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Me hac�a llamar Albin Mercier,
pero mi nombre es Andr� Mercier.

Firmaba mis libros con
el nombre de Albin.

Era un escritor modesto, tanto que
casi s�lo yo sab�a que lo era.

No hace mucho, estaba en Alemania,
cerca de M�nich,

enviado por un peri�dico peque�o.

Ten�a que escribir sobre la
vida cotidiana en Alemania,

nuestra ex enemiga y futura aliada.

No pagaban mucho, pero no me importaba.

No me pod�a dar el lujo de elegir.

El alquiler estaba pago, pero ten�a
que pagarle a la mujer de la limpieza.

Me hab�an avisado.

No es lujoso, pero s� es decente.

Triste como la muerte.

Estaba amargado, pero a�n as� contento.

Tal vez...

m�s amargado que contento.

Me pas� los dos primeros d�as
paseando por el pueblo.

Era un microcosmos agradable.
Trabajadores, granjeros...

muchos propietarios.

Turistas de M�nich.

Bonitas casas con las
puertas abiertas...

para poder ser admiradas
en cualquier momento.

Me sent�a solo.

Nadie me hablaba ni miraba.

Era como estar atrapado en un desierto.

Detesto estas casas.

Yo era un prisionero.

Tuve que fingir hablar alem�n
para conseguir el trabajo,

pero era una mentira.

No hablaba ni una sola palabra.

Qu� lamentable.

S�lo algo me llam� la atenci�n.

Un bonito muro de piedra que proteg�a
la intimidad de una pareja.

Intent� que la mujer de limpieza
averiguara m�s sobre el tema.

Detr�s del muro viv�a el
famoso Doctor Hartman.

Hartman.

El escritor m�s grande de su �poca.

La esperanza de una nueva Alemania.

Quise echarle un vistazo
a este rara avis.

Parec�a agradable.

Me preguntaba c�mo har�a
para conocerlo.

Mientras tanto, ten�a que
ganarme mi m�sero sueldo.

Todo era aburrido, escrib�a pavadas.

La mujer de la limpieza
insist�a con sus quejas.

Rezongaba, siempre le faltaba alg�n
utensilio y yo no entend�a cu�l.

Yo hac�a el papel de
idiota en las tiendas.

Un di�logo entre sordos interminable.

Hasta que un d�a, un golpe de suerte...

Ella hablaba franc�s. Era francesa.

Deber�a haber adivinado
que era la Sra. Hartman.

Trabaj� para que me invitara.

Su nombre era H�l�ne.

Bonito nombre.

Me han hablado de
su presencia aqu�, se�or...

Albin Mercier. �Pero c�mo...?

La llegada de un extranjero
a un pueblito como �ste...

Al contrario, pens� que me ignoraban...

Lo observan. Todo el pueblo
habla de usted.

Qu� honor. Disculpe.

Espere.

- Aqu�.
- Magn�fico.

Sabe, tengo una gran
admiraci�n por su marido.

Muy amable.

Estoy seguro que �l querr� conocerlo.

�Por qu�?

- �No es usted escritor tambi�n?
- �C�mo lo sabe?

�No me diga que ha le�do mis libros?

No, pero estoy segura
de que son excelentes.

Venga a tomar un caf� esta tarde.

Me deja sin palabras.

No es as�. Si lo invito, es porque
ser� nuestro placer.

Si le molesta, rechace la invitaci�n.

Me aprisiona.

Por supuesto que ser� un placer...

- �Un honor?
- Un honor.

- No s� c�mo agradecerle.
- Digamos a las dos de la tarde.

- �La puedo alcanzar?
- No, gracias.

Me gusta caminar. Nos vemos.

Y hete aqu� que sin problemas
pude entrar a su casa.

Mirarlos, observarlos.

Fui con toda naturalidad, como
si fuera un viejo conocido,

un amigo.

Sent�a v�rtigo de ni�o ya que
ten�a que improvisar.

Jam�s hab�a le�do un libro de Hartman.

La casa me gust� instant�neamente.

Me sent� c�modo, todo estaba
en calma y en armon�a.

Todo era de un gusto perfecto.

Andreas Hartman, he le�do sus libros.

Muy interesantes.

