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Una imagen que viene a mi pensamiento
en la hora de abandonar mi cuerpo

casi a diario

es la de un monje Zen

que en la quietud de su celda
se sienta ante una hoja de papel de arroz

coge el pincel,
lo sumerge en el tintero

se serena,

y con la mayor concentración
traza un círculo

que se cierra.

Un círculo trazado,
no con el compás,

sino con los últimos movimientos
de la mano en este mundo.

La vida que se cierra.

Y es este círculo
el que yo quiero cerrar ahora.

Querido hijo, ya sabes
cuánto me cuesta

escribir incluso unas pocas líneas en papel
con mis escasas fuerzas.

Por eso esto no es realmente
una carta sino un telegrama.

Me encuentro débil
pero estoy sereno.

Espero verte pronto
pero solo con la condición

de que resuelvas antes
tus asuntos de trabajo.

Porque cuando estés aquí

esto requerirá de toda tu atención.

Querido Folco,
¿qué te parecería si

nos sentáramos juntos
en el jardín

y te hablara de las cosas
que me importan,

Y de mí y de mi familia
y del gran viaje de la vida.

Una conversación entre nosotros dos,
padre e hijo,

tan diferentes
y sin embargo tan parecidos.

Un testamento que luego tú
podrías convertir en un libro.

Date prisa porque siento
que no me queda mucho tiempo.

Un abrazo, tu padre.

Mamá…

¡Folco!

Ya estás aquí.

¿Por qué no has llamado?
Habría ido a buscarte.

Lo he hecho.
Pero nadie contestaba.

Ah, sí. Claro.

Me alegro de verte.

Y papá, ¿cómo está?

No muy bien.
A veces está… muy débil.

¿Y qué dicen los médicos?

Ya no quiere verlos.

Ah, ya. Claro.

Folco, por favor,
no empecemos con eso. Vamos.

No te preocupes.

- ¿Dónde está?
- Arriba.

Papá…

Papá…

¡Oh!

¿De dónde demonios sales?

Pero si me vas a preguntar
qué tal estoy,

te lo voy a decir:
estupendamente.

Mi cabeza está libre,
me encuentro maravillosamente.

Sí, sí. El cuerpo se estropea
y tiene un aspecto horrible.

Me desharé de él
y dejaré que se enfrente a su destino.

Folco, nada de lágrimas.

Ya se lo he dicho a Angela.
Nada de lágrimas.

Te enseñaré algo.

Este es mi aspecto ahora.

Me alegro de tener aún algo de
tiempo para que podamos hablar los dos.

Siempre has sido una parte
de mi vida. Durante 35 años.

Y sin embargo siento que
no conoces mi vida del todo.

Del mismo modo que yo sé
muy poco de la vida de mi padre.

Y al final me arrepiento de no
haber pasado más tiempo con él

para hablar sobre su vida.

Creo que ha cambiado mucho
en este último año.

Ve afuera. Te está esperando.

- ¿Así está bien de volumen?
- Sí.

Bueno. ¿Por dónde empezamos?

Tú preguntas y yo contesto.

Así que…

Está bien.

¿De verdad te has hecho a la
idea de que vas a morir pronto?

Yo evitaría esa idea de la muerte.

A mí me gusta cómo los indios
se refieren a la muerte:

"abandonar el cuerpo".
Me parece hermoso.

Mi sueño sería desaparecer

como si no existiera ese
momento de la separación.

¿Sabes? La muerte no me asusta.

Para eso estoy preparado.

Al menos en mi pensamiento.

Entonces, ¿crees que uno
se puede preparar para la muerte?

Quizá no a tu edad
pero sí a la mía.

Durante toda mi vida he hecho
lo que he querido.

He vivido muy intensamente

y no tengo la sensación
de haberme perdido nada.

Así que no tengo que lamentarme

"oh, si tuviera
algo más de tiempo

para hacer
esto o aquello".

Me puedo ir.
No tengo miedo.

Lo que tengo delante
es quizá lo más extraordinario,

nuevo e interesante
que me puede pasar.

La muerte es realmente…

lo único nuevo
que aún me puedo encontrar.

Pero una cosa te puedo
decir con seguridad, Folco.

Que no acudo a esta cita

como si me esperara
un hombre de negro con una guadaña.

Una visión que siempre
me ha aterrorizado.

Más bien voy con paz interior
y de buena gana.

Más sereno que nunca.

Constantemente nacen
montones de personas y mueren.

Nacen y mueren.

¿Por qué tenemos entonces
tanto miedo a la muerte

cuando tantos han pasado
ya por eso antes que nosotros?

Millones y millones de personas.

Si lo piensas detenidamente,

el planeta en que vivimos
es un gigantesco cementerio,

un inmenso cementerio
al que irá todo ser viviente.

Y este cementerio, la Tierra,
es maravilloso.

Con todas las flores
que crecen en él,

con todas las hormigas
y los elefantes que corren por él.

Es la naturaleza.

Pero ahora has venido

a coger mi mano.

Y eso nos da la oportunidad

de hablar del viaje de este muchacho

que vino al mundo
en un barrio obrero de Florencia

y que vivió de cerca
los grandes acontecimientos de su tiempo:

la guerra de Vietnam, China
y la caída de la Unión Soviética.

