarlo de otro modo.

Hacerle ver que se tiene confianza
en �l. Quererle mucho.

Leticia m�a. Eres un caso desesperado,
pero te entiendo.

- �Leticia!
- �Leticia!

- Leticia, �sabes qui�n es?
- �Leticia!

Dejadme pasar, �Faustina!

T�, lleva estas cosas arriba
pero sin romper nada.

- Faustina.
- Ha salido corriendo.

- �A la tienda?
- No, a la escuela.

- Quadrato, siempre igual.
- Y t� tambi�n.

- �Faustina! �Leticia!
- Por ah� viene.

- �Por d�nde?
- Por ah�.

- �Leticia!
- �Pap�!

�Leticia! �Leticia!

Tesoro.

Vieja pla�idera. T� tambi�n
tienes muchas canas, �eh?

Ahora quiero que nos hagas
un buen plato de caracoles.

- �Faustina!
- Aqu�, aqu�.

- Los caracoles.
- Ya llegan, pap�.

Qu� bien estos caracoles.

�Quer�is saber la verdad? En las Galias...

en las Galias despu�s de Leticia y Faustina
yo pensaba en los caracoles.

Qu� pena que te hayas quitado las trenzas.

- �No te gustan? Nunca los has comido.
- Jam�s los probar�.

- O los pruebas o rompemos las amistades.
- Lo que quieras, pero caracoles no.

Al menos uno.

- No, pap�.
- No insistas, no le gustan.

A ver si el maestro es como un ni�o.

�Qu�?

Me has devuelto la confianza
en la vida. Gracias a Faustina.

Escribiremos en nuestro libro que
al fin has comido caracoles.

- �Qu� libro?
- Una historia.

- �Qu� historia?
- La historia de los cristianos.

Me has de perdonar, Casiano, pero
me quiero librar de una duda.

Quadrato, �te has vuelto loco?

�Quadrato!

Menos mal.

- Tem�a que fuese cristiano.
- En efecto, soy cristiano.

- �Pero si me la has devuelto?
- A un enemigo se le da la otra mejilla,

- pero a un amigo no.
- Entonces eres cristiano.

No pongas esa cara. Debe ser como la m�a
cuando a�n no hab�a probado los caracoles.

- Ya vienen con el muerto.
- �Qui�n es?

- El muerto de Ostia.
- Fabio.

Qu� Fabio, �Fabio Severo?

- Le asesinaron anoche.
- �A Fabio?

- La reuni�n, d�nde.
- Corvino lo sabr� enseguida.

- Hemos de impedirla a toda costa.
- O mejor, prohibirla con un decreto

y luego sorprenderlos reunidos.
Pero es preciso que �l sepa...

levantar este maldito pueblo
en contra de los cristianos.

�Romanos!

�Pueblo generoso y justo, escuchad!

�El emperador ha llorado!

Con estas palabras consolaba esta ma�ana
a la desventurada hu�rfana

el ilustre senador Arborio Silano,
prefecto del pretorio.

Y como siempre, todo acto del emperador
es int�rprete del coraz�n del pueblo.

Porque todo el pueblo de Roma llora.

- �Y entonces?
- Primero, �d�nde ser� la reuni�n?

En las catacumbas de la Nomentana. Ahora�
�Sabes el nombre?

- La llave de la escuela.
- �Podr�s decirme el nombre del asesino?

Esta noche te dir� el nombre.
Marca el camino.

Cu�date.

La estatua de J�piter rota.

He aqu� el instrumento del delito.
El s�mbolo del sacrilegio.

�La firma de los asesinos!

- �Los cristianos a los leones!
- �Matemos a los asesinos!

V�monos ya. Vamos.

�Obedeced!

- �Romanos!
- �Romanos!

�Fabiola!

�Fabiola!

�Quieto, penitente!

�Miserable gladiador!

�Qu� sucede!

�Miserable gladiador!

�Al fin te he atrapado! �No has o�do que
te llamaba? Escapabas como un ladr�n,

- qu� como un ladr�n, como un asesino.
- �Pap�!

- �Sabes qui�n es? Este es aquel granuja...
- Pap�, le haces da�o.

- �Por qu�?
- Se call� all�. Le han pegado.

- No lo creo.
- Leticia, un pa�o.

Esta es Leticia, y esta mi hermana Faustina.
Al fin has encontrado alguien que te zurre.

- Pero ya no me ocurrir� m�s.
- Ten esto un momento.

�Qu� mir�is?

�Fuera de aqu�!

- �Mira c�mo te han puesto. Bonita carrera!
- S� que he hecho carrera.

- Soy decuri�n de los pretorianos.
- S�, pretorianos, no faltaba m�s.

- Tercera centuria.
- Anda, vamos a casa a tomar algo.

Si no lo crees, lo creer�s. Vendr� de
uniforme, y te dar� un cesto de naranjas

as� de grande para ella, y vino
para ti. Beberemos y brindaremos.

Rhual.

�Rhual!

Me has faltado cuando ten�a
m�s necesidad de ti.

- Perd�name.
- Roma hierve de mentiras.

He venido aqu� para no o�rlos m�s.

Especulan con la muerte
de mi padre. Hip�critas.

Deb�a haberse alejado de todos
los amigos de su padre.

Mi padre no tuvo jam�s amigos.

Perd�name.

�De qu� debo perdonarte?
La culpa no es tuya.

Cre� que te daba el placer de vivir.

No he sabido ser tu amiga.
Fabiola, te he dejado sola.

No digas eso. H�blame de ti, de los
cristianos. �Qu� te han hecho?

Pudieron matarme... porque ahora
s� d�nde se esconden.

Y uno de ellos me dijo: "Eres libre, vete".

Pod�a denunciarlos
y me han dicho: "Eres libre".

- �Los cristianos?
- S�.

- �Qu� hacen para defenderse?
- Nada, no temen a nuestra justicia.

Lo s�.

No han sido los cristianos.

- No han sido los cristianos.
- Es verdad, Fabiola.

Pero todos est�n contra ellos.

- T� has sido la primera en acusarlos.
- Lo hice por ti, por ayudarte.

Ahora es preciso decir la verdad,
aunque haga da�o.

�Qu� verdad?

Las dos sabemos qui�n fue el �ltimo
que habl� con tu padre.

- �Qu� quieres decir?
- Hace poco lo he visto esconderse

asustado entre la multitud, como acosado
por los remordimientos.

No es verdad.

�No es verdad!

�No ha sido Rhual!

Parece que sienta su voz.

No ha sido �l.

- �Vosotros no pod�is acusarle!
- Pero, Fabiola...

�Nadie tiene derecho a acusarle
si yo le amo!

Estoy dispuesta a suprimir a quien le
denuncie, incluso al que te ha libertado.

La culpa es m�a.