�ramos tocayos, pero mi mentira
no me permit�a decirlo.

Andr� sugiere que tomemos
el caf� afuera.

�Bravo!

Cuanto m�s estaba con ellos,
mejor me sent�a.

Me trataron como a un viejo amigo.

Casi me daba verg�enza.

Andr� est� contento que tengo con qui�n
hablar en franc�s. �l no lo habla bien.

- �Sn serio?
- �Horrible!

Gracias.

Co�ac, por favor.

�Franc�s!

Estaba asombrado por la manera magistral
en que este hombre y esta mujer...

compart�an la conversaci�n.

Milagro de la inteligencia.

Convert�an a la barrera
del idioma en un juego.

Se completaban las frases mutuamente
y sonre�an todo el tiempo,

felices de vivir juntos en esta casa,

de estar aqu� conmigo, charlando
de las cosas que les interesaban.

Me mostraron la exquisita cortes�a...

de dejarme conocerlos.

Era una verdadera imagen de
felicidad tan rara y preciosa...

que por debajo de m�
placer brot� mi inquietud;

un estado de tensi�n que
cop� todo mi cuerpo.

Ha llegado al punto en donde...

ya no s� qu� palabra seguir� a la otra.

Pero lo importante es que
todo est� a favor de Europa.

Les ca� bien, estaba seguro.

Andr� piensa que es la mejor forma.

Nos despedimos m�s tarde,
con una sonrisa en los labios,

con planes de visitas futuras.

Pero una cat�strofe arruin� el d�a.

La mujer de la limpieza se hab�a
olvidado de cerrar el grifo principal.

Lo tuve que hacer yo mismo.

Lo �nico que ten�a que hacer
ella era pasar el trapo.

Hola, Sr Mercier. �C�mo est�?

Hola, Sr Mercier.

Los ve�a de lejos cada d�a;
a veces ella, a veces �l.

Intercambiaba palabras agradables.

Les ca�a bien.

As� que me invitaron
a cenar esta vez.

Compr� un ramo de
flores impresionante,

casi demasiado, pero sin serlo.

�Magn�ficas! Muy buena elecci�n.

Debo confesar que no las eleg� yo mismo.

No, pero eligi� al hombre
que las eligi�.

Andr� le dir� que es lo mismo.

Qu� teor�a terrible.

- Lo sabe.
- �Qu� sabe?

Hartman insisti� en que
cocinar�a �l mismo.

Sin duda para demostrar que era un
gran escritor pero un hombre simple.

Me pareci� un poco rid�culo.

Lo mismo.

La cena fue simple y muy buena.

Y m�s tarde...

mientras est�bamos sentados
en c�modos sillones,

disfrutando de su maravilloso co�ac,

sent� por primera vez
esa sensaci�n monstruosa...

que ser�a mi norte de ah� en adelante.

Ser� un perdedor, pero...

nadie me puede reprochar
que yo no lo sepa,

que sue�e sue�os imposibles,
que me mienta a m� mismo.

Desde el momento que lo sent�,
pude analizar ese sentimiento...

con lucidez perfecta.

No eran celos, ya que no sent�a...

ni sensaci�n de injusticia o amargura.

Era m�s bien una especie de envidia,

pero tan completa, total,
absoluta y absorbente...

que sab�a me llevar�a a la violencia.

De tal forma sab�a perfectamente bien
que mi objetivo era penetrar...

el universo feliz de esa pareja.

Ser parte de �l, aferrarme
como la hiedra al muro.

De meterme en el lugar de este hombre,

de reemplazar a este tocayo.

Y tomar su lugar completamente,

enteramente,

de reemplazarlo hasta
en el �ltimo rinc�n.

Tambi�n sab�a que ese objetivo...

era imposible de alcanzar,

y que gastar�a todas mi fuerzas.

Decid� multiplicar los contactos,

de verlos constantemente,
y hacerme indispensable.

Pero, �c�mo hacerme indispensable...

en un universo tan redondo?

Tan perfecto que era la
fuente de mi obsesi�n.

Andreas gan� la partida de
esa noche sin dificultades.

Estaba contento.

Desde ese momento, me las arregl�
para verlos regularmente.

Cuando no me invitaban,
yo los invitaba.