Y que al final fue a refugiarse
al Himalaya

y ahora está aquí
en su pequeño Himalaya

esperando a que llegue su hora,

lo cual, según mi modo de ver,
es algo alegre.

Y por eso es esto
el final pero también

el principio de una historia.
La historia de mi vida.

Y me gustaría hablar todavía
un poco contigo de todo eso

para reflexionar juntos sobre
si esta vida tiene algún sentido.

¡Oh!

Parece el Tibet.

Mi pequeño Tibet,
en medio de Italia.

¿Quién es este?

El gran dios negro,
el que destruye todo.

¿Quieres un poco de té? Chino.

Sí, gracias.

China siempre te ha fascinado, ¿eh?

Eran los años de los grandes
conflictos sociales, Folco.

Incluso la gente como yo,
que no éramos marxistas-leninistas,

estábamos impresionados
por los acontecimientos.

Queríamos cambiar la sociedad.

No teníamos entonces
otra cosa en la cabeza.

No debes olvidar nunca
que mis padres eran pobres.

Eran tiempos difíciles
y muchas veces no nos quedaba dinero

a final de mes
para comprar comida.

Florencia quedaba muy lejos para mí.

Solo iba allí algún domingo
con mi padre y mi madre…

- Eso ya lo sabes.
- Sí, ibais a comer helado.

¡No, de eso nada!

Nosotros íbamos a ver
a los ricos comer helado.

Era nuestra diversión de los domingos.
Igual que otros iban al zoo.

Los domingos todo arreglado
y con los zapatos limpios

iba con mi padre
y mi madre

a la Plaza de la República,
al café Paszkowsky

y nos sentábamos afuera.
Igual que hoy.

Para proteger a los clientes,
las mesas estaban colocadas

tras unos setos
en grandes maceteros.

Pero mis padres me dejaban
mirar a través de ellos

para ver a los señoritos
tomar helado.

¿Te lo imaginas?

Qué humillación. Horrible.
¿Cómo lo soportabas?

De ninguna manera.
Yo era pobre.

Y quería defender a los pobres
contra los ricos.

Eso se convirtió en la razón
de toda mi vida.

Imagínate. 1968.

París en llamas.
Revolución en las calles.

Cada día, por todas partes,
enfrentamientos entre policía y estudiantes.

El eslogan:
"la imaginación al poder".

A nosotros, jóvenes,
aquello nos inspiraba tremendamente

como te puedes imaginar.

Mao Tse-tung. Yo me sentía…

no podía dejar de sentirme tremendamente
emocionado por estos hombres que

querían construir una sociedad

que no se regía por los criterios
del beneficio, del dinero,

y del materialismo.

En aquel tiempo

se estaba llevando a cabo en China
el mayor experimento social del mundo.

Por eso quería ir a China como fuera.

Quería saber
y era periodista.

No fue casualidad
que yo hubiera estudiado chino.

Yo quería ver este mundo
con mis propios ojos.

Y al presentársenos por fin
la ocasión de poder ir a China,

fue una gran aventura para mí.

Por muy poco
no te pusimos Mao de nombre.

Por suerte no lo permitió
el funcionario.

Mao Terzani.

Ja, ja, ja.
Muy gracioso.

Estoy descubriendo cosas
que no sabía.

Quizá nunca le has escuchado
con atención.

Quizá.

¿Ves mucho a Novi?

Mucho menos que yo
a papá cuando tenía su edad.

Sobre todo en vacaciones.

Bueno, también viajo mucho.

Ya no puedo más.

Ni siquiera puedo pelar una patata.

Está como una piedra.

¿Sería posible

encontrar una patata cocida
que se pueda comer?

Toma, coge ésta. Está mejor.

Son patatas normales y corrientes
de Ausonia. De Mario.

Están cocidas por fuera
pero un poco duras por dentro.

Nunca han sido buenas. Nunca.
Siempre han sido horribles.

¡Se acabó!
¡No me las como!

¿Qué vais a hacer
con mi cuerpo?

Lo quemaremos en el jardín.

Eso sería fantástico.
Solo que te detendrían inmediatamente.

Haremos un bonito fuego.

- ¡Sí, genial! ¡En la montaña!
- Dejadlo ya, por favor.

Y mientras tanto tú
te sientas tranquilamente en una rama

y ves el espectáculo.

Sí, estaría genial.
Sin trasero.

No, en serio.
¿Qué vais a hacer?

- ¿Qué te gustaría?
- No es asunto mío.

Por favor, es tu cuerpo.
Decide tú.

No. La ceremonia del funeral
ayuda a superar el dolor.

Ya basta, por favor.

Cuando estuve en aquel monasterio
budista en Francia,

me contaron la historia
de un viejo lama

que sencillamente se sentó
junto a una pared a esperar la muerte.

En la postura del Loto.
Totalmente quieto.

Con los ojos cerrados.
Se sentó allí y esperó.

Cuando murió todavía
seguía sentado sin moverse.

Totalmente inmóvil.
Y nadie sabía si estaba muerto o no.

Así estuvo 14 días.
Sin moverse. Como una estatua.

Pasó lo mismo
con un monje en Tailandia.

Solo que a este
le pusieron unas gafas de sol

porque ya no tenía ojos.

Y entonces estaba allí sentado en una vitrina
Con unas gafas de sol sobre la nariz.

Increíble.

¿Quieres un poco de agua?

Este maldito cuerpo
hace lo que quiere.