Es m�a la culpa de que hables as�.
Te pido perd�n una vez m�s.

Quisiera tener el valor de decir...

asesin� a mi padre...

y le amo.

No s� lo que digo.

No s� qu� es lo que quiero.

No me abandones, Sira.

Yo tambi�n tengo miedo de ser abandonada.

Debemos ayudarnos, Fabiola, t� y yo,
y juntas ir a pedir ayuda.

- �A qui�n?
- Me dijo:

"Una antorcha no ha tenido tiempo
de quemarse y ya est� cambiada".

�Luego t� sabes d�nde se
re�nen los cristianos?

S�.

Entonces, vamos.

A consecuencia de los des�rdenes
provocados hoy por los cristianos,

se proh�ben todas las reuniones
bajo pena de arresto inmediato.

Ser� otorgado un premio de 30 Denarios
por cada cristiano capturado.

Supongo que estar�s contento, Sebasti�n,
ha empezado la limpieza.

Deseo que Majencio diga que has sido el
primero en sorprender a los rebeldes.

�Cu�les? �Los que han sufrido
las acusaciones, las injurias,

todas las provocaciones hoy en el funeral
de Fabio y sin levantar la mano?

- Eres m�s temerario de lo que yo cre�a.
- Cierto que hubiera sido c�modo

ver reaccionar a los cristianos.
Sorprenderlos con las armas en la mano.

Con las armas, para poderlos
llamar rebeldes.

Quien no te quisiera tan bien como
yo, dir�a que eres cristiano.

Yo me limitar� a pensar que te aprovechas
de la particular benevolencia de Majencio.

No me aprovecho, trato de merecerla.

�D�nde est� el sello del emperador
en ese decreto?

- Lo ha emitido el mando militar.
- Es un abuso.

Yo no puedo dar �rdenes ilegales a mis
soldados. Traicionar�a su confianza.

Qu� dir� si me preguntan "Qui�n
nos env�a contra esos inocentes".

�Bien. Majencio sabr� c�mo juzgas
a los secuaces de Constantino!

Por esta actitud el mando de tu centuria
pasar� al decuri�n Rhual.

Llamad al joven gladiador que lleg� esta
ma�ana de Ostia con el proc�nsul.

Leticia, �has visto a Corvino?
�Qu� has sabido?

El Se�or est� contigo.

Es preciso tener cuidado, comprendes.

- �Y Sebasti�n?
- No puede venir.

- �Por qu�?
- Quiz�s lo sepa Casiano.

- �Has terminado ya de charlar?
- Me preguntaban si ven�a Sebasti�n.

Sebasti�n no viene.

�Es verdad que Sebasti�n no
puede venir? �Por qu�?

- �Me habr�n reconocido?
- �Qui�n?

�No las has visto?

- Lucrecia y Julia.
- �Ah, tus amigas!

- Las que ya no ven�an.
- S�.

Mira.

Se arrodillan delante de Luciano.

Delante de mi esclavo Luciano.

- �Cu�l es el que te ha liberado?
- No lo veo.

Estos j�venes estuvieron en el
funeral de Fabio esta ma�ana,

- y quieren hacerse cristianos.
- En el momento de mayor peligro.

- �Por qu�?
- Aquellos discursos, aquellos gritos

pagados contra vosotros, he dicho,
esto quiere decir que son inocentes,

- buenas personas.
- Yo estaba cerca de la litera de Fabiola,

a dos pasos, estaba tambi�n disgustada.
Odiaba como nosotros a los impostores,

- a los prepotentes. Por eso se fue de all�.
- Si quieres hacerte cristiano...

- �C�mo te llamas?
- Aurelio.

Si quieres hacerte cristiano, Aurelio,
aprende a no odiar a tu enemigo,

sino a perdonarle, y a amarle.

El amor cristiano debe ser m�s fuerte
que el mal, que el dolor, que el miedo,

- que la alegr�a. �Quieres?
- S�.

En el nombre del Padre, del Hijo
y del Esp�ritu Santo.

- P�rate. La se�al indica la Nomentana.
- Te equivocas.

Yo lo s�, me lo han dicho. �Deteneos!

Los soldados los mando yo.

�Y te los llevas por otro sitio?

He comprendido, �sabes?

Hoy es la primera vez desde hace a�os que
nos encontramos reunidos en este lugar.

La primera... y tambi�n quiz�s la �ltima.

Con el proceso por el asesinato
de Fabio Severo,

se quiere que una calumnia se
convierta en una sentencia.

Se quiere que los cristianos sean se�alados
al pueblo como asesinos,

para que sufran la suerte de los asesinos
que todos los d�as al amanecer,

son ajusticiados en el circo.

No, Fabiola, no han sido los cristianos.

El Se�or est� con vosotros.

Qu�date a esperarle, yo cuidar� de ellos.

�Has visto a un chico joven?

- Est� esperando a Leticia.
- No, no he visto a nadie.

Nuestro hermano Cayo Sulpicio,
est� aqu� para decirnos

que el prefecto Galba est�
decidido a averiguar la verdad.

Respondamos a sus preguntas.

Entonces, a Pedro y Juan los
escucharemos primero.

- Apenas sali� Fabiola de la estancia...
- Cuando llegaron Fulvio y algunos otros...

Entonces Fabio empez� a gritar
y los ech� afuera a todos.

- Y poco despu�s vimos a aquel muchacho.
- El gladiador.

El gladiador que se iba hacia �l.

�Os hab�a dicho por la Nomentana! �l fue
quien os hizo buscar por otra parte.

Parece que tiene miedo,
o que quiere perder tiempo.

A cientos se habr�n escapado. Nos ha
hecho perder centenares de sestercios.

�Eh, vosotros!

�Qui�n os ha dado la orden?

- �Qu� hac�is aqu�?
- Esto es lo que hacemos.

- Estaba yo equivocado, �eh?
- �Basta!

Agradezcamos al Se�or
el haberte iluminado, Sira.

- Entonces todo acusa al joven gladiador.
- �Por qu�?

Las apariencias pueden estar acumuladas
contra �l, como contra nosotros. No.

Cuando aquel muchacho me llam� la otra
tarde, su voz no era la de un asesino.

Era la de una criatura que necesitaba
ayuda. No, no podemos acusarle.

�Y tampoco si alguno le ha visto?

- �Qu� quieres decir?
- Habla, d�selo.

Vamos, valor.

Hay uno que sabe qui�n ha sido,
y viene aqu� para decirlo. Le espero.

Es un amigo. Un muchacho
que quiere ayudarnos.

- �C�mo se llama?
- Corvino.

Ah� est�n. Ah�.

Corvino.

Ya sab�a yo que al fin vendr�as.

�Qu� tienes?

�De qu� tienes miedo?

- �Qui�n los ha tra�do aqu�?
- �Est� contigo esta?