No los llevaba a lugares muy lujosos,

ellos sab�an que yo no era rico.

Pero tampoco hac�a ning�n
esfuerzo para parecerlo.

Yo era alegre, simple, franco, honesto.

Un tipo agradable.

Nunca en mi vida hab�a
sido tan simp�tico.

Pero sufr�a horriblemente,

porque no avanzaba nada.

Los ve�a cada vez m�s seguido, pero no
ten�a ninguna influencia sobre ellos.

Apenas me deslizaba sobre
la superficie de su felicidad.

Debido a eso, tuve que satisfacer
obsesiones m�s peque�as.

Por ejemplo,

quer�a ir al primer piso,

a su dormitorio y ba�o.

Hubiese sido f�cil ped�rselo.

Me lo hubiesen mostrado con gusto.

Pero yo quer�a ir sin permiso,

enga�arlos de alguna forma.

As� que us� un ardid.

Est� so�ando - triste.

- Disculpen.
- Es la lluvia.

Somos del Mediterr�neo,
la lluvia nos entristece.

- T� no est�s triste.
- No.

Alemania es un pa�s verde.

Verde por todas partes.

En el mapa, es verde.

Y es gracias a la lluvia.

El verdor.

- Bueno.
- Disculpen.

De hecho, me gusta la lluvia.

�Qu� torpe que soy!

�Est� lastimado!

Est� loco. Le traer� un ap�sito.

- �Le duele?
- No.

Le traer� un pa�uelo.

�Es su habitaci�n?

- �Bonita, verdad?
- Hermosa.

Sonre� y era feliz.

Logr� lo que quer�a.

Con un ardid.

Pero al d�a siguiente,
un balde de agua fr�a.

Present� algo.

Me acerqu�.

Era lo que pensaba.

Ten�an visitas y no me invitaron.

Se estaban divirtiendo sin m�.

Yo s�lo serv�a para distraerlos.

El peque�o primitivo Mercier
era s�lo un buf�n para el...

ilustre Andreas Hartman.

Estaba furioso.

Decid� ser un aguafiestas.

Discretamente, por supuesto.

Con tacto.

- �Usted es el franc�s?
- S�, se�ora.

Lo apagar�, disculpen.

�Me ayuda?

Gracias.

Hola, Albin.

Hola.

- �Usted escribe?
- S�.

�Cuentos cortos?

S�, art�culos, cuentos, peque�as
historias para su comprensi�n.

Andr� debe estar horrorizado.

- Andr�... hostil.
- Andr� no es hostil.

Es m�s bien un realista.

Ya lo explicar� alg�n d�a.

Ha decidido ir al lago esta tarde.

Apenas termine de trabajar.

El agua est� agradable.

- No me interesa. S�lo si es excelente.
- Es desconfiado.

- Tome un vaso.
- Eso, con placer.

- �Whisky?
- S�.

Lo ir� a buscar.

- �Conoce a Giska?
- Soy yo.

Es yugoslava. Tiene m�s problemas
con los idiomas que usted.

No sabe alem�n,
y se olvid� del yugoslavo.

Por eso habla franc�s.

Es muy popular entre nuestros
amigos norteamericanos.

- �No es verdad, Giska?
- S�.

Me sorprendi� que me saludara tan bien.

No le pareci� raro que haya
venido sin invitaci�n.

Como si fuera costumbre, como si yo
estuviese siempre invitado.

Me preguntaba si Andr�
actuar�a de la misma forma.

�Iremos a nadar!

Peque�o Albin.

Peque�o Albin, no poner cara as�.

Por ser franc�s, no es muy galante.

Se queda en su rinc�n.

No es muy cort�s.

"Tiempo suspende tu vuelo,
y vosotras, horas felices

"suspended vuestra carrera

"suspended vuestra carrera

"saboreemos las delicias fugaces

"de nuestros mejores d�as. "

- Venga, peque�o Albin.
- No.

El agua est� maravillosa.

- Venga, Albin.
- No, gracias.

Venga al agua.

�Su�lteme! No s� nadar...

�Por qu� no lo dijo?

Lo odiaba.

Lo hice responsable de todo.

Me humill� y yo quer�a vengarme.

Planifiqu� una peque�a venganza.

Pagarle con la misma moneda,
sin renunciar a mi objetivo.