Vale. Se acabó el descanso
de mediodía. Sigamos.

Angela era lo más importante para mí.

Ella era la firmeza
en torno a la cual todo giraba.

La seguridad de ser libre y
estar atado al mismo tiempo.

Ella era el poste

al que el elefante se deja atar
con un hilo de seda.

Con un insignificante movimiento
podría haberlo roto

y haber escapado
pero no lo hizo.

Había decidido
permanecer atado al poste.

Angela.

¿Cómo os conocisteis, tú y mamá?

Nunca me lo has contado.

Al terminar el bachillerato
llamé un día a una chica preciosa

que tenía en Florencia
muchos admiradores.

Ella me dijo: "No, hoy no puede ser.
Hoy viene mi amiga alemana"

Por supuesto fui sin pensarlo dos veces.

Esperé en el cuarto de estar.
Y entonces entró una chica, Folco.

Era justo lo contrario de lo que los chicos
buscaban en Florencia en aquella época.

Todo lo contrario
de la belleza.

Tenía una melena rubia lacia,
iba mal vestida,

llevaba una bolsa
de la compra en la mano.

A ella no le gusta que lo diga.

Después eso cambió.
Con 30 estaba preciosa,
después de teneros a vosotros.

Pero yo lo tuve claro enseguida.
Ella era todo lo que yo podía desear.

Estaba como hechizado.

¿Qué tenía de especial?

Era tan auténtica y natural.
Tan sincera.

Tenía buen corazón,
era generosa.

Tenía una inteligencia
sensible y sutil.

Era…

¿Qué era?

Supe al instante que era
la mujer perfecta para mí.

Hicimos el amor por primera vez
el día que yo cumplía 20 años.

Fue su regalo de cumpleaños.

Fue fantástico.

Fuimos en autobús.

Pero esto no se lo cuentes
a nadie, ¿vale?

Por supuesto.

Fuimos a Settignano
donde había un gran bosque.

Tu madre llevaba un vestido precioso.

- Perdona.
- Bueno, pasa y ayúdame.

Ya que entras aquí
sin que te llamen.

Quita esto.

- La cicatriz, ¿es de la operación en Nueva York?
- Sí.

Solo son fontaneros.

Solo les interesa el aspecto
técnico del asunto.

El hombre no importa.

¿Cómo es que sabes eso?

Lo había hecho antes.

En Calcuta, como enfermero.

¿Esto es lo que hacías con
la madre Teresa?

¿A cuántos has acompañado
en la muerte?

No lo sé. A muchos.

Sí. Y ahora uno más.

Cuando me dieron una beca
en Nueva York

para estudiar el idioma
y la historia de China

vi que para mí solo había una meta.
Quería ser periodista en China.

Así que cogí un saco de dormir

que tu madre había cosido

y emprendí un viaje
por toda Europa

para visitar
todos los grandes periódicos.

L'espresso y Le Monde en París,

el Manchester Guardian en Manchester
y para terminar Der Spiegel en Hamburgo.

Y cuando les dije que quería
establecerme en Asia,

bingo, me ofrecen un contrato
para trabajar como reportero independiente

Ve y escribe. Te aseguramos
1.500 marcos al mes.

¿Así empezaste a ser
su corresponsal en el extranjero?

En diciembre de 1961
partí hacia Asia con Ángela, contigo

y con Saskia,
que acababa de nacer,

sin saber lo que me esperaba allí.

¿Qué edad tenías entonces?

Treinta y tres.
Más o menos como tú ahora.

¿Tuviste valor, eh?

China estaba cerrada.
No podía ir allí.

Por eso alquilé
una bonita casa en Singapur

y de allí me fui a Vietnam
a informar sobre la guerra.

El día de mi llegada a Saigón

hubo una ofensiva justo al lado,
en la carretera 13.

Nos subimos a un taxi
y nos fuimos al frente.

Dios, pasé tanto miedo
aquel primer día.

Y nada más bajar del coche

empezaron a dispararnos.

La bala pasó silbando
a 5 centimetros de mi oreja.

Siempre me ha costado mucho
ir al frente.

Tenía que obligarme a mí mismo
con todas mis fuerzas.

Tenía un miedo tremendo.
Pero quería ver lo que pasaba.

A veces…

Cuando partía hacia el frente
a veces me asaltaba con fuerza

la idea de que en el fusil
de algún desconocido

que ya estaba escondido por los campos,
había una bala dirigida a mí.

Hasta entonces solo habías
visto los asesinatos en libros.

¿Sabes?
Uno se acostumbra en seguida a eso.

A veces contábamos los cadáveres
que había en las calles

con un extraño sentimiento
de alejamiento.

Los únicos Vietcongs que vi
fueron muertos.

Cadáveres malolientes
e hinchados en las calles.

Ibas caminando por
los hermosos paisajes vietnamitas

con sus campos de arroz
de color verde vivo.

Veías a los campesinos
vestidos de negro

con sus sombreros de paja en la cabeza
y sus humildes casas de madera y paja

sobre el suelo de tierra.

y de repente aparece esa maquinaria de guerra.
Los tanques,

los bombarderos de Napalm,
¿qué pintaban allí?

¿Me das un plátano?

Toma.

Pero la guerra tenía
también algo fascinante.