S�, est� conmigo.

No es verdad, no puedes haber sido t�.

No me lo puedo creer, �sabes?

- �Por qu� me llamaste ayer por la noche?
- Yo no he llamado a nadie.

- Has llegado a decuri�n, �eh?
- Asciendes deprisa.

Rhual.

�Qu� haces aqu�?

Fabiola.

�Sabes que arrestas a inocentes?

Fabiola.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

SEGUNDA PARTE:
LA SANGRE DE LOS M�RTIRES

Testimonio de Rhual, decuri�n de la
llI centuria de la guardia pretoriana.

Sebasti�n, �este es el decuri�n
de tu centuria?

- S�, es �l.
- Decuri�n Rhual,

si eres fiel a nuestros dioses,
enciende el incienso.

Romanos, las consecuencias de este
proceso pueden ser muy graves y largas.

Nuestro orgullo siempre ha sido
el triunfo de la justicia y de la verdad.

Respet�moslas en silencio.

- �T� sabes ya lo que va a decir?
- Pidi� autorizaci�n para testificar.

- �Confirmas y garantizas su lealtad?
- Lo confirmo.

Debes decir todo lo que has visto y o�do.

Habla, y dinos qu� has visto.

He visto morir a Fabio Severo.

Luciano me acompa�� hasta
la escalera, me dej� solo y baj�.

Fabio estaba sentado en un esca�o,
hablaba en voz baja.

- Lloraba.
- �Qu� te dijo?

No lo pude comprender. Hablaba muy
bajo, dec�a que quer�a estar solo.

Le o� decir solo, muchas veces.

Me dio pena y sent� que
mi rabia se desvanec�a.

- �Admites que le ten�as rencor a Fabio?
- Contra todos aquella noche.

Prosigue.

Quer�a estar solo, as� que sal� para
marcharme. Pero a mitad de la escalera,

escuch� un grito sofocado.

Me volv�, y vi a Fabio vacilante llev�ndose
las manos a la cabeza.

Quiso apoyarse en el pedestal,
pero cay� desplomado.

Y la estatua cay� tambi�n con �l.

Nadie pudo servirse de la estatua
para matarlo, �nadie!

�Estoy seguro!

- �Vendido!
- Te han pagado.

- �Impostor!
- �Es un cristiano!

- �Quiere ayudar a los cristianos!
- �Lo ha matado �l!

�Asesi...!

�Basta!

�Habla, Rhual! �Di la verdad!

Pero t�, �viste qui�n golpe� a Fabio?

No.

- Detr�s de �l s�lo hab�a un corredor vac�o.
- Entonces no te volviste cuando grit�.

- S�, r�pido.
- �Y no viste a nadie?

- No, a nadie.
- �Ni una sombra?

- S�lo le vi a �l.
- �Alg�n ruido de pasos?

�No, nada! �Pero al levantarle la
cabeza ten�a las manos

llenas de sangre. Le hab�an
golpeado en la nuca!

- Ser�a el esp�ritu de Proserpina.
- �No, fue un rayo de J�piter!

�Por qu� no me llamaste?
�Por qu� no hablaste entonces?

- Tuve miedo, porque...
- �Miedo?

- �De qu�? Si eras inocente.
- Tuve miedo.

Pensaba s�lo en huir.

Mientras hu�a,
o� el galopar de unos caballos.

Eran los de los mensajeros cristianos
que vi despu�s en la terraza.

- �Esos?
- S�.

Entonces afirmas que en el momento
del delito estabas lejos.

�S�, lo afirmo!

Una declaraci�n m�s atendible es la de
la familiar Sira, que afirma lo contrario.

- Est� aqu�. Podemos interrogarla.
- Retiro mi acusaci�n.

�Era falsa!

�Esa mujer no puede declarar.
Es una esclava!

Declaro a Sira una mujer libre,
desde este momento.

- Pero no puede...
- Hacedlo constar.

�C�mo conseguiste huir?

Cuando volv� para bajar hab�a dos hombres
junto al cad�ver de Fabio, yo estaba all�...

�Cuando volviste por segunda
vez, mientras hu�as?

- S�.
- Prosigue.

Estaba all� solo, con las manos
ensangrentadas. Quer�a justificarme

pero me lo impidieron.

Luciano me llamaba y no
me dejaron responder.

�Te llamaba? �Por qu�?

Porque le hab�a llamado en mi ayuda
cuando vi que Fabio mor�a.

�No me dejaron responder!

Y uno de ellos me llev� fuera.

- �Y viniste a Roma con �l?
- S�.

- �S�lo con �l?
- S�.

Ah, no. Casi a la vez, subi� un muchacho.

Se llama... Corvino.

- �Le conoc�as?
- No.

- �Le hab�as visto en el banquete?
- No.

Y los dos hombres, �qui�nes eran?

El prefecto Fulvio Petronio
y el proc�nsul Manlio Valerio.

- �Basta!
- �Cristiano! �Vendido!

�El prefecto de la urbe suspende la
sesi�n para examinar los hechos!

Pero t�, �no regresaste
a Roma en una carreta?

- Aqu� no estamos en la escuela.
- Corvino, te llama tu padre.

Corvino.

�Alegraos! �Alegraos! �Bravo, Rhual!

Al�grate, hija m�a.
Est�is salvados, lo dicen todos.

Este Rhual. Ya os lo dec�a yo,
es un gran muchacho.

�Salid!

Mira, Corvino, si no hablas
pronto no hablar�s m�s.

Aqu� est� el edicto.

El emperador ha escuchado al pueblo,
ahora espera que hable la justicia.

Espera, ya ha condenado impostores.

- La guerra est� en puertas, Galba.
- �Asesinos!

- Roma est� impaciente.
- De desaparecer,

porque ha repudiado la ley.

An�bal, hoy se reir�a
de los romanos como nosotros.

Y Constantino... Constantino ya venci�.

Fuera.

Bastardos.

�Fuera!

Arrestadle. Ha ofendido al emperador.

Dicen que el edicto est� ah� fuera.

Si condenan a los cristianos,
el emperador lo firmar�.

- D�jame en paz.
- Pero, Fabiola...

D�jame.

- Rhual, �qu� haces?
- Me han detenido.

�Por qu� le hab�is arrestado?
Porque ha dicho la verdad, �eh?

- Fuera.
- Para cerrarle la boca, �verdad?

�Est� claro, para cerrarle la boca!

�Pero qu� quer�is de m�?
Daos cuenta, 20 a�os de servicio.

- �Dejadme tranquilo! �Dejadme!
- �Pap�!

�Leticia, he combatido 20 a�os por Roma!

�Pero no os dais cuenta?
Es mi hija.

- �Dejadlo!
- �Canallas!

- Ven.
- Mi hija est� ah�.