Quer�a reparar esta afrenta
por mi honor.

Fuimos de picnic.

�Qu� pasa? �Andreas
quiere hablar conmigo?

S�. Y quiere que yo traduzca.

Comprendo. Parece un poco formal.

Andr� es siempre formal
cuando habla en serio.

Ha reflexionado mucho
en el curso de su vida.

Piensa que ha resuelto
todos sus problemas.

Es un hombre feliz.

Y est� convencido de que el
otro d�a, usted no lo era.

La historia del agua.

Piensa que usted se llev�
un mal recuerdo.

Quiere saber si se da cuenta...

que fue su propia culpa.

Pregunta si se da cuenta de eso.

No tiene importancia.

�Qu� dice?

Dice que es muy importante,
y yo dije que no,

y le dije que estaba segura que
usted no se ha dado cuenta.

Dice que si usted le hubiese
dicho que no sab�a nadar,

nada hubiese pasado.

Pero no os� decirlo.

usted quer�a seguir a los otros.

Poblaciones entera son llevadas
de esta manera.

Este sentimiento es la fuente de todas
las depravaciones humanas.

La guerra es la consecuencia
de ese sentimiento.

Algunos dicen que las guerra
es absurda.

No es verdad.

Todo tiene su motivo.

La raz�n de la guerra es que
no aceptamos lo que somos.

Es por eso que un at�n cautivo se golpea
la cabeza contra el muro.

- �Comprende?
- S�.

La guerra me dej� quebrado.

Me dej� vac�o y duro.

Durante 15 a�os, beb� para olvidar.

Trabajaba y me ganaba la vida,

pero estaba hecho una ruina.

Y la gente fing�a no darse cuenta.

Pensaban que yo era
absurdo y pintoresco.

En realidad, s�lo era una ruina.

Yo no pregunt� nada.

Contarme todo esto era obsceno.

Era obvio, no hab�a
necesidad de decirlo.

Yo lo aprecio.

Albin es un mal nadador pero
un excelente conductor.

Todo el regocijo y felicidad
me resultaba irritante.

Y me aburr�a con su filosof�a
de escritor exitoso.

Ese d�a hab�a sido una
verdadera pesadilla.

Pero algo alegr� a mi coraz�n.

Andreas deb�a partir al d�a siguiente
para dar unas conferencias.

�Conferencias! Sobre el camino
hacia la felicidad, sin duda.

Al fin sali� todo bien.

Le propuse pasar la noche en un cabaret.

Hartman estaba alegre.

Luego de las lecciones de moral,
vinieron las de historia.

M�nich, cuna de los nazis, destruida
por la guerra y reconstruida.

Este hombre estaba obsesionado con la
guerra, con Hitler, con el militarismo.

Era tan convincente que comenc�
a tenerle miedo al pueblo.

Sin embargo me importaba
poco todo el tema.

"Las noches de Par�s" al uso de M�nich.

Es un espect�culo que
se presta para la reflexi�n.

Ten�a que adelantarme y sent� que
este viaje me dar�a la ocasi�n.

Del buen amigo que yo era,
del acompa�ante tan agradable,

era necesario volverse �ntimo.

Yo era tan agradable,
tan gentil, tan servicial.

Pero pod�a ser m�s.

Mucho m�s.

Dada mi amistad con H�l�ne...

y mi profunda y sincera admiraci�n
por el gran Andreas Hartman.

Mientras tanto, el espect�culo no les
hizo sentirse inc�modos.

No les molest� ni los dej� indiferentes.

Estaban ah�, juntos,
y todo les resbalaba.

Y esa noche tuve la idea
de cometer un crimen.

Un peque�o crimen.

En el auto.

Soy un hombre paciente.

Esper� que se durmieran
y fui a la carga.

Me fui como hab�a venido
y me fui a dormir.

Deb�an partir a las 9 de la ma�ana.

Yo me levant� a las 7, para calmarme.

Mi plan deber�a funcionar perfectamente.

Y as� fue.

Intentaron encender el auto.

In�tilmente, por supuesto.

Andreas se fij� bajo el capot,
pero no encontr� nada.

No era un buen mec�nico el gran Hartman.

Me impacient� un poco.

Me acerqu�, como por casualidad.