Había de todo:
pescado, cerveza, mujeres…

Por las noches comíamos
en un local con rejas en las puertas

para que ningún Vietcong
pudiera lanzar dentro una granada.

Estábamos completamente locos.

Nos quitábamos la ropa,
nos metíamos en una manta y saltábamos al agua.

Entonces metíamos
una burbuja de aire bajo la manta

y caminábamos durante kilómetros
por aquel río inmenso

con el ruido de cañones
en los oídos.

Cuando volvimos a casa íbamos
al café La Poste a tomar soufflé de chocolate.

Una vez Al Bischof puso una granada
encima de la mesa y dijo

que si el soufflé de chocolate
no estaba bien esponjoso,

haría saltar
el local por los aires.

- ¿Y cómo reaccionaste?
- Como tú. Me dio la risa.

¿Y quién era ese Bischof?

Un fotógrafo.
Un fotógrafo americano chiflado.

La noche en que tuve claro
que la ciudad ya no podía aguantar más el asedio

temblé de miedo.

Mis colegas se habías ido
casi todos y…

y los comunistas empezaron
a marchar por las calles de Saigón.

Los americanos huían en sus
helicópteros con grandes cañones de luz.

Había mucha gente desesperada

que se agarraba a los helicópteros
para escapar

Y los repelían.
Reinaba el caos.

En el ejército americano
reinaba el caos más absoluto.

Y cuando vi los primeros tanques
entrar en la ciudad

y el primer camión lleno de Vietcongs
que bajaba por la calle Catinat

Y oí como gritaban:
"Jei - zong! Jei - zong!",

"liberación",

entonces supe que aquel era uno de
esos momentos en los que se escribe la historia.

Y eché a llorar.

Pero no solo porque
la guerra había acabado

sino porque la justicia
había triunfado. Por una vez.

Dame esa caja amarilla.

- ¿Esta?
- Ah, esto es China.

Casi pasaron 15 años
hasta que pude entrar allí.

En 1980, por primera vez,
se permitió la apertura
de una oficina de "Der Spiegel".

Era un país totalmente extraño.
Todo había cambiado.

Era un país donde
todo el mundo iba en bicicleta.

Riadas de individuos en bicicleta.

Todos vestidos igual.

Mao acababa de morir
y el país seguía prácticamente

aislado del resto del mundo.

Aún recuerdo bien la escuela china.

Antes estábamos en una escuela
internacional estupenda

y de repente nos metes
en esta escuela comunista.

Si os hubiéramos enviado
a la escuela internacional,

no habríais entendido
nada de China.

Sí, gracias.

Y lo primero que aprendimos es a lanzar granadas
y a saludar a la bandera china.

Genial. ¿Cómo era?

Era un comunismo de verdad.

Aprendisteis a desfilar
y a limpiar retretes

pero, ¿por qué tienen que limpiar el retrete
siempre los otros y no nosotros también?

Sí, os obligué
a adaptaros a China.

Aún me acuerdo perfectamente.

Para ser sincero,
para mí fue una época horrible.

Siempre lloraba cuando
salía del colegio.

Aún me acuerdo.

Sí. Tú veías la realidad, no a través
de unas gafas idealistas como yo,

sino tal como era.

A mí, por desgracia,
me costó un poco más verlo.

Papá, ¿te duele?

No, no. Es dolor de garganta.

Oh, cómo aprieta.

Venga, vamos a seguir.
Estábamos con la escuela china.

La vida en China me pareció siempre
bastante triste.

Un sistema que le quitaba a la gente
cualquier placer de la vida.

Los chinos siempre
se vigilaban y se ponían trabas entre sí.

y había policía por todas partes.

Como ejemplo, la historia
de nuestra primera casa en Peking.

Te asignan una casa
y te mudas a ella.

Y te das cuenta de que no
puedes ir solo en el ascensor.

Siempre te acompaña una mujer maloliente
que debe informar:

a qué piso vas,
con quién te relacionas, etc.

Entonces te das cuenta de que
el cocinero es un espía, el chófer es un espía,

de que el cocinero espía al chófer.
Pero, por Dios, ¿en qué país vivimos?

Los periodistas solo podíamos

viajar por China con acompañantes oficiales
bei China reisen pero aún así

siempre que el autobús paraba
había un funcionario local del partido. Y entonces…

Angela, ¿cuándo nace el niño de Saskia?

Debería nacer en un par de días.

- ¿Cómo le van a llamar?
- Nicolo.

Un nieto con el nombre de Maquiavelo.
Qué bonito.

Entonces tendré que tener unas
palabras con mi cuerpo

para que aguante hasta entonces.

¿No te querrás ir al día
siguiente de nacer tu nieto?

No estaría nada bien.

No, pero me puedo ir un día
antes y reencarnarme en él.

Para eso tenías que haberte
despedido hace tiempo.

Me temo que solo funciona
antes de la concepción.

¡Qué locura! Aquí guardáis
todos nuestros cacharros de Asia.

Es increíble.

¿Qué ha sido eso?

¿Se puede saber qué has hecho?

Lo siento, papá.

Oh, el Buddha.

600 años ha sobrevivido el Buddha
hasta que ha tropezado contigo.

Es igual. Como dice
tan bien mamá:

Todavía no se ha inventado
un Ataúd con maletero.

A lo mejor lo puedo pegar.

Pegar.

Mira lo que he encontrado.