- Ahora es mejor que salgas.
- La han arrestado, la van a condenar.

- Tranquil�zate, Quadrato.
- �Para esto he combatido 20 a�os?

�Para qu� he combatido yo?
�Por qui�n he combatido yo?

El autor material del delito no
ha aparecido, pero es cierto

que se esconde entre la miserable turba de
mendigos y esclavos que hay por Roma

para conspirar contra el C�sar.

Hay quien se pregunta por qu� los
cristianos habr�an de matarlo.

Han matado porque la muerte de
Fabio significaba su libertad.

Han matado porque Fabio
los hab�a beneficiado.

- y esto los libraba de cualquier sospecha.
- �D�nde est� Galba!

�Han matado porque el
momento era propicio!

Fabio hab�a discutido con nosotros
y pod�a provocar una absurda,

una intolerable sombra de sospecha
sobre los amigos del difunto,

sobre los fieles del imperio

Adem�s, frente al peligro que amenaza
al imperio es preciso tener el valor

de decir la verdad.

�Odiamos a los cristianos!

Odiamos a los cristianos
porque no combaten.

�Hab�is olvidado ya a la legi�n Caldea?
3000 soldados cristianos, 3000 perdidos.

Prefirieron dejarse matar por los otros
antes que combatir con el enemigo.

�Odiamos a los cristianos, y si
esto es una culpa, escupidnos al rostro

y abrid las puertas a las
legiones de Constantino�

- �Bravo!
- �Abajo los cristianos!

�Queremos ver a Galba!
�D�nde est� Galba?

�D�nde est� Galba?

�Galba era un romano!

Apenas tuvo conocimiento de la verdad,

no pudo sobrevivir al deshonor de haber
protegido a los enemigos del imperio,

y se ha suicidado.

Ocupa t� su puesto.

Bien pronto...

conseguiremos saber qui�n ha sido el
cristiano que ha inducido a este ingenuo

provinciano a acusarnos, y por
consecuencia a acusarse.

Alguien nos lo dir� a su tiempo,
alguien demasiado cercano al emperador

para ser sospechoso por s� mismo.

Cuando lo comprenda, le indicaremos
el ejemplo de Galba.

Pero ahora sabemos que fue un cristiano
el que introdujo al joven en la casa,

no nosotros. Que fue un cristiano
el que le empuj� hacia Fabio, no nosotros,

y que fue un cristiano quien le condujo,
al fin, al lugar del delito.

- Galba se ha suicidado.
- Por culpa de su hijo Corvino.

Ya lo est�n sacando fuera.

- �Galba se ha suicidado?
- S�.

- �Despu�s de hablar con su hijo?
- Se encerr� dentro con �l.

- �Paso, dejad paso!
- �Por qu� se habr� matado?

- �Era cristiano?
- Era justo.

- �Est�s seguro de haber visto a Corvino?
- S�, en la villa.

�Cuando Luciano buscaba a Rhual?

�As� que cuando se cometi� el delito
Corvino a�n estaba all�?

S�, eso es.

�Canalla, ahora est� claro!

Ser�a muy f�cil deducir que el asesino

ha sido el gladiador instigado
por los cristianos.

Demasiado f�cil, y falso.

Falso como quienes se ocultan en las
tinieblas de las catacumbas

para celebrar sus ritos.

Nosotros, al contario, honramos
a los dioses a la luz del sol,

y no confundimos al gladiador Rhual
con los enemigos de Roma,

sino consideramos al decuri�n como
un fiel servidor del imperio,

como uno de los nuestros.

Es cierto que le vimos acudir y
arrodillarse al pie de la v�ctima.

Es cierto que levant� la cabeza con
la intenci�n evidente de socorrerle,

y es cierto, en fin, que fuimos nosotros
quienes le alejamos.

Nosotros alejamos a un joven
descompuesto cuya inocencia era evidente.

Una inocencia que se revelaba
en su mirada, inocencia

que ahora resplandece
ante los ojos de todos.

Pero si todav�a subsiste la duda
en la mente de alguien,

yo pido que se interrogue a aquella
en quien habla la voz de la sangre,

y que no puede abrigar odio
ni aversi�n para los inocentes,

ni indulgencia para los culpables.

Que Fabiola nos diga de qui�n sospecha.
Si del joven decuri�n instigado

por los amigos de su padre, o de quienes
odiaban a Fabio por ser enemigos de Roma.

Fabiola. �Consideras culpable
al decuri�n Rhual?

- No, le creo inocente.
- Entonces, �son culpables los cristianos?

Corresponde a tu justicia, ilustre magistrado,
responder en forma precisa esta pregunta.

Lo que Fabiola puede decirnos
es cu�l era el �nimo de su padre

respecto a los cristianos.

Mi padre dec�a:

"Cada d�a aumenta el n�mero
de cristianos en nuestra casa,

muy pronto no tendremos un esclavo
para encender el fuego sagrado

ante la estatua de J�piter, y deberemos
encenderlo nosotros".

Y recuerdo que a�adi�:

"Cuando pronuncio el nombre de J�piter...

- siento que no hay nada m�s sagrado".
- No es verdad.

�No es verdad! �No es verdad!

He visto morir a Fabio,
o� su �ltima palabra,

como un grito de mi madre
de quien he renegado.

Eso fue. Eso fue lo que me dio miedo.

Fabio...

Fabio invoc� el nombre de Cristo.

Esta fue su �ltima palabra.

Dijo Cristo, como para decir "creo en ti".
Y yo me call�. �Me han pagado para callar!

Pero si conden�is a estos inocentes,
deb�is condenarme a m�,

- porque tambi�n yo soy cristiano.
- �Basta!

- �Condenadme!
- �Basta!

�No, por favor!

El tribunal de Roma declara culpables
de asesinato a los cristianos.

Y somete su condena a la decisi�n imperial.

�Muerte a los cristianos!
�Muerte a los cristianos!

Date prisa. Aprende a vivir, hijo m�o.

Vamos.

�Qu� llevas ah�? �T� tambi�n robas? A ver.

- D�melo.
- Estate quieto.

�Qu� es esto? �Para qu� sirve?
No lo sabes ni t�.

Ahora ajustemos cuentas. �Cu�ndo
me has visto? �D�nde?

�En la villa de Fabio? �Embustero!

Y tira eso de una vez. �Qu� es lo que llevas
ah� que lo guardas como un tesoro?

- �Est� tu dios ah� dentro?
- S�, es mi Dios.

- �De veras? �Y ad�nde lo llevas?
- A los que mueren.

No hay por qu� re�rse.
Se ve que tienes miedo.

�Miedo! �Apuestas a que te mato?

A ti y a aquel maldito de Casiano.
Precisamente quer�a decirte,

�por qu� tiene que meterse
en la muerte de mi padre?