�Qu� pasa?

No podemos arrancar el auto.

Los ayudar�.

No s� lo que es.

Pero llevar� tiempo.

Creo que mejor lo llevo yo.

Muy amable, pero...

Lo har� con gusto, para compensar
todo lo bueno que han hecho.

No me haga sentir inc�moda.

Gracias, Albin, gracias.

Se divert�a, pensaba que yo se lo deb�a.

Los acompa�o al auto.

Gracias, Albin.

�Qu� dijo?

Dijo que me conf�a a usted.

�Es eso prudente?

�l piensa que s�.

El incidente de nataci�n culmin�
como una victoria.

Pero sent�a verg�enza.

No sab�a c�mo manejar el asunto.

Hab�a mucho en juego y sin embargo
mi mente no respond�a.

El viaje de vuelta fue muy agradable.

Descubr� una H�l�ne muy
diferente de la que imaginaba.

Me hizo sentir c�modo de la forma
m�s encantadora y sutil.

Albin, lo encuentro fascinante.

- �Fascinante?
- S�.

Lo encuentro misterioso.

Hablamos la otra noche con Andr�.

Por ejemplo, nos pregunt�bamos su edad.

- �Mi edad?
- S�.

Por momentos parece muy joven,
y en otros envejecido.

- �En serio?
- S�.

Pues, �qu� edad tiene, 20 � 40?

30, por supuesto.

Nunca parece de 30. Parece de 20 � 40.

No lo quer�a decir,
pero en realidad tengo 75.

Hoy es mi cumplea�os
y la invito a almorzar.

Con gran placer.

Con ella, todo era f�cil.
Parec�amos viejos amigos.

Me ofrec� para reparar el auto...

y me dorm� una peque�a siesta
a la sombra del motor.

�Esos son sus pies?

�Me imagino que s�!

Ya estoy.

�Quiere tomar un t�?

Me lo merezco.

Creo que funciona.

Maravilloso, ya casi hab�a
perdido las esperanzas.

- Usted es realmente misterioso.
- Nada de misterioso.

Siempre me ha gustado la mec�nica.

Sent�monos.

Estoy ro�oso.

El trabajo nunca ensucia.

Le ofrezco un ba�o, pero primero el t�.

Ensuciar� a la porcelana.

La porcelana no se puede ensuciar.

Adem�s, la taza no es de porcelana.

Torta.

Me ba�� y tom� la salida de ba�o de
Andreas que H�l�ne me hab�a ofrecido.

Por fin, me hab�a convertido
en su amigo �ntimo.

Cenamos en casa, en casa
de H�l�ne quiero decir.

Una cena ligera, ya que
no ten�amos hambre.

Me fui alrededor de las once.

Me agradeci� nuevamente y le dije:

Hasta ma�ana.

Volv� lentamente a mi casa.

Un buen d�a.

Tan bueno que mi excitaci�n me
mantuvo despierto un tiempo.

Me despert� tarde y me forc�
a trabajar hasta el mediod�a.

Pero esta ma�ana, mi prosa habitualmente
mediocre era directamente vergonzosa.

No aguant� m�s y me fui hacia all�.

�Ni el auto ni H�l�ne estaban all�!
�Se fue a M�nich?

�Qu�?

�Regalo!

�Qu� "regalo"?

Al diablo contigo.

No entend�a. Estaba furioso.

No me hab�a dicho nada.

�C�llate, vieja!

Hasta Elsa se hab�a ido.
�La ramera se aprovech�!

Volvi� a las 11 de la noche.

Sus regalos no eran muy pesados.
Sus manos estaban vac�as.

Estaba enojado.

Ten�a la impresi�n que escond�a algo,
que ella ten�a un secreto.

No era lo que parec�a, ment�a.

Decid� dar un gran golpe a la ma�ana
siguiente, para estar seguro.

Quer�a pedirle explicaciones,
pero hubiese sido rid�culo.

Decid� hacer el papel de triste,

para intrigarla.

Hola, H�l�ne.

Hola, Albin.

Me despert� tarde ayer. Cuando pas�,
usted ya se hab�a ido.

Estuve en M�nich por unos asuntos.

Es gracias a usted que pude ir.

- �Gracias a m�?
- S�, usted repar� el auto.