- ¿Hay uno dentro?
- No. Está vacío. Pero…

Grillos, algo maravilloso.

¿No es increíble,

un pueblo que ocupa su tiempo,

Mao hubiera dicho "desperdicia",

en criar grillos
todo el año?

Para poder oír en invierno
el sonido de la primavera.

¿Te acuerdas?

Yo llevaba siempre un grillo
en el bolsillo de mi chaqueta.

Mi gran pasión,
los grillos de pelea.

- ¿Te acuerdas?
- Sí. Es verdad.

Las peleas tenían lugar en la arena,
como un circo romano del tamaño de un plato.

Teníamos que empujarlos
siempre con un pincel.

¿Te acuerdas de aquello?

Se hacían con pelos del bigote de un ratón.

Tenían que ser bigotes de ratón.

Sujetos a un elegante mango de marfil.

Cuando pinchabas a los grillos
con estos pincelillos en el trasero

se volvían locos
y se lanzaban a su adversario.

Era un periodista peculiar, ¿eh?

Cuando mis colegas iban los domingos

a recibir al embajador,
y a hablar con el presidente del partido,

yo iba a los mercadillos
y escribía sobre grillos.

Pero al final yo creo que comprendí
China mejor que ellos.

De hecho China ya no es China
desde que Mao, aquel criminal,

arrancara las raíces
de su propia y ancestral cultura.

En vez de desarrollar
un comunismo chino

intentó acabar con todo lo que era chino.

Entonces dejaste de creer
en el comunismo.

No. No. Esa fue
mi primera gran decepción.

Mi esperanza en un mundo justo

y una sociedad mejor
se había desvanecido en el aire.

El hombre es individualista, egoísta,
tiene que hacer siempre lo que le apetece.

Y cuando tú das a todos
el mismo cuenco de arroz

y la misma chaqueta
siempre va a haber alguien

que quiera dos chaquetas
y dos cuencos de arroz.

Y esto no encaja en el comunismo.
Y esta contracorriente lleva a la violencia

y finalmente acaba
en sangre.

Y esto es la causa

de los campos de trabajo chinos,
los Pol Pots,

y los Gulags soviéticos.

Piensa un momento lo que ha costado
la revolución comunista en China

desde 1921 en muertos
en nombre del comunismo.

¡Millones! Y entonces…

de repente viene un tal Deng Xiaoping
y todos deben enriquecerse.

Intentaron hacer de China
una abominable imitación de Hong Kong.

Y que todo gire en torno al dinero.
Como en todas partes.

Para qué toda aquella revolución,
todo aquel tremendo sacrificio,

que muchos hicieron por
verdadero convencimiento.

Si hubiera ganado el bando contrario,

le habría ahorrado a China
mucho sufrimiento

y habría llegado al mismo sitio
solo que quizá un poco antes.

Pero entonces,
¿cual es la solución?

Mientras el hombre no cambie,

mientras no haya
un cambio cualitativo,

y renuncie completamente
a la violencia

al dominio, al beneficio,
a su propia conveniencia,

Si esto no se da se repetirá
todo por toda la eternidad.

Por eso decidí dedicarme
a la única revolución que puede aportar algo.

La que se da
dentro de uno mismo.

Y entonces decidí empezar
otra vez por el principio.

E hice un curso de meditación.

Y con esto se me abrió un pequeña puerta
a un mundo totalmente distinto.

Solo a través de la concentración.

Pensamos que te habías vuelto loco.
¿Tú precisamente y la meditación?

Nunca se me ha dado especialmente bien
la meditación.

Puedo sentarme durante media hora,
incluso una hora entera.

Puedo expandir la calma a mi alrededor
para sosegar mi espíritu

pero nunca he sido un experto
en meditación.

Mi maestro decía siempre:
"A cuántas gallinas he visto

incubar sus huevos durante horas
y ninguna a llegado a la iluminación".

Es tremendamente sencillo permanecer sentado.

Debes entrar en otro estado diferente.

Si dejas todo lo exterior afuera,

los sonidos, el canto de los pájaros,
las pasiones, las decepciones,

llegas a este vacío.

Si quieres.

Y este vacío eres tú.

No un "tú-Folco".
Sino ese otro "tú".

El "tú" del gran todo.

No de la humanidad
sino del cosmos.

Y cuando consigas ver las cosas
de este modo

entonces se transformarán.

¿Cuándo has filmado esto?

Fue en enero.

Ah, ya.

La mayor concentración de personas del mundo.
Hubo 15 millones.

Increíble.

¿Y qué hacen?

Cada 12 años bajan
todos los ascetas de India

de las montañas
y se reúnen en el Ganges

y entonces se lanzan al agua
para lavar sus pecados.

¿Pero cuántos ascetas tienen?
¿15 millones?

No. Son unos 200.000 o algo así.

La mayoría
son solo espectadores.

Pero el documental
no está acabado, verdad?

Claro que no, mamá.
Aún me queda mucho por hacer.

- Papá, tienes visita.
- No.

Sí, directamente desde China.

Sí. Tiene un ligero acento italiano.

Nunca hemos sido
tan esclavos como ahora

aunque parece que nuestra
libertad es ilimitada.

Podemos comprar lo que queramos,
podemos ir a la cama con quien queramos,

y así sucesivamente.

Pero la verdadera libertad
ya no existe.

El ser quien verdaderamente se es.