�No me importa nada a m�, y le importa a �l!

Dile que se olvide de que estoy en
el mundo si quer�is seguir en �l.

�Por qu� gritas?

�l tiene raz�n, tienes miedo.

Ahora qu� debo decirle a Fulvio. �Eh?

Ser� mejor que acabes con esto,
esos dos pueden hablar.

Debes decidirte, muchacho, no hay
sitio para todos en el mundo.

Decide por esta parte,
o por la otra. O matas o te matan.

La raz�n la tiene siempre el m�s
fuerte, como en las bestias.

- Tu padre, que no lo comprendi�...
- Por lo menos, por lo menos pagad.

Miedo. �Conque Fulvio
ha dicho que me debo esconder?

Ni que lo hubiese hecho para m�. �Pagad!

- �Tarsicio!
- �Asesino!

- Tarsicio.
- Pobre angelito.

Llevaba la comuni�n a los
presos del Mamertino.

�Asesino!

Fue con la onda, �eh? Y jugabas.

�Por qu� se mat� tu padre?

- T� lo sabes y ahora tambi�n yo.
- A este. �Dale!

- �Pero qu� hac�is?
- Parad.

�Dejadlo!

�Canallas! �D�nde est� Casiano?

�D�nde est� Casiano? �Granujas!

�Tarsicio!

�Faustina!

Quadrato.

Mira lo que han hecho esos monstruos.

- Han tirado las hojas por todas partes.
- Ya las recogeremos, Faustina.

- Faustina...
- Es la historia de los m�rtires.

Casiano ha estudiado y ha dictado
durante a�os para escribirla.

Y mira c�mo ha quedado todo.

Rec�gelo todo y ord�nalo.
Es nuestra historia...

la historia de los cristianos.

Faustina.

T� acabar�s estas p�ginas. Escribir�s:

"Vuelve a empezar la persecuci�n.

Entre los primeros m�rtires se
cuentan el ni�o Tarsicio y Faustina,

dulce sierva de Dios".

Y a�adir�s:

"Con ellos muri� Casiano...
autor de este libro".

Fabiola, te abro la prisi�n de
Rhual y no me lo agradeces,

nos dejas y no me saludas tampoco.
�No me dice nada la amiga que se va?

S�, que me voy para siempre. As� te
libro de una c�mplice inc�moda.

- �No quer�as eso? Estamos en paz, Fulvio.
- Un �ltimo consejo de amigo.

Ma�ana al amanecer deber�is
estar ya lejos.

- Luciano. Ah� est� Tarsicio.
- �Hab�is tra�do a Tarsicio?

S�, para que lo bendiga.

Est� aqu� al lado Luciano.
Pero, oye, ahora al pasar...

- haced que pueda verlo tambi�n yo.
- S�.

Adi�s.

Adi�s, Tarsicio.

T� pudiste salvarlo y no lo hiciste.

Se llamaba Tarsicio, recu�rdalo.

�ramos felices aquella noche.
�l corr�a alegre por la playa,

y yo... yo iba a Roma.

�Y le han matado! �A pedradas!

M�rchate.

Eres libre. No te pido que vengas
conmigo, ve donde quieras.

Donde quieras.

Yo ahora me marcho...

y no me ver�s m�s.

�No me crees? Te equivocas,
no he venido a implorar.

Conozco lo que piensas.

S� que para ti esas casas las he incendiado
yo, y las piedras soy yo quien las ha tirado,

pero no es verdad. �No es verdad!

Lo que ha ocurrido ten�a que ocurrir. Los
hechos son m�s fuertes que nosotros.

- �No!
- �Por qu� dices que no?

Lo que yo hubiese hecho no
hubiera cambiado nada.

Adem�s, no hablemos de los otros.

Para m� s�lo est�s t� en el mundo.
�Quieres que te lo grite?

Ll�mame infame, miserable,
pero no quiero que mueras.

Nada me puede detener. Te arrancar�
de aqu�, incluso a la fuerza.

Porque tambi�n t� me amas, aunque quieras
ocultarlo, es lo mismo que yo,

t� amas la vida.

Me quieres como yo te quiero.
�T� no eres cristiano!

�No ves nada!

�T� no recuerdas nada!

�Ni a tu propio padre!

D�jame. �D�jame!

- �Fabiola!
- �Se ha matado!

No. Levant�mosla.

Llevadla a casa. Pronto volver� en s�
y ver� al pueblo correr hacia ella.

Ha llegado a Roma hace
poco una gran noticia.

Fabiola.

Fabiola, �me oyes?

Debo decirte una cosa maravillosa.
�Me oyes?

Fabiola.

Desde la noche en que tu padre
libert� a los cristianos,

su �ltima palabra se ha extendido
por todas las provincias,

y ha llegado hasta el campo de Constantino.

Fabiola, ahora esas palabras retornan
y resuenan como un prodigio en toda Roma.

Constantino ha escogido como
insignia la cruz de Cristo.

Todos los perseguidos est�n bendiciendo
a tu padre y te admiran a ti,

que te has alejado de Majencio. Eres la
esperanza de todos los cristianos, Fabiola.

Si t� quieres no se derramar� m�s sangre.

Yo no quiero saber lo que piensa nadie, pero
cu�ntos de vosotros pens�is como yo

despu�s de haber arriesgado la piel
100 veces. �Y por qu�? �Por qui�n?

�Por qui�n?

Eso es, por qui�n. Constantino,
Majencio. Todos son iguales.

No. All�, en las Galias, donde manda �l,
estas infamias no las he visto nunca.

All� Roma est� viva. Y si para seguir
viviendo debe hacerse cristiana,

que venga Constantino y termine
con toda esta podredumbre,

y con Majencio que vive en medio.
�Majencio para m� ha muerto!

La verdad es que no es m�s que un
fantoche en manos de Fulvio Petronio.

Ese hip�crita, ladr�n y canalla.

Fulvio.

- Fulvio.
- �Qu� quieres?

�No ha de entrar nadie!

- �D�jame pasar!
- �No!

�Has aprendido a decir no?
�Desde cu�ndo?

Majencio me ha pedido noticias tuyas,
y pregunta qu� puede hacer por ti.

No olvida lo que debe a tu padre.

Fabiola, quiz�s comprende que tu
padre ve�a m�s all� que nosotros.

Fabio no nos hab�a aconsejado la guerra.

- �Quieres que llame a alguien?
- No.

Fabiola, qu� pena. Qu� pena verte as�.

Pero si quieres podemos hacer a�n
mucho de lo que tu padre deseaba.

Se pueden mejorar las relaciones
entre nosotros y el pueblo,

entre nosotros y los cristianos.

�Qui�n sabe? Por qu� excluir el que
se puedan arrojar las armas al r�o,

basta muy poco para disipar
sospechas y odios.