Si�ntese.

No, estoy bien.

Tiene aspecto de so�ador.

Estoy un poco triste.

Unos d�as de aire de monta�a
pueden hacer mal.

A m� me pasa a veces.

- Si me permite me sentar� en el suelo.
- Por supuesto.

No la intrigu� en lo m�s m�nimo.

S�lo hac�a de diapas�n.

Si yo estaba alegre, ella estaba alegre.

Si me pon�a melanc�lico,
ella hac�a lo mismo.

Un camale�n, una m�scara.

O m�s bien una sucesi�n de m�scaras,
todas convincentes.

Todas c�modas para el interlocutor.

- �H�l�ne?
- �S�?

Disc�lpeme si yo estoy triste hoy.

Es el aire de la monta�a.

No, no lo creo.

Creo que es usted.

�Yo? �Por qu� yo?

Es todo culpa m�a.
Es mi manera de ser.

No la puedo hacer responsable
de lo que soy.

�Qu� es usted?

Un pobre tipo, creo.

�Por qu� dice eso?

- Usted es delicioso.
- Delicioso.

Le har� una confesi�n.
Soy pobre.

- Nac� pobre.
- Yo tambi�n.

Mi padre muri� cuando yo era muy joven.
Mi madre...

Deme un cigarrillo.

No le intereso.

S�, pero no quiero que se torture.

No lo hago.

Al contrario.

Mi madre me dio de todo sacrific�ndose.

Yo era todo para ella.
Y yo estaba bien con ella.

La amaba.

- �Muri�?
- S�, muri�.

Pero no es eso.

Mientras vivi� yo fui un buen hijo.

Pero... c�mo decirlo...

Yo no era un buen alumno.
No le daba satisfacciones.

Le cont� mi vida y trat� de ser sincero.

No por amor a la sinceridad,
sino para ser convincente.

Pens� que si yo era sincero,
ella se dejar�a ver.

Ment� muy poco,
s�lo lo que resultaba �til.

Yo estaba tan desamparado,
y ella era tan buena y dulce.

Tan comprensiva, �me comprende?

Fue mi primera experiencia de amor.

No conoc�a a otras mujeres.

Nunca hab�a amado.

S�lo a mi madre, a esta mujer...
y a usted.

- �C�mo se llamaba?
- Se llamaba...

Marcelle.

Es muy amable de su parte contarme esto.

Estoy enamorado locamente
de usted, H�l�ne.

S�lo pienso en usted.

Albin, usted es muy gentil,
y yo lo aprecio mucho.

Est� haciendo fr�o, este viento
es m�s fresco de lo que parece.

- Entremos, si le parece.
- Claro.

�C�mo lo hizo?

�C�mo puede una mujer rechazarte...

tan amablemente que ni
siquiera te sientes triste?

Si es que quieres estar triste,
o s�lo parecerlo.

Ni siquiera estaba triste.

Como siempre con ella,
estaba en armon�a.

Por un momento, tem� haber
jugado mi �ltima carta.

Pero en el sill�n de su sala,

me encontr� rodeado una
vez m�s de cosas familiares,

fueran prestadas o robadas.

Comprend� que el incidente no
me hab�a hecho perder terreno.

Segu�a siendo un amigo,

amigo de ellos.

Un disparo errado.

Casta�etas.

Hab�a tenido miedo de
verlo a Hartman.

Si H�l�ne hab�a hablado, como yo tem�a,

la situaci�n ser�a delicada.

No entend� muy bien.

Pregunta qu� tal pasamos los tres d�as.

Su mirada ten�a dos razones posibles.

O bien no quer�a que yo
hablara de mi declaraci�n...

�por qu� lo har�a?...

o no quer�a que yo mencione su ausencia.

De repente, ca� en la cuenta.

Me convenc� de algo que
me llen� de furia.

�H�l�ne era infiel a su marido!

El almuerzo est� servido.

As� que esta felicidad armoniosa
que yo envidiaba...

era toda una red de trampas y mentiras.

La segu� como si fuera una necesidad
y una satisfacci�n.

Por un lado, quer�a estar seguro.

Por el otro estaba
la felicidad inmensa...

de triunfar sobre Harman,
por lo menos en un punto.