El hombre actual es un esclavo
de la economía de mercado.

Ella controla
toda tu vida.

Y esta va a ser, según mi opinión,
la gran lucha de su tiempo.

La rebelión contra el hecho
de que el mercado determine nuestra vida.

La lucha por una espiritualidad
o, si quieres, una religiosidad

a la que el hombre actual
puede recurrir también.

Porque esa es una constante
en la historia de la humanidad.

La necesidad de descubrir
para qué puñetas estamos en este mundo.

Mediante este sistema perverso
del consumismo

todo gira en torno al juego,
el deporte, la comida, la diversión.

Y gran parte de estas cosas
no las necesitamos para nada.

Pero el sistema nos seduce
para que queramos tenerlas.

Hay una trampa ahí afuera.
Y tú eres el ratón. Ten cuidado.

Sí. Entonces, si el ratón no quiere
caer en la trampa, ¿qué ha de hacer?

Renunciar a muchas cosas y ayunar.

Eso es lo que decía Gandhi.

Las ideas de Gandhi sobre la no violencia,
se ven hoy

como infantiles y poco realistas,
como utopías en las que ya nadie cree.

Los arreglistas, los intelectualoides,
los políticos afirman que
la no-violencia no funciona.

¿Qué haces cuando viene alguien
como Hitler?

Gandhi decía: el que obedece
es un esclavo.

Si deja de obedecer
deja de ser un esclavo.

Todas las dictaduras caen cuando
la gente deja de obedecer.

La no violencia no es algo pasivo.

La no violencia es activa.
Implica una respuesta.

Sí.

Antes pensaba que algunas
guerras son necesarias.

Hasta que me di cuenta
de que ninguna guerra

puede alcanzar nunca las
metas que promete.

La guerra solo genera más víctimas,
más miseria, destrucción, muerte.

Alguien como Gandhi habría dicho:
"Si seguimos actuando como hasta ahora

volveremos exactamente
al punto del que partimos".

Es evidente.

Ahora las llaman
"guerras humanitarias", "guerras justas"

¿Qué puñetas significa eso?
La guerra es la guerra.

Y nunca una guerra
ha puesto fin a las guerras.

El hombre es realmente el
ser más destructivo en este planeta.

--

Folco, no me encuentro bien.

Creo que deberíamos
descansar un poco. Media hora.

- No hagas esfuerzos.
- Diez minutos.

No, quédate ahí. Ven.

Es tan agradable
poder dormir al final.

- Por Nicolo.
- Por Nicolo.

Ahora también nuestra hija tiene un hijo.

Dicen que vendrán en un par de días.

Sería estupendo que estuviéramos todos aquí.
¿Podrías traer a Novi?

No es tan sencillo, papá.
Vive en la otra punta del mundo.

Me gustaría que estuviérais todos.

Está bien.

No lo sé. Claro que iré al
aeropuerto a recogerle.

Avisadme cuando llegue
pero no al móvil.

- ¿Qué haces, papá?
- Mira, para mis nietos.

Ahora el árbol también tiene cara
como una persona.

Para que los niños vean
que todo tiene vida. También el árbol.

Realmente bonito.

Solo tardaré un momento.

Venid. Es Tiziano.

Hola, Folco.

Hola.

No estoy dormido.

Estaba escuchando
una interesante conversación.

Hemos hablado
largo y tendido de mi vida.

Pero, ¿qué pasa contigo?

Yo estoy bien.

Haces cosas interesantes.
Estoy impresionado.

Has estudiado en Cambridge,
en Los Angeles,

luego en Calcuta,
trabajaste con la madre Teresa.

¿Y ahora?

Quiero decir, ¿qué planes tienes?
¿Qué futuro?

A lo mejor me voy a Sudamérica.

Plantar un huerto.
Junto a un río.

Me gustan los ríos,¿sabes?
Me gusta ver correr el agua.

Eso está muy bien. Muy bien.

Folco, sé que estos años
no han sido fáciles para ti.

La separación y el divorcio.

Pero tengo la impresión de que
te escondes del mundo.

Realmente gracioso. ¿Y tú precisamente
me dices eso? ¿Después de tres años en el Himalaya?

Sí, me he refugiado.
Al final de mi vida.

Pero tú eres joven.
Tienen que tomar parte en la vida.

¡Tienes que hacer algo!

Papá, ya hago algo.
Sabes, hago un montón de cosas.

Quizá no exactamente lo que a ti te gustaría,
pero eso no es asunto tuyo.

Puedes hacer lo que quieras.
Pero acaba las cosas.

Nunca terminas las cosas.

Tienes miedo al fracaso.
Por eso nunca los acabas.

Sé perfectamente que ahora

has vuelto a dejar el trabajo a medias.
No lo acabaste antes de venir.

¿No es así?

Sí, ¿y?

Perdona. Quizá era para mí
más importante estar con mi padre.

¡Maldita sea!

Vive tu vida como quieras

pero no me digas
cómo vivir la mía, ¿de acuerdo?

¡Tú vive tu vida,
yo viviré la mía!

¡Angela!

¿Qué pasa?

Ayúdame a salir de este maldito coche.

Vamos.

¿Qué ha pasado?

Me ha dejado tirado.
Después de habernos peleado.

Lo siento.

Yo no.

Es fuerte.
Ya no me necesita.