- Majencio, �te pregunt� por m�?
- Y est� dispuesto a hacer por ti,

todo cuanto hubiera hecho por tu padre.
Basta con que quieras ped�rselo.

Bien.

Ma�ana noche, en mi villa de Ostia.

Salud.

Salud.

Paso libre.

Sira quiere hablarte.

Fabiola recibir� a los enemigos
de los cristianos en su villa de Ostia.

Es cosa de Fulvio, lo s�.
Lo saben todos en palacio.

Hab�a tantas esperanzas hoy en Roma...
este encuentro las destruye.

Mira a lo alto, Sira.

H�blale t�. Es una mujer que ama, y que
tiene el valor de defender su amor.

Yo quiz�s la envidio, y no puedo cambiarla.

- No me dejes sola.
- �Sola?

Sira, �no has aprendido a rezar a Dios?

Yo cuando rezo me siento unido a todos
aquellos que me quieren bien. A todos.

- Incluso a los amigos desaparecidos.
- S�, Sebasti�n.

Mas si tener confianza en
un amigo puede ayudarte...

- �Vendr�s?
- Cuenta conmigo.

Hasta pronto, Sira.

- �Volver� a verte?
- Por supuesto.

Hasta pronto, Sebasti�n.

Entre los presos est� nuestro
compa�ero, el decuri�n Rhual.

Hazlo venir aqu�.

- Sira, �d�nde est� el ama?
- �Qui�n la busca?

Un oficial del pretorio.

�Sebasti�n!

�Rhual!

�Rhual!

- �Has huido?
- No.

Sebasti�n est� de guardia en
la prisi�n y me dej� venir.

- �Y debes regresar?
- Promet� estar de vuelta al crep�sculo.

- Tengo que hablarte, Fabiola. �Quieres?
- Ven, Rhual.

No ver m�s a nadie, no hablar
m�s. S�lo quer�a eso,

quedarme all� dentro hasta el final.

Pero Sebasti�n me habl�
y entonces se aclar� todo.

�No has visto cuando sale el sol?

Todo est� gris, no hay m�s
que sombras, y de repente,

descubres los pinos, la playa, el mar.

S� que fui vulgar contigo, injusto.

- �Podr�s olvidarlo?
- Est�s aqu�. Esto es lo que importa.

- Ven.
- Yo te he exasperado,

y por culpa m�a vas a cometer un error.
Dime que no llego tarde.

- Tengo algo muy grande que pedirte.
- La cosa m�s grande que yo deseo,

es que t� me des una orden...

y poderte obedecer.

Ven.

- �Te acuerdas?
- S�.

Hab�a dicho que regresar�a con un
carro lleno de monedas de oro,

y vuelvo con las manos vac�as.
Y t�, eres a�n m�s poderosa.

Tienes en las manos la vida
de millares de criaturas.

Mira.

Te amo.

Te recordar� siempre y ser�
siempre as�... siempre.

Oh, Rhual.

Mira, cuando yo era ni�o, mi madre
dec�a que siempre hab�a alguien

delante de nuestra puerta.
Yo corr�a a abrir y no ve�a a nadie.

Ella sonre�a, y me dec�a:
"No has mirado bien, Rhual".

Ahora creo que comprendo lo
que quer�a decir mi madre.

Qu� es. D�melo.

Que no estamos solos en el mundo,
Fabiola. �Comprendes?

Nada del mundo se ha hecho para nosotros
solos. Nosotros lo quisi�ramos.

Yo tambi�n, ves, ahora yo quisiera...

- Rhual.
- �Fabiola!

He venido aqu� para rogarte que no recibas
a los enemigos de los cristianos.

- S� que lo haces por salvarme la vida.
- Y la de tus amigos.

Pero no lo debes hacer. Tienen un
solo fin, que los vean contigo,

para que el pueblo crea que Fabiola est�
con ellos, contra los cristianos.

�Y tan s�lo eso es lo que quieres? No ver�
al emperador. No ver� a nadie.

Hice ya promesa de obedecerte.

Quiero que est�s siempre
conmigo, a mi lado,

y que me perdones por
el da�o que te he hecho.

�Fabiola! Amor.

Amor m�o.

�Sebasti�n! �Sebasti�n!

Has dejado escapar al decuri�n Rhual, y te
has hecho c�mplice de un traidor cristiano.

Por fin te has revelado como
un traidor cristiano tambi�n t�.

Ser�s ajusticiado ma�ana al alba.
S�gueme, est�s arrestado.

- Corvino. Corvino, ven aqu�.
- Corvino.

- Qu� bonita t�nica. �D�nde vas?
- Hacia el mar.

- �A la villa de Fabiola?
- Qui�n sabe.

Por qu� no te esperas y
vienes con nosotras.

No, asuntos de estado.

Pero Fabiola no debe verte.
Espera a que el joven est� solo.

Se lo dir� a Sira. Se dejar�a hacer
pedazos por salvar a Sebasti�n.

- Sira, bravo.
- Pero, ojo, a ese le conozco.

- Reunir� a sus amigos e ir�n a salvarlo.
- Estupendo. Eso es lo que queremos. Vuela.

- �Quer�is salvar a Sebasti�n?
- Queremos que salven a Sebasti�n.

�Rhual!

�Rhual!

�Rhual!

- El cortejo imperial. Ya est�n aqu�.
- Est� bien. Que pasen.

Sira. �T� has hecho que se vaya?

Has querido salvar a Sebasti�n
y s�lo �l morir�.

El �nico cristiano para quien
no pedir� gracia a Majencio.

Fabiola.

El puesto de Fabio, el puesto de tu padre,
ser� esta noche el puesto de Majencio.

Nada puede confortar mejor tu coraz�n.

- Lo espero por m�, y por vosotros.
- Magn�fico, Fabiola.

Los Fabios ten�is el genio de la hospitalidad.
Majencio tiene un coraz�n de ni�o,

y t� has querido encantarle.

- �Cu�ndo vendr� Majencio?
- Vendr�.

- �Pero cu�ndo?
- Muy pronto.

Envi� a los N�midas. Son animales fieles.

�Alto!

Si eres amigo de Sebasti�n de Narbona,
el se�or te ha enviado a tiempo.

Quieren matarlo al amanecer. Re�ne a los
soldados, a los amigos de los cristianos.

S�lvalo. �S�lvalo!

�Ya lo tenemos!

Ha salido bien.

- Ah� vienen los soldados con Sebasti�n.
- Lo sacan de la prisi�n.

- Avisa que se lo llevan al olivar.
- Date prisa.

- Fabiola.
- M�rchate. �M�rchate!

Fabiola, ahora podemos dec�rtelo.
El emperador no va a venir esta noche.

Muy pronto saldr� el sol, pero
hoy no es un d�a como los otros.