La lucidez sobre su esposa.

En este sentido, H�l�ne estaba
m�s cerca m�o que de �l.

Mi esposa, m�s que la de �l.

No le quit� los ojos de encima.
Conoc�a toda su agenda.

A veces visitaba amigas, Gyska u otras.

Sab�a el d�a de la semana,

y por cu�nto tiempo,

y lo que har�a m�s tarde.

Otras veces, sal�a a pasear sola,

mientras Hartman trabajaba.

No me atrev� a seguirla porque
respetaba su soledad,

pero m�s que nada porque yo hubiese
quedado en evidencia.

Dos veces por semana, iba a M�nich.

Seguirla all� era a�n m�s riesgoso.

En las grandes ciudades, siempre sientes
que alguien est� detr�s de ti.

Tal vez tambi�n ten�a miedo
a enfrentar la realidad.

Pasaba casi todas las
noches en casa de ellos.

Pero sab�a que esa atm�sfera armoniosa
que yo hab�a envidiado era falsa.

Ten�a un amante en M�nich.

Alcanzar�a mi objetivo pronto.

No me di cuenta que ya no era lo mismo.

Que era una caricatura horrible
de lo que yo hab�a pensado.

En cuanto a Hartman,
s�lo se ocupaba de su libro.

Hablaba de �l con una
exaltaci�n profunda.

Contra esto, contra aquello.

Jam�s a favor.

Quer�a meter todos sus pensamientos,
todas sus experiencias.

Viejos guerreros.

�Pobre cornudo!

Ten�a un amante en M�nich.

Estaba seguro.

Me estaba volviendo loco.

Estaba en un impase.

Era necesario que yo
quedara al descubierto.

Lo que era un juego de ingenio
ahora era un juego de fuerza...

y yo me sent�a d�bil.

Ten�a que saltar al agua como
un ni�o que no sabe nadar.

Decid� seguirla en el pr�ximo
viaje a M�nich...

hasta el final.

�Hasta el infierno si fuera necesario!

Corr� todos los riesgos.

Fue un milagro que no
notara mi presencia.

Esta es una H�l�ne totalmente
desconocida,

totalmente diferente a todo
lo que me hab�a mostrado.

Impaciente y feliz...

como nunca la hab�a visto antes.

Ahora conoc�a su verdadera cara.

Era interminable.

"Hasta el infierno" como hab�a pensado.

Un infierno extra�o.

As� que era �l.
Aqu� estamos.

Una linda cara, un mediocre,
un perdedor.

Ella se mezclaba con la clase baja,

como una esposa burguesa com�n.

�Qu� desperdicio!

Me hab�an invitado a cenar
esa misma noche.

Pero toda esa vigilancia
me hab�a deprimido.

Llegu� a la casa de p�simo humor.

Me forc� a sonre�r.

H�l�ne tambi�n simulaba dulzura.

En cuanto a Hartman, estaba feliz,
tranquilo y pac�fico.

Era el m�s feliz de los tres.

Pens� en una obra de vodevil
dedicada a los cornudos,

y a pesar de mi desesperanza,
me re�a solo.

Disculpen.

�Qu� le pasa, Albin?

Sufr�a como un condenado.

Me sent�a tan enga�ado como Andreas.

Y tuve la revelaci�n
de lo que deb�a hacer.

Sin admitirlo, sab�a a d�nde
conducir�a esto.

Dios m�o.

No era una excusa,
pero no aguantaba m�s.

La envidia, el odio y los fantasmas
me consum�an.

Y esta gente lo hab�a provocado.

�No saldr�an con la suya!

Me llev� una semana reunir todo.

Ahora todo estaba listo.

Y todo sucedi� en las siguientes horas.

�Ay!

Como siempre, la segu�.

Daba un paseo solitario.

Yo me hab�a decidido y estaba excitado.

Hab�a planeado todo.

Para la operaci�n era crucial que H�l�ne
no me pudiera seguir m�s tarde.

- H�l�ne.
- Albin.

�Qu� hace aqu�?

La segu�.

Tem�a que pasara esto.

- Estoy seguro que se equivoca.
- Tanto mejor.

No hable ahora, es in�til.

Qu� aspecto extra�o que tiene.