Bien.

Y me he desecho de una de mis tres
últimas preocupaciones.

¿Y cuales son las otras dos?

Saskia…

- y tú.
- ¿Yo?

Estoy acostumbrada
a que hagas viajes largos.

Donde quiera que vayas, sabes
que en algún momento te seguiré.

Vamos.

¿Dígame?

Sí, buenos días.

Sí, está aquí.

Bien. Voy a buscarle.
Un momento, por favor.

Tiziano, es el editor.

Había quedado en llamar
para hablar del libro.

Es Folco el que debe hablar con él.

- ¿Folco?
- Si.

- ¿Por qué tengo que hablar yo con el editor?
- Porque es tu libro. No el mío.

Si, por favor. No, soy Folco.

Mi padre no se encuentra muy bien
así que hable conmigo.

No, de ninguna manera.

A ver si nos entendemos.
No necesito corrector.

No, tampoco si tiene experiencia.

El libro lo escribo yo.
De eso no se cambia nada.

Ni una sílaba,
ni siquiera una coma, por favor.

¿Queda claro?
Gracias.

Y ahora discúlpeme.
Tenemos que trabajar.

Gracias. Adiós.

¿Cuando seguimos?

Cuando quieras.

Ahora mismo.

Sabes, Folco,

he recibido dos grandes regalos
al mismo tiempo.

Uno fue el final de
mi actividad profesional

y el otro el cáncer.

Por fin podía
liberarme del mundo.

Dejé todo atrás.

Mi profesión, mis amigos,
la sociedad…

y me fui a un ashram.

Estuve tres meses
en el ashram

sin hablar jamás
de mi pasado.

Sin decir nunca quién había sido
o lo que había hecho.

Cuando tu identidad
te condiciona

eso te da la oportunidad
de ser algo distinto.

Incluso cuando te jubilas
sigues siendo el jefe de correos

que siempre has sido.
Tú has sido jefe de correos.

Ya. ¿Y qué?

Con el tiempo deja de interesarte
das alles nicht mehr,

y das un paso más
para convertirte en "Anam".

El "sin nombre".

¡Qué descubrimiento!
Vivir sin tener nombre.

Ya no soy
Tiziano Terzani.

¡Nunca más!

Pero entonces, ¿quién eres?

He sido mil cosas.

Algunas reales,
otras solo imaginadas.

Hipócrita, actor,
asesino, adúltero…

He sido todo,
igual que los demás.

¡Virgen santa!

Cuántos papeles interpretas en la vida
y cuántas máscaras llevas.

Hasta que en algún momento dices:

"ahora me deshago de ella".

¿Y ahora
ya no llevas máscara?

No.

Ahora me siento ligero.

Siento que ya no me afecta nada.

Porque ya no soy ni este cuerpo
ni el resultado de mis recuerdos.

Y como ya no soy nada en particular,
puedo pensar: "soy todo".

Hay una pregunta que quiero
hacerte hace tiempo.

Los indios dicen que
se puede alcanzar un estado

a través de la negación completa del "yo"
que ellos llaman "iluminación".

Quería saber si…

si existe la "iluminación", y si es así,
en qué consiste exactamente.

Una ilusión.

¿Eso es todo?

Bueno, ¿cuántos iluminados
has conocido?

Yo ninguno.

Bueno, quizá medio.

No, papá. Este momento en el que sientes
que algo se hace infinito y poderoso

es algo que mucha
gente ha experimentado.

La entrevista con el lama tibetano.
Entonces yo también lo sentí.

Fue como si todo a mi
alrededor se convirtiera en un sueño.

Y entonces me pregunté si
la iluminación

no significa ver el mundo
tal como es.

Reconocer el mundo
en su perfección.

Quizá tengas razón.

El encuentro con el viejo en el Himalaya
fue una experiencia totalmente nueva para ti.

- Te cambió completamente.
- Sí.

Viví como un ermitaño
en una pequeña cabaña

sin agua corriente, sin teléfono,
sin electricidad, alejado del mundo.

Cuando llegué al campo base
en la mañana de año nuevo del año 2000,

estaba preparado
para ser alguien distinto.

El viejo decía siempre:

"La verdad es
un país sin caminos"

Si hubiera escuchado esto
dos o tres años antes,

habría pensado:
"qué tontería, sin caminos".

Pero ahora estaba preparado.

Los primeros meses fueron
mágicos, Folco, mágicos.

Y allí arriba,
observando aquel mar de hielo y piedra

sentí lo vivo que estaba.

No soy ningún intelectual,
soy más de experimentar, de sentir.

¡Esas montañas!

¡Esas montañas, Folco!

Un día vi una mariquita.

Y de repente tuve la sensación
de que yo era aquella mariquita.

No Tiziano, el elefante,
sino aquella mariquita.

Trepó hasta la punta de una hoja de hierba
abrió sus pequeñas alas

y… voló.

Hacia el infinito.

Debajo de nosotros se abría un precipicio
de varios cientos de metros.

Y este ser pequeño y maravilloso
voló hacia las montañas.

Y entonces, Folco,
sentí realmente

que mi vida era parte
de todo aquello.

Y de repente
ya no me interesaba el cáncer

¿Qué te interesa entonces la invitación de fulanito
o incluso el periodismo?

Y cuando aquella noche
me fui a la cama estaba completamente en trance.