Es un d�a que se�alar� una
nueva era para el imperio.

Una nueva era.

Roma necesitaba que estuvieses contra
los cristianos, y todos saben ahora

que est�s con nosotros. Todos.

Y lo ha sabido Majencio

que escucha la voz de su pueblo y
ha firmado el edicto gracias a ti.

Salud, amigos. Me voy.

Quiero llegar a Roma a tiempo para
ver ligado al poste al �ltimo

que ha dejado caer la m�scara.
Al predilecto del emperador.

En estos momentos, Sebasti�n de Narbona
se dispone a pagar con la vida su traici�n.

- �Manlio Valerio!
- Ahora Constantino puede venir.

No encontrar� ni un cristiano vivo en toda
Roma. Todos al circo a primera hora.

No, no os march�is a�n.
Quedaos todav�a un rato en esta casa,

en la casa de Fabio. Donde quiz�s
no teng�is ocasi�n de volver jam�s.

Venid. �Venid todos, siervos
de la casa de Fabio!

Os he llamado para que veng�is
a saludar a nuestros hu�spedes.

Son las figuras m�s grandes
del imperio. Miradlos bien.

�Miradlos a todos uno por uno, porque
no deb�is olvidar sus rostros jam�s!

Corren a Roma para verla al fin libre
de los enemigos de sus dioses.

Honradlos bien, siervos de la casa de Fabio,

porque entre estos muros han realizado
su obra m�s perfecta.

Los Fabio est�n tambi�n en medio
de la plebe de donde han salido.

Antoniano, �por qu� tantas palabras?
�Qu� obra, Fabiola?

�Por qu� no proclam�is el m�rito?

�Por qu� dej�is la gloria a otro?

Os pod�is enorgullecer de ella ante
el pueblo y el emperador,

y obtener a cambio de Majencio,
honor, tierra y dinero.

Yo tambi�n ir� a Roma y vendr�n conmigo
mis esclavos, que se esparcir�n

por calles y plazas. Y gritar�n
a todos que vosotros,

vosotros solos hab�is sofocado la voz

que pod�a haber sacudido
los cimientos del imperio.

�La voz sacr�lega que invocaba Cristo!

La primera de las nuevas v�ctimas cristianas
no es Sebasti�n de Narbona, es otro.

Cay� aqu�. En esta casa.

Se llamaba Fabio, y le hab�is matado
vosotros. Fuera de esta casa.

Arrojad a los asesinos de mi
padre fuera de nuestra casa. �Fuera!

Han matado a Fabio. Han matado
a Galba, pero a Sebasti�n, no.

- A �l no le matar�n.
- Muy bien, hijo m�o.

Aqu� est�n los caballos. S�lo
encontr� 40, pero bastar�n.

Y vosotros armaos bien. �Todos, todos!

Dicen que es preciso lavar a Roma,
y ser� con un buen ba�o de sangre.

Esperad. Sebasti�n decidir�
lo que se debe hacer.

- �Rhual!
- Voy.

Sira.

�Sira!

Sira.

�Prendedle!

�Asesino! �Prendedle!

�Es el asesino de Fabio! �Prendedle!

Abre los ojos, Pompeyo. Vas
a romperte las narices.

Calla. Hace 10 a�os que aprend�
a dormir caminando.

- Buenas aceitunas este a�o.
- En Germania el c�nsul dorm�a a caballo

y yo a pie.

�nimo, Pompeyo. Despierta, que
pronto habremos llegado.

- Muy bien. H�blame, a ver si no me duermo.
- Os contar� una historia.

Este a�n tiene ganas de contar
historias. Anda, cuenta.

�Sab�is la historia del nacimiento
del Rey de Reyes?

- �C�mo?
- Del nacimiento del Rey de Reyes.

Aquel d�a Jos� mir� la b�veda del
cielo, y vio que estaba inm�vil.

El vuelo de los p�jaros se hab�a
parado, el aire estaba at�nito.

Entonces mir� hacia la tierra, y vio que la
corriente del r�o se hab�a detenido tambi�n.

Los corderos estaban inclinados
sobre el agua y no beb�an.

Y vio a los campesinos sentados,
inm�viles alrededor de una escudilla,

en el acto de tomar la comida.

Y los que se la llevaban a la boca
estaban suspensos en el gesto.

Pero la vista de todos se dirig�a hacia lo alto.
Y all� cerca, el ganado que llevaban a pastar,

no caminaba, tambi�n estaba quieto.

Los pastores hab�an alzado la mano para
azuzar a las reses con el ganado,

y la mano hab�a quedado levantada.

Luego, instant�neamente, todas las
cosas reanudaron sus movimientos

y todos miraban y andaban
hacia una gruta.

Y dijo una mujer:

"Mi alma ha sido bendecida, porque mis
ojos han visto hoy un nuevo milagro".

Fabiola, si t� pudieras sentir todo lo
que yo siento, creer�as como yo.

- Creo en ti, Sira.
- �De verdad?

Fabiola.

- Ahora s� que estamos unidas.
- Sira, no nos separaremos jam�s.

No, jam�s...

jam�s.

- �Har�as una cosa por m�?
- Har� todo lo que t� quieras.

�Me quieres bautizar?

�Te acuerdas?

"En el nombre del Padre,
del Hijo y del Esp�ritu Santo".

Yo s�.

En el nombre del Padre,
del Hijo y del Esp�ritu Santo.

Entonces resplandeci� una luz tan
cegadora que los ojos no la soportaban.

Como una nube luminosa
que envolv�a toda la gruta.

Despu�s se disip�. Y a medida
que aquella luz se desvanec�a,

apareci� el ni�o que vino a tomar
el pecho de su madre, Mar�a.

Hab�a nacido el Rey de Reyes.
Y la voz dec�a:

"Gloria en los cielos y paz en la tierra
a los hombres de buena voluntad".

Mi historia ha terminado.

Vamos, muchachos. Es tarde.

Rhual, no os mov�is.
�Qu� libertad quer�is darme?

�C�mo vamos a pretender
llamarnos cristianos?

�Dios! �Mi Se�or!

�Cu�ndo se romper� esta cadena
de odios y de sangre?

�Los cristianos con las armas en la mano!
Todos vosotros sois testigos.

Incluso t� que siempre est�s
hablando de paz. �Hip�crita!

�Has terminado de contar
f�bulas, Sebasti�n?

Los cristianos son rebeldes en armas contra
el estado. Soldados, a vuestros puestos.

�Matad a este perro!

Cumplid vuestro deber.

Obedecedle.

�Y tu Dios? �Por qu� no viene a salvarte?
�Qu� hace en este momento?

- Est�s solo, Sebasti�n. Y tienes miedo.
- No tengo miedo de tu espada, Manlio.