�Qu� es lo que busca,
me quiere intrigar?

No adopte un aire superior.

�C�mo dijo?

Dije: "no adopte un aire superior".

Est� loco. �Ha estado bebiendo?

Claro que eso ser�a tranquilizador.

Escuche, Albin, no s� lo que
quiere pero le pido una cosa.

D�jeme tranquila.

- �Quiere que la deje tranquila?
- S�.

- Quiere seguir paseando sola.
- S�.

�Le gustan los largos paseos
solitarios en el bosque?

S�, me gustan los largos paseos
solitarios en el bosque.

Tambi�n le gustan las multitudes,
la ciudad, las fiestas populares.

No, me gusta el campo,
la tranquilidad, la soledad.

S�, s�.

A usted le gusta el populacho,
los olores fuertes, el sudor,

la brutalidad.

Me gusta la suavidad.

Y tambi�n la violencia y la brutalidad.

No lo niegue.

Lo s� todo.

Mire.

Mire.

Veo.

�Qu� es usted?

�Un chantajista?

No soy un chantajista.

�Cree que la quiero chantajear?

Entonces, �qu� quiere?

Si lo supiera...

Quiero que deje a Andreas.

No los quiero ver m�s juntos.

No lo soporto.

D�jelo.

Y v�yase conmigo.

Pobre Albin.

�No me diga "pobre Albin"!

�Si quisiera, la podr�a obligar a
acostarse conmigo aqu�!

�Me oye?

�Deje a Hartman esta noche!

No, jam�s lo dejar�.

�Se lo ordeno!

C�lmese.

Le mostrar� las fotos.

Es in�til.

Veremos.

Pobre tonto.

- Andr� sabe.
- No es verdad.

Usted juzga seg�n sus normas.

Pero nosotros somos de otro tronco.

No somos de quejarnos.

Usted no puede comprender
el lazo entre Andr� y yo.

Miente, lo veo en sus ojos.

�Le parece?

Lo har�. Veremos.

Espere. Esc�cheme un segundo.

Cuando conoc� a Andr�,
�l estaba al borde del suicidio.

Hab�a perdido las ganas de vivir,
no cre�a ni en s� mismo ni en nadie.

Yo tampoco, estaba tan bajo como �l.

Nos salvamos mutuamente.

Nuestra vida es el uno para el otro.

Sin el otro, no existimos.

Claro. �Y qu� lugar ocupa ese tipo?

No es asunto suyo.

- Se acuesta con �l.
- S�.

Y Hartman es el marido comprensivo.

- S�, �l sabe.
- No lo creo.

- Partamos juntos.
- No.

�Entonces le contar� todo!

�No servir� de nada!

�No puedo retroceder,
ya fui demasiado lejos!

�Por favor, no vaya!

�Albin, no vaya, se lo suplico!
�Qu� ganar�a usted?

Me llamo Andr� Mercier.
Albin es mi seud�nimo.

�D�nde est� Hartman?

�Qu� dices, idiota?
�D�nde est� Hartman?

Qu� sorpresa, qu� placer.

D�jalo, te traje unas
fotos de recuerdo.

La felicidad es fr�gil.

S�lo me queda esperar.

�Dios m�o!

�No, Andr�, no!

Mi amor.

No puede ser...
H�l�ne, mi amor...

Andreas, es mi culpa.

�Yo lo hice todo!

�Yo la mat�, no usted!

�Esc�cheme, se lo suplico!

�Soy un monstruo, no merezco vivir!

�Perm�tame decirles que yo la mat�!
�D�jeme confesar!

Tenga piedad de m�. Compr�ndame.

No me importa.

Se lo llevaron a la madrugada.

Quise explicar que yo
era el responsable.

No me comprendieron, no me creyeron.

�Qu� dijo?

Dijo: "me das l�stima".

Llam� al peri�dico dici�ndoles
que quer�a volver.

Se rehusaron.

Entonces, renunci�.

Me mud� a un pueblo,
pero no funcion�.

No pod�a hacer nada.

Contaba esta historia a la gente,
y la gente se encog�a de hombros.

No puedo dejar de contarla.

No la creen, no me entienden.

No pueden comprender c�mo a
un muchacho simp�tico como yo...
le divierte ensuciar su reputaci�n.