Eso no me lo va a quitar nadie jamás.

Me encuentro bien, Folco.
De verdad, no te miento.

Me gustaría morir riendo.

Si nos resultase muy difícil,

entonces reímos algo menos fuerte,
y con eso basta.

¿Quién hace
que todo esto funcione?

"Quién" o "qué".

¿Quién hace cantar a los pájaros?

Hay un ser cósmico
y cuando has experimentado

que perteneces a ese ser,

ya no necesitas nada más.

Ése es el principio.

Y de golpe vi todo
con otra luz.

Y entonces yo también,

debo confesarlo
aunque debería morderme la lengua

experimenté esta iluminación

que tú viste
con el lama tibetano.

Solo un pequeño instante.

Por la noche mientras
meditaba

Algo como… estuve
fuera de mí por un instante.

Y…

quizá fue solo una gota

pero fue como un océano.

Buenos días.

¿Por qué estás levantado?

Vamos a la montaña.

Una cosa tengo clara, Folco.
Que yo como padre

os he dejado
una poderosa sombra.

Siempre en primera línea,
siempre en el puesto,

siempre simpático,
siempre gracioso, ocurrente.

Todo eso te echaba para atrás.

A veces fue duro
tenerte como padre.

Es verdad, pero

no te habría cambiado
por ningún otro.

La naturaleza
sigue su curso.

¿Qué le importa
que mueras,

que enfermes
y que sufras dolor?

La naturaleza permanece

en su majestuosa
indiferencia.

Nada la trastorna.
Nada la exalta.

¿Por qué no
aprendemos de ella?

Me parece sorprendente

que todo cuanto he construido

al final
se convierte en polvo.

Ahora ya no soy nada.

Tampoco quiero ser nada más.

Vivir una vida entera
para al final llegar a no ser nadie.

Es realmente curioso.

He sido muchas cosas
y al final no soy nada.

Te dejo solo.
Estaré por aquí.

Folco, te doy las gracias
de verdad por este paseo.

Papá, ¿qué ves tú
cuando contemplas el mundo?

Para mí es como si,
con estas conversaciones,

hubiera querido dejarte
una especie de tesoro.

Hay en algún sitio el deseo,
completamente humano,

de alcanzar
un cierto grado de inmortalidad.

Una continuidad en otro ser humano

que persigue la misma meta que yo.

O al menos que cree
en los mismos valores.

Y es importante que entiendas

que este camino, mi camino,
no es único de ningún modo.

No soy ninguna excepción.

Solo hace falta un poco de coraje.

Lo fundamental es
la autonomía,

la posibilidad de ser
lo que uno quiera.

Eso es algo factible.

¿El qué?

Que tú vivas tu propia vida.

Una vida que solo te pertenezca a ti

y en la que te reconozcas.

Hola, papá.

Saskia.

Mira.

Soy Nicolo.

Novi.

A mi familia:

Hemos acordado lo siguiente:

Cuando llegue el momento, llamaréis
a la gente de la ambulancia.

Ellos vendrán a casa
y prepararán todo discretamente.

Como ya sabéis hace tiempo,
me gustaría ser incinerado.

En un sencillo ataúd
me llevaréis a la pequeña capilla

y desde ahí me llevaréis
sin cantos ni discursos

al horno crematorio

que abandonaré en forma de ceniza
dentro de una sencilla urna.

En ella, quiero que mi familia
me lleve a Ausonia

y que allí lancen mis cenizas
al viento.

Esta es mi voluntad.

Haced lo posible para que
todo sea así.

Gracias.

Y espero que en verdad
podáis reír.

Un abrazo para todos. Tiziano Anam.

Él no quiere que lloremos.

¿Y cómo podemos hacer eso?

Porque no hay ningún motivo para llorar.

Folco, aquí estás.

Te quieres sentar aquí?

No, quédate ahí.
Yo me sentaré aquí.

Hace poco me preguntaste
qué veo cuando contemplo el mundo.

Hay algo insólito.

Otras veces me he visto
separado del mundo.

Ahora ya no veo esa separación.

Me veo como parte del todo.

Todo es uno.

Cuando lo ves todo como uno
entonces las cosas cambian radicalmente.

Entonces miras el mundo y sientes
que no hay nada separado de ti.

Cuando contemplas
las flores y la hierba

ya no son flores y hierba

sino parte
de esa belleza de la vida.

Contemplas y admiras
las piedras,

las plantas
y toda la humanidad,

ya que todo es uno,
todo es lo mismo.

Te dejas atrapar por esa belleza

que abrazas las piedras.

Abrazas a la humanidad

Puesto que ya no hay
ninguna diferencia.

- Ya no hay ningún conflicto.
- Ya no hay ningún conflicto.

¿Y ningún deseo?

Solamente existe un mundo.

Contemplas la Tierra
hasta el fondo y es hermosa.

¿Y qué es la muerte?

El miedo a perder.

A perder todo lo que tienes.

¿No te importa?

¿Y las personas?

No lo so.

Ayudadme.

Coge las piernas.

Dejadme descansar un poco.

Me gustaría tomar
una taza de té

en completa calma.

Bien. Ya voy.

Angela,

¡Angela!

Estoy aquí.

Llevadme a mi gönpa.

Ayudadme en este día.

Traducción y sincronización
Héctor Lahoz (hectorlahoz@yahoo.es)