Tengo miedo por ti, hermano. Porque
tu espada no podr� defenderte

- del soplo de fuego de la justicia de Dios.
- �Armad los arcos!

�Llamar�s, y el viento dispersar�
tus palabras!

�Tratar�s de esconderte y las llamas
verter�n su luz en tu refugio!

- �Tomad la mira!
- �De qu� te servir� la espada, hermano?

- El d�a del juicio de Dios.
- �Disparad!

�Disparad!

He aqu� lo que han hecho tus palabras
cristianas de un pelot�n de veteranos.

Un pu�ado de cobardes. �Matadlo!

Que Cristo tenga piedad de tu fuerza.

�Entonces, ve pronto ante tu
Cristo a defender mi causa!

�Rhual!

- �Qu� has hecho?
- Yo te he... te he vengado.

- T� no eres cristiano.
- Nos detestaba. Nos odiaba a todos.

Vino a provocarnos. �Ha insultado a Dios!

- Un cristiano no debe matar.
- Ha sido m�s fuerte que yo.

No lo har� m�s. Nunca m�s, te lo juro.

�Qu� os hab�a dicho! �Fabiola es cristiana,
una venerada cristiana!

Ella tambi�n debe morir enseguida.
�Al circo!

Que los aniquilen a todos,
hasta la �ltima generaci�n.

�Lapidadlos, quemad sus carnes,
y que el viento esparza sus cenizas!

Prefecto. Fabiola se ha hecho cristiana.
Ya la han tra�do aqu� abajo.

- �Fabiola!
- En medio de los cristianos,

entre esa canalla no se la encuentra.
La hizo arrestar �l, bonita acci�n.

- En este momento, delante de toda Roma.
- �Qu� has hecho, imb�cil?

�Por qu�? �No lo comprendes?
Fabiola con los cristianos.

�Qui�n creer� que han sido ellos
los asesinos de su padre?

�M�rchate!

�Que est�n dispuestos enseguida
los gladiadores y los leones!

Voy a buscarla, la encontrar�.

Llama al comandante de
los pretorianos. Pronto.

- Dime qu� debo hacer.
- Lo que ya ha hecho tu padre.

- Buscamos a Fabiola. �La has visto?
- No.

�Fabiola!

�Fabiola!

�Fabiola!

�Leticia!

Fabiola.

- �Qui�n ha visto a Fabiola?
- �Leticia!

- �Pap�!
- Leticia.

Leticia.

�La quieres?

�No la tirar�s m�s?

S� fuerte, Rhual. Para un verdadero
cristiano, la muerte no existe.

�Eres t� el decuri�n Rhual?

- S�.
- Ven conmigo.

- Luciano, Fabiola est� aqu�.
- �D�nde?

- Se�ora.
- Luciano.

- Si puedes, ay�dame.
- Tu siervo, Fabiola, s�lo pide eso a Dios.

Le he sido indigna. Con mis mentiras y mis
deseos soy la responsable de esta matanza.

No importa lo que hayamos sido.

Te suplico que me digas qu� debo hacer
para que todos sepan la verdad.

La verdad no conoce obst�culos.
�Qui�n puede pretender retardar,

- o acelerar el fondo?
- Pero yo... �qu� debo hacer yo?

- Dime, Luciano.
- Tener fe.

Leticia, �qu� haces?
�No subas esa escalera!

Mira, pap�. Cada escal�n nos acerca
al final, y despu�s todo ser� bello.

- Siempre.
- Leticia,

�por qu� me atormentas as�? �piensas que
te puedo dejar, que te puedo perder?

Hija m�a. T� debes hacer lo que quiera tu
padre. Ni�galo, niega que eres cristiana.

Leticia...

Se�ora...

Se�ora...

- le imploro como implora un esclavo.
- Pap�.

Te suplico, me humillo ante ti.

Conc�deme esta gracia.

Se�ora.

- Pap�.
- Leticia.

�yeme, pap�. Yo no soy m�s que
una gota de agua en este torrente.

�C�mo puedes detener a una sola
gota? Soy cristiana, pap�.

�C�mo puedes querer que lo niegue?

Ves. Si las fuerzas nos faltan...

basta con humillarnos ante Dios.

No estamos solos y descubrimos que
desde la misma muerte, nace la vida.

Aqu� est� Fabiola. Decid a Fulvio
que ya la he encontrado.

�Luciano!

�Quieres morir con ellos? El asesino de
Manlio Valerio se niega a combatir,

pretendes elegir tu propia suerte.
Es muy c�modo, en verdad,

�pero acaso no has venido de
las Galias a ser gladiador?

�No es esta una ocasi�n excelente?

Escucha, Rhual. �Te negar�as a combatir
si les concediese el indulto?

Si pusiese la vida de tus
amigos en tus manos.

Ah, es verdad. No recordaba que un
cristiano no combate, ataca por la espalda.

No pensaba que ser cristiano
significaba ser cobarde.

�Eres un cobarde!

�Los leones!

�Leticia!

�Leticia!

�Leticia!

Mira c�mo est� todo a rebosar.

Son todos amigos y est�n armados.
S�lo esperan una se�al tuya

para poner fin a esta matanza,
y empezar con otra.

- Combatir�.
- �Combatir�s?

�Los gladiadores!

Majencio te espera,

y har� gracia de la vida del decuri�n Rhual,
que baja en este instante a combatir...

pero que habr� de enfrentarse con
los m�s terribles gladiadores.

Mira.

�Ave, C�sar!

- �Es Rhual, ah� est�!
- El amigo de Sebasti�n.

�Romanos, esto es lo que nos
pide Sebasti�n de Narbona!

- Est� desarmado.
- Dice que lo ha dicho Sebasti�n.

�Te van a matar, idiota!

- Bravo.
- Para m� es un cretino, un idiota.

- �Qu� ha dicho Sebasti�n?
- Que un cristiano no debe matar a nadie.

- La idea de ellos.
- Ahora le van a matar a �l.

Mira.

- Te lo hab�a dicho.
- �Lo han matado!

No, a�n no. Todav�a no.

- Le brota sangre como si fuera una fuente.
- Esto a�n no ha terminado.

�M�talo!

Se acab�, Fabiola. El muchacho
est� condenado, va a morir...

y ser�s t� quien le ha matado.

�Cierras los ojos? �Crees que no oir�s
sus gritos cuando lo deg�ellen?

No tienes m�s que hacer
una se�al para salvarlo.

�Mirad! �Mirad all�, es Fabiola!

�Rhual!

- �Fabiola es cristiana!
- �Fabiola es cristiana!

�Los cristianos son inocentes!

�Matadlos! �Matadlos a todos!

�Matadlos!

Matadlo.

�Ha llegado Constantino!

�Y nos trae la paz!

FIN

Subtitulado por:
Argos, Droid, Kadajwarrior y Sikander

para www.cine-clasico